Cultura

Mediación cultural: qué es y por qué la necesitas en tu vida

La mediación cultural busca abrir canales de comunicación multidireccionales entre los distintos agentes que conforman el ecosistema de la cultura.

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30
mayo
2024

Hace poco vi Bellas Artes, una miniserie en la que su protagonista, Antonio Dumas, acaba de ser nombrado director del ficticio Museo Iberoamericano de Arte Moderno. En tono mordaz y sarcástico, la serie retrata un mundo del arte contemporáneo paradójicamente superficial en su pretendida profundidad moral. El «pobre» Antonio ha de enfrentarse en su gestión a algunos contratiempos: un público que no entiende la obra expuesta, activistas que destrozan una estatua que representa a un polémico creador o un colectivo de artistas senegaleses que resulta ser un grupo de inmigrantes sin papeles en busca de residencia en España. Nada de esto le hubiera sucedido si su museo hubiera contado con un departamento de mediación cultural.

Aunque a veces no lo parezca, el arte y la cultura constituyen espacios privilegiados para el encuentro y el diálogo social. Y son de todos, no solo para unos pocos. Cuando vas al teatro, sueles hacerlo con otras personas, lo cual refuerza vínculos sociales. Desde el escenario, el autor pone ante ti historias y perspectivas de la realidad que tal vez no tengan nada que ver con la tuya; la directora ha imaginado un mundo para esas historias que te desconciertan; y el elenco transmite unas emociones que quizá nunca te hubieras planteado. Pero ahí están y las sientes, y se te enciende una bombillita –más en el pecho que en la cabeza– y un mudo «¡ah!» acude a tu mente. Lo que sientes es empatía. Después vas a tomar algo con tu acompañante y comentáis lo que habéis visto, y puede incluso que su percepción sea distinta a la tuya y que te haga entender la obra desde otro punto de vista. Y te vas a casa y quizás los temas que se trataban siguen rondándote la cabeza y buscas más información. Enhorabuena, además de desarrollar tu sensibilidad y pensamiento crítico, estás abriendo tu mente a nuevas formas de entender y estar en el mundo.

Ese es el (súper)poder del arte y, por eso, el derecho a la cultura está reconocido en la Carta Universal de Derechos Humanos, ni más ni menos. Esto del derecho a la cultura no es ninguna invención de la gente del sector para reclamar más atención o ayudas. Es muy real y comprende los derechos de acceso (poder conocer), participación (poder decidir) y contribución (poder crear y aportar) a la vida cultural de todas las personas. El problema es que a menudo nos olvidamos de que, tan importantes como el arte en sí mismo, son los mecanismos y las políticas que se ponen en marcha, no solo para garantizar este derecho, sino para que todos sintamos la cultura como algo verdaderamente nuestro, consustancial a nuestro ser y, por tanto, absolutamente esencial. La reciente creación de una Dirección General de Derechos Culturales en el Ministerio de Cultura resulta ciertamente esperanzadora en este sentido.

Mediación son todas aquellas acciones que tienden puentes entre distintas partes con el objetivo de intercambiar puntos de vista y enriquecerse mutuamente

Y ese es el (súper)poder de la mediación cultural. Mediación son todas aquellas acciones que tienden puentes entre distintas partes con el objetivo de intercambiar puntos de vista y enriquecerse mutuamente. En el ejemplo del teatro, la comunicación es unidireccional: el autor transmite un mensaje al espectador, quien lo recibe, elabora y, eventualmente, dicho mensaje le transforma. La mediación, por su parte, busca abrir canales de comunicación multidireccionales entre los distintos agentes que conforman el ecosistema cultural: instituciones culturales, ciudadanía, Administraciones públicas, organizaciones sociales, artistas… Las combinaciones son prácticamente infinitas.

Además, en la mediación se suelen emplear metodologías de trabajo que fomentan la escucha activa, el diálogo y la participación de todas las personas involucradas. Esto último –la participación– es clave desde el punto de vista del derecho a la cultura que, como ya sabemos, no consiste únicamente en que todas las personas puedan acceder a la cultura, por ejemplo, yendo al teatro (lo que llamamos «democratización de la cultura»); sino que incluye también la capacidad de tomar decisiones y aportar a la vida cultural según nuestras convicciones y circunstancias («democracia cultural»).

