Cultura

María Guerrero, la gran renovadora del teatro español

En la España de finales del siglo XIX y principios del XX, el suyo era uno de los grandes nombres del género: una figura que se convertiría en una estrella muy popular, pero también en un nombre clave en la renovación del género.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
12
enero
2023

«La escena española está de luto». Eso era lo que dejaba claro la primera plana de La Voz –uno de los periódicos populares en el Madrid de hace un siglo– el 23 de enero de 1928. Toda su apertura, así como una parte importante de la segunda página, se ocupaba de cubrir la noticia del día: la actriz María Guerrero acababa de fallecer. Guerrero llevaba unos cuantos días enferma y su muerte fue una de esas noticias que hoy serían trending topics: nadie, insistía uno de esos artículos del diario, podía igualársele en el teatro español de entonces.

Guerrero nació en Madrid en 1867, en una familia suficientemente bien situada. Su padre, Ramón Guerrero, era decorador y trabajaba para los teatros, pero también tenía contactos con la buena sociedad de su época. Durante su infancia, María Guerrero recibió una esmerada educación –muy por encima de lo que se estilaba que era correcto para las «señoritas burguesas» de entonces–, y gracias a las conexiones de su padre, tuvo un estrecho contacto con los círculos culturales y artísticos.

Cuando rondaba los 18 años, Guerrero decidió iniciar una carrera como actriz dramática. Para ello, logró que Teodora Lamadrid, que había sido la gran estrella de la cartelera madrileña y que ya estaba retirada, se convirtiese en su profesora, enseñándole los secretos del arte dramático. Las amistades de su padre hicieron el resto: poco después, decidida a subirse a los escenarios y lucirse, Guerrero entró en una compañía de teatro madrileña. Como se explica en el documental sonoro María Guerrero, Grande del teatro español, Lamadrid creía que ese estreno era demasiado pronto, pero Guerrero era ambiciosa: no solo no lo retrasó, sino que pidió interpretar una canción en francés para demostrar todas sus habilidades. En los primeros minutos, la entonces diletante se quedó bloqueada –el apuntador, que no hablaba idiomas, no podía ayudarla–, pero siguió adelante; su carrera había empezado: se avecinaban décadas de éxitos.

Una nueva estrella

En un primer momento, Guerrero se benefició de las conexiones de su padre y de su fortuna, ya que a finales del siglo XIX, Ramón Guerrero se hizo con la licencia de explotación del Teatro Español para su hija. Limitar la carrera de María Guerrero a lo que la posición de su padre le permitió conseguir, sin embargo, sería un grave error: la actriz no hizo más que beneficiarse en sus inicios de su círculo familiar, como tantos otros, pero después logró transcender más allá de esto (lo que, por supuesto, no tantos conseguían). Desde el Teatro Español, la actriz se convirtió en una eficiente empresaria, con una visión muy clara de los negocios y con un poder de influencia sobre las tendencias teatrales difícilmente igualable.

La actriz no hizo más que beneficiarse en sus inicios de su círculo familiar: después, en cambio, logró transcender más allá de esto

Guerrero creó su propia compañía, la cual compartiría después con su marido, el también actor Fernando Díaz de Mendoza, que había sido un «señorito tronado» de la España de la Restauración. No sería una buena elección: el aristócrata –era conde, luego sería marqués y estaba conectado por vía familiar con varias familias nobiliarias– se hizo actor para tener ingresos, y aunque la empresa teatral comenzaría siendo muy rentable, una mala inversión a finales de la década de 1910 los llevó a perder mucho dinero. Hasta entonces, la compañía Guerrero Díaz de Mendoza había protagonizado giras muy beneficiosas por Latinoamérica, convirtiéndose en el epicentro de la escena teatral madrileña desde el Teatro de la Princesa (ese que ahora se llama, justamente, Teatro María Guerrero).

Si el nombre de la dramaturga es importante para la historia del teatro español no es solo por su enorme popularidad, que hacía de ella uno de los nombres más reconocidos del arte escénico de la España de cambio de siglo, sino también por lo que supuso –como empresaria– para su renovación. Ahora, los especialistas en la historia teatral destacan su papel en la popularización de un nuevo tipo de obras y en el salto a la modernidad teatral que dominaría el siglo XX, pero también en cómo consiguió poner nuevamente en valor el teatro del Siglo de Oro. Su éxito, además, llevó a que los escritores del momento pasasen a pensar también en grandes personajes femeninos.

A María Guerrero también se le debe algo tan prosaico como habitual: su compañía fue la primera que, en 1900, apagó las luces, dejando solo encendidas las del escenario. A partir de entonces, la atención de los espectadores se centró en las obras y no tanto en cotillear quién estaba en la sala.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

¿Qué nos hace felices?

Luis Suárez Mariño

Pensemos qué sería de nuestras vidas sin museos, sin música, sin teatro o de qué modo quedarían reducidas sin ellos.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME