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«La calidad de un sistema educativo nunca es más alta que la de su profesorado»

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25
octubre
2022

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Todavía desconocemos si la nueva era en la que nos adentramos será más deseable o menos que la que dejamos atrás. Lo que resulta evidente es que, aunque suframos una superposición de grandes crisis, podremos salir airosos si aprendemos de los errores y orientamos el curso de la historia hacia un destino más sostenible. La educación, como principal arquitecta de la sociedad, es crucial para conseguirlo. En el marco de las Jornadas de Sostenibilidad 2022: Acelerar la recuperación desde la ESG, organizadas por Redeia, Pilar Alegría (Zaragoza, 1977), ministra de Educación y Formación Profesional, conversa con Ethic sobre la digitalización en las aulas, la figura del docente actual, el futuro de la Formación Profesional y, sobre todo, el desafío de conjugar educación y empleabilidad. Asuntos claves para la transformación de la educación que, por ende, implica también la transformación de la sociedad.


Hace tiempo, Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO y ex ministro de Educación, afirmó que el mayor disparate que ha sucedido en las aulas ha sido confundir la capacitación con la educación. ¿Hasta qué punto comparte usted esta reflexión?

Tengo la mayor admiración y respeto intelectual por Federico Mayor Zaragoza. No me atrevería a contradecirlo. Pero este se trata de un debate permanente entre los expertos y los docentes y, desde luego, me parece indiscutible que si hablamos de la enseñanza básica el objetivo primordial es el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos. Si uno se fija en los veintiún principios que recoge en su primer artículo la actual Ley de Educación verá que todos van en esa dirección de favorecer el desarrollo personal e intelectual de los alumnos, tanto en el ámbito individual como en el social, para que así puedan comprender mejor el mundo en el que van a vivir y, de forma inseparable, para que sean ciudadanos responsables, conocedores de sus derechos y respetuosos con los demás.

«La educación en competencias aumenta la motivación de los alumnos y hace más duraderos los conocimientos aprendidos»

Sin embargo, también debo reconocer que el sistema educativo en su conjunto está obligado a contemplar, en determinados momentos del itinerario educativo, qué habilidades o competencias necesitarán nuestros jóvenes para poder construir su futuro profesional. El pedagogo José Antonio Marina, en una entrevista en este mismo medio, lo expresaba de manera contundente al decir que o estamos en condiciones de formar a nuestros chicos para que aprovechen las oportunidades que va a traer una sociedad globalizada y ferozmente competitiva, o los vamos a dejar marginados.

Es un equilibrio delicado, pero pienso que si se tiene claro qué es lo prioritario —es decir, el desarrollo pleno intelectual y personal y la atención a los derechos y necesidades para una verdadera igualdad de oportunidades—, una buena educación también les servirá finalmente para que adquieran la capacitación profesional que elijan cuando llegue el momento.

Más concretamente, focalizar la enseñanza únicamente a la utilidad del mercado, ¿no deja fuera exactamente el saber, que es lo único que nos permite ser críticos?

Como he dicho antes, no es ese el planteamiento que tiene la educación en nuestro país. Ni ahora ni antes. Más bien, a menudo se nos reprocha lo contrario, que los alumnos terminan la enseñanza obligatoria sin tener algunas capacidades básicas para poder integrarse después en el mundo laboral. 

Creo que no se trata de opciones excluyentes, sino de tener claras las prioridades. Favorecer el desarrollo intelectual, personal y social de todo el alumnado es la forma en que adquieren los saberes y conocimientos para comprender el mundo y tener criterio propio. Pero es evidente que, a los dieciséis años, hay jóvenes que no se sienten motivados para seguir estudiando, y lo mejor que puede hacer el sistema educativo es ofrecerle la oportunidad de hacer un grado de Formación Profesional que le sirva para encontrar un trabajo digno. ¿Es una utilidad del mercado? Sí, pero sobre todo es una herramienta de emancipación personal. Y me parece una gran contribución del sistema educativo.

«La Formación Profesional va a reducir el paro juvenil y aumentar la competitividad de las empresas»

El desempleo juvenil en España alcanza actualmente una tasa del 29,4%. Es una de las grandes amenazas del sistema. ¿Cómo mejoramos la relación entre educación y empleabilidad?

En la enseñanza básica obligatoria, ninguna. Lo que hace la reforma educativa que estamos empezando a aplicar este año en colaboración con las comunidades autónomas es definir unos perfiles de salida; es decir, qué competencias y conocimientos