Por qué las instituciones educativas deben actuar para garantizar el bienestar de los jóvenes

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Tatiana Aneiros

La salud mental ha tomado una posición muy diferente en la sociedad tras la pandemia. Se ha puesto en el foco de la atención pública un tema que hasta el momento era tabú y que ha hecho saltar todas las alarmas ante la falta de recursos (sobre todo humanos), especialmente debido al incremento de casos entre la población más joven. 

Con el tiempo y los avances en materia de salud mental se le han ido poniendo también nombre a algunas conductas, como es el caso del bullying, algo más que necesario teniendo en cuenta que, según los últimos datos de La Fundación Anar, uno de cada cuatro estudiantes (24,4%) percibe que existe acoso escolar en el entorno. Otro estudio de la Universidad de Alcalá a petición del Ministerio de Universidades revela una respuesta alarmante, y es que ante la pregunta «¿Has acosado alguna vez a alguien?», el 4,58% contestan afirmativamente, un porcentaje muy similar a los que confiesan haber ciberacosado, que representan el 4,62%. De hecho, muchos reconocen que han podido participar sin darse cuenta del daño ocasionado. 

Ante la firmeza –y crudeza– de los datos, las recomendaciones del estudio de la Universidad de Alcalá de Henares fueron incrementar la lucha contra el bullying disminuyendo la carga burocrática que conlleva por parte de los docentes la gestión de los casos y aumentar las destrezas de los estudiantes en la resolución de conflictos.

El 50% de los jóvenes afirma haber recurrido a apoyo psicológico por problemas de salud mental recientes

Lo cierto es que nosotros pensamos que todos aquellos que conformamos el ecosistema educativo, de una u otra forma, debemos actuar de inmediato ante una juventud en la que (según los datos que arroja el Ministerio de Universidades en su estudio sobre La salud mental en el estudiantado de las universidades españolas, publicado hace apenas unas semanas) el 50% afirma haber recurrido a apoyo psicológico por problemas de salud mental recientes y que ha consultado alguna vez a algún profesional sanitario por un problema de salud mental. Además, la prevalencia de ansiedad moderada o grave se presenta, aproximadamente, en uno de cada dos estudiantes. Y lo que es más: uno de cada cinco ha tenido pensamientos suicidas durante las dos semanas previas a la encuesta.

La etapa universitaria y, por tanto, la juventud, debería ser de las etapas más memorables de nuestros jóvenes, razón por la que es de inmediata obligación que tomemos riendas en el asunto y no dejemos pasar un minuto más. Hace años que percibimos las alarmas, algo fundamental, ya que para llegar a tiempo es necesario prestar atención a los cambios de hábitos de los estudiantes, algo que se logra únicamente cuando la conexión entre institución y estudiante es estrecha. 

Detectada la carencia, nos pusimos manos a la obra y lanzamos un completo programa de actividades para ayudar a los estudiantes en los procesos de integración, acompañándolos durante esta etapa de mano de los equipos de Resa y garantizando su bienestar. En 2019, dimos un paso más con el proyecto Wellbeing con el objetivo de detectar cualquier tipo de cambio o hábito de los estudiantes y, así, poner en marcha un protocolo de actuación rápido. Pero el último que hemos dado, creyendo fervientemente en los principios del bienestar, es la puesta en marcha del primer protocolo antiacoso en el ámbito educativo.

El fin último es claro: que todos aquellos que vayan a disfrutar de una nueva etapa universitaria lo hagan en un ambiente sano y sin miedos; sin duda, les debemos una juventud feliz.

Tatiana Aneiros es directora de operaciones de Resa.