Educación

¿Están reaccionando los colegios ante el bullying?

La toma de conciencia y la información sobre el acoso escolar es cada vez mayor, pero los centros educativos no parecen encontrar soluciones efectivas frente a este problema. La violencia generalizada a nivel social, la ausencia de un plan estatal de prevención y el agotamiento por parte del profesorado dificultan los avances.

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25
octubre
2023

Cambios de hábitos, somatizaciones como dolor de tripa o de cabeza, variaciones en la forma de relacionarse o falta de motivación para asistir al colegio. El cuerpo y la voz de los niños, niñas y adolescentes que sufren bullying suele hablar de varias formas, aunque en muchas ocasiones ni las familias ni el profesorado sepan escucharlo o entiendan su lenguaje. Sea por el motivo que sea, la realidad es que una parte importante de la población más joven sufre violencia en sus centros educativos, que tiene consecuencias en su salud mental y emocional. La Asociación Valenciana de Acoso Escolar estima que el bullying afecta a seis de cada diez adolescentes entre 8 y 14 años, aunque la cifra es aún mayor si atendemos a los datos de International Bullying Sin Fronteras.

Existen estudios de distintas fuentes, los medios de comunicación han empezado a hacerse eco del problema, las familias denuncian cada vez más lo ocurrido. ¿Entonces por qué las cifras no se reducen? ¿Están los centros educativos también haciendo su trabajo? La cuestión central es que los protocolos oficiales existentes se aplican cuando ya se ha producido un caso de acoso y se tiene conocimiento del mismo. Pero, tal y como indican desde AEPAE (Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar) se trata de procesos lentos, con interminable burocracia y donde el objetivo se orienta a delimitar responsabilidades.

Al igual que ocurre con muchas otras violencias, la medida más efectiva para atajarlas es la que se centra en la prevención. Y esta es la asignatura pendiente, puesto que no existe un plan estatal –más allá del impulsado por algunas asociaciones o colectivos–, sino que cada centro o cada comunidad autónoma implanta sus propias medidas. Además, lograr un clima cálido en el aula, realizar actividades de sensibilización y de fomento de la diversidad o trabajar la resolución de conflictos no parece demasiado fácil por varios motivos. En las aulas, la ratio de alumnado sobrepasa con creces la adecuada para conocer los deseos, problemas y dificultades de cada persona. Pero además, resulta complicado abordar ciertas situaciones cuando los equipos docentes adolecen de falta de motivación. El estudio El profesorado en España 2023, de Educo Barómetro, refleja que casi el 40% de los y las docentes viven su trabajo con distanciamiento e indiferencia. El estrés, la ansiedad y la depresión son habituales, entre otros motivos, porque ven sobrepasadas sus posibilidades de actuación frente a las necesidades del alumnado.

El bullying afecta a seis de cada diez adolescentes entre 8 y 14 años, aunque se estima que la cifra podría ser aún mayor

¿Qué hacer entonces frente al abuso y acoso en los entornos educativos? Puede que lo que ocurra en las aulas no sea más que un reflejo de lo que sucede en la sociedad. La violencia se ha convertido en un elemento que circula a gran velocidad entre todo tipo de relaciones interpersonales y se apoya, entre otros pilares, en el anonimato y la libertad que ofrecen las nuevas tecnologías. Incluso aunque el profesorado tuviera las condiciones ideales para poner en marcha acciones contundentes para frenar el acoso escolar, de poco servirían si desde las propias familias no se refuerza también esta labor para luchar contra las actitudes racistas, lgtbfóbicas y los discursos de odio, opuestos a la resolución pacífica de conflictos y a los Derechos Humanos.

Y es que, aunque el bullying se haya convertido en un problema de hondura, quizá no sea el único que habita en los centros escolares. Quizá sea necesaria una revisión del propio sistema educativo para que los centros se conviertan en lo que realmente se necesitaría que fueran: espacios donde profesorado, alumnado y familias aporten sus conocimientos y experiencias para construir una nutritiva comunidad de aprendizaje. Entornos donde la coordinación entre los distintos departamentos y la dirección se enfoque verdaderamente a atajar los problemas y el profesorado no tenga la sensación de que toda la responsabilidad recae en su trabajo individual. Porque algo tan inmenso como la violencia solo se puede atajar aunando recursos, energías, voluntad y una labor coordinada desde múltiples perspectivas. Porque si la juventud es el futuro, será necesario encontrar las vías para que ese futuro merezca la alegría.

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