En la práctica, esto que parece tan abstracto, puede concretarse de múltiples maneras gracias a la mediación cultural. Buen ejemplo de ello son algunos de los proyectos apoyados por la Fundación Daniel y Nina Carasso en los últimos años. En el proyecto UCI Pediátrica, un mediador de la asociación Concomitentes trabajó con un grupo de enfermeros y enfermeras de la UCI pediátrica del Hospital Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife) con el fin de ayudarles en su objetivo de hacer de la UCI un lugar más amable para los pequeños pacientes y sus familias. Tras meses de sesiones de trabajo conjuntas para concretar al máximo los deseos, necesidades y objetivos del grupo, el mediador les propuso una serie de artistas que, a través de su obra, podían dar respuesta a esas necesidades. Así, el grupo empezó a trabajar con un arquitecto, una periodista, un escritor y una ilustradora en la creación de una biblioteca –la Cuidateca–, un cuento ilustrado –Hospitalario– y un pódcast –En la UCI pediátrica–. Este es un caso de mediación que además pone de manifiesto la transversalidad de la cultura. Porque sí, el arte y la cultura también pueden estar presentes en un hospital y, de hecho, ayudar a mejorar su función.

En la mediación se suelen emplear metodologías de trabajo que fomentan la escucha activa, el diálogo y la participación de todas las personas involucradas

Otro ejemplo es Habitar el Palacio, en el que una mediadora y gestora cultural de la Mancomunidad de Municipios del Valle del Jerte trabaja con los habitantes de esta zona rural en el diseño participativo del nuevo plan de usos y programación cultural del Palacio del Cerezo, un palacio de congresos que tras la crisis financiera de 2008 quedó en desuso. Se realizaron presentaciones públicas de experiencias inspiradoras similares a las del Palacio, seguidas de dinámicas grupales para proponer ideas; sesiones colectivas de reverdecimiento de los espacios del Palacio; o talleres de construcción de mobiliario polivalente para el mismo, junto con un colectivo de arquitectos. Hoy, en el espacio se programan desde exposiciones hasta clases de yoga, por decisión de la ciudadanía.

En el proyecto Vibras (Fundación Tomillo y Kubbo), la mediación crea vínculos entre personas a través del arte. En él, un grupo de jóvenes de los distritos de Carabanchel y Usera (Madrid) reciben clases de danza, freestyle o producción musical en las que, además de aprender una profesión artística, desarrollan su autoestima y un sentido de pertenencia, gracias a los artistas y mediadores que los acompañan.

Si el museo dirigido por Antonio Dumas hubiera tenido un área de mediación, podría haber diseñado actividades específicas para favorecer una conexión real del público con sus contenidos, haber abierto espacios de diálogo con los activistas o generado redes de apoyo locales para los artistas senegaleses. Por suerte, cada vez son más las entidades que trabajan en la expansión de los derechos culturales a través de la mediación. Programas como los Labs Bibliotecarios del Ministerio; la red Museo Situado, de la que forma parte el Museo Reina Sofía; o la Fundación Carulla dan testimonio de ello. Además, el recientemente publicado Cuaderno Carasso, Alianzas para una democracia cultural, recoge experiencias inspiradoras y herramientas útiles para el desarrollo de proyectos de este tipo.

El arte y la cultura se convierten en potentes motores de participación y transformación social gracias a la mediación porque esta posibilita que la ciudadanía reflexione, comparta y participe en la definición y resolución de las problemáticas de su entorno, lo que incrementa la calidad democrática –no solo la cultural–. Esto hace de ella un elemento fundamental en cualquier proyecto, política o institución cultural… y en cualquier sociedad. Así que a las personas que trabajamos en esto nos toca defenderla e impulsarla, y apoyar a los y las profesionales que se dedican a ella. Pero eso ya es un tema para otro artículo.


Cristina Sáez Estrela es responsable de programas de Arte Ciudadano – España en la Fundación Daniel y Nina Carasso.

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