Educación
«Si no trabajamos con los acosadores en la infancia, pueden perpetrar violencia como adultos»
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El acoso escolar ha aumentado un 20% en los últimos años, según datos del Observatorio para España de Acoso Escolar Sin Fronteras. No es casualidad: el auge de las nuevas tecnologías está generando nuevas formas de violencia a través de unas redes sociales cada vez más presentes en la vida de niños y adolescentes. Para frenarlas, la prevención y la sensibilización se configuran como vías imprescindibles. El Máster Universitario en Acoso Escolar y Mediación de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), dirigido por Antonia Martí Arias, doctora en Investigación en Psicología, es pionero en ofrecer a la comunidad educativa herramientas específicas para actuar frente a la complejidad de la violencia en el entorno escolar. Hablamos con ella sobre cómo erradicar esta clase de violencia.
La Asociación Valenciana de Acoso Escolar estima que el bullying afecta a seis de cada diez jóvenes entre 8 y 14 años, si bien la cifra es aún mayor si atendemos a los datos de International Bullying Sin Fronteras. ¿Cuál cree que es la panorámica actual del acoso escolar en España?
Las estadísticas dependen de la fuente que se revise: a día de hoy no existen datos unificados porque no se ha hecho un estudio nacional que pueda determinarlo; así, muchas veces, las cifras se basan en datos cualitativos de encuestas. Ahora mismo podríamos estar en torno a uno de cada tres niños y niñas. Sea como sea, el acoso existe y el ciberacoso se ha extendido, y muchas comunidades autónomas no cuentan con datos que permitan poner en marcha mejores medidas de prevención.
«Ahora mismo, en cuanto a quienes sufren acoso, podríamos estar en torno a uno de cada tres niños y niñas»
¿Qué factores predisponen a perpetrar esta clase de acoso?
Existen factores de riesgo que pueden precipitar el ejercicio de estas violencias. Uno de ellos puede ser haber sido víctima de algún tipo de acoso o violencia en casa, si bien también influyen factores de personalidad, como el déficit en el control de la ira, los problemas de comunicación con los progenitores, tener un trastorno disocial o un trastorno negativista desafiante. Son factores que pueden precipitar no solo el acoso, sino también la violencia. Si no trabajamos con el acosador, este puede llegar a ser un adulto perpetrador de violencia, ya que es algo que no se ha resuelto. Es muy importante que se trabaje con el agresor.
¿Y en cuanto a las víctimas?
Hace tiempo pensábamos que podían influir ciertas características físicas (como tener más o menos altura o más o menos peso), pero ahora hemos visto que da igual: cualquier rasgo que una persona vea en ti puede ser un factor para desencadenar violencia. A día de hoy, y cuantos más casos conocemos, vemos que son niños y niñas con una perfecta adaptación y con diferencias normalizadas. Es la persona que agrede quien ve esa diferencia.
¿El antecedente de toda violencia es habitualmente haber experimentado una violencia anterior, aunque sea en ámbitos diferentes del educativo?
En muchos casos sí. Cuando alguien crece y observa que la forma de gestionar las dificultades es a través de la violencia (no solo física, ya que también puede ser verbal), interioriza que así se aprenden las cosas. En otros casos solo es un factor personal, vinculado con el control de la ira o una baja autoestima. Hay contextos donde la familia sí que tiene pautas disfuncionales, pero también ocurre en familias normalizadas. Es muy importante que se vea a gran escala cuáles son las causas de la violencia.
«Cualquier rasgo que una persona vea en ti puede ser un factor para desencadenar violencia»
Hemos conocido casos de adolescentes que han llegado a suicidarse, lo que puede dar una pista del sufrimiento que supone esta realidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) hablaba de unos 200.000. Sin llegar a una situación tan extrema, ¿qué otras consecuencias puede tener el acoso escolar?
Múltiples, desde trastornos emocionales diversos hasta trastornos de estrés postraumático, depresión, ansiedad generalizada, falta de autoconfianza o desconfianza hacia el resto del mundo. Son situaciones que se quedan grabadas y acaban condicionando la vida posterior. Muchas personas adultas están toda la vida en terapia por haber recibido acoso escolar y a veces, al convertirse en padres y madres, sufren depresión y ansiedad. El acoso acaba marcándote.
Solemos hablar de acosadores y víctimas puras, pero también existen grupos mixtos de escolares que son víctimas de la violencia escolar y que, a su vez, participan en acciones de acoso contra otros compañeros. ¿Qué influye a la hora de desempeñar ambos comportamientos de forma simultánea?
Se trata de un doble rol, pero no se suele dar al mismo tiempo: primero se ha sido víctima y luego se convierten en agresores o agresoras. Es como una venganza, una forma de gestionar la rabia donde se acaba generando violencia. En las charlas de los centros educativos muchas veces he visto que cuando dices lo que es el acoso hay conductas muy sutiles que los niños no entienden, lo ven como una broma o un juego. Por eso hace falta seguir trabajando mucho con la población infantil.
Según un estudio realizado por varias fundaciones, durante el pasado curso casi el 25% del alumnado percibió algún caso de acoso escolar en su clase. Aunque no se viva de primera mano una situación de acoso, ¿ser testigo también tiene consecuencias en el desarrollo psicológico y social?
Claro, el espectador también sufre riesgo. Puede darse una normalización de la violencia o una falta de empatía, el «prefiero no meterme porque luego puede pasarme a mí». Eso genera un inmovilismo hacia las injusticias y lo que no está bien. También pueden aprender que así se resuelven conflictos: puede despertar agresividad en esos testigos.
¿Cuáles son los indicios para detectar un posible caso de acoso escolar cuando el niño o niña no lo dice directamente?
Cambios de hábitos que no tengan mucha explicación, dolores de barriga, de cabeza, variaciones en la manera de relacionarse o decir que no quiere ir al cole de forma constante. Las calificaciones escolares no tienen por qué bajar. Se da un cambio en la personalidad del niño o niña, pero muchas veces esto no influye en el rendimiento, ya que pueden tener la capacidad de continuar con sus estudios del mismo modo. En el cole, el profesorado tiene que estar atento, vigilar los patios, las zonas ocultas, observar en los pasillos y ver qué relaciones se están dando. Y tienen que conocer muy bien al alumnado para ser consciente de si pueden darse situaciones de acoso.
«Muchas personas adultas están toda la vida en terapia por haber recibido acoso escolar»
¿El profesorado está suficientemente preparado poder hacerlo?
La formación es muy importante, pero debería existir un protocolo unificado a nivel nacional, no por autonomías. También es necesario bajar la ratio de las aulas para puedan atender a todo lo que se produce en ellas, así como una mayor estabilidad para conocer al alumnado y sus familias. Si cada año tienen una clase distinta es difícil detectar si hay pautas familiares de violencia o pautas sobreprotectoras, por ejemplo. Hay que conectar con el alumnado.
Desde hace unos años se están dando nuevas vías de intimidación a través de las nuevas tecnologías. Instagram, WhatsApp, Facebook e incluso el e-mail se han convertido en canales idóneos para ejercer el acoso. ¿Cómo intervenir en esta nueva realidad?
El papel de vigilancia es importante cuando hablamos de ciberacoso, sobre todo en las familias. Todos los niños tienen móvil a partir de la comunión, pero no todos están preparados para usarlos. Hay que ver a qué sitios se conectan, cuánto tiempo, disponer de las claves de acceso, controlar que no se hagan cuentas privadas y, en definitiva, ejercer un control parental. Los niños y niñas manejan el móvil y no tienen madurez para poder hacerlo, ni suelen contar con nuestra supervisión. Habría que ponerles unas normas antes de darles un móvil. Para las personas adultas estos aparatos son una herramienta de trabajo, pero para ellos es darles acceso cualquier tipo de información. La tecnología ha avanzado muy rápido y todavía no la gestionamos bien.
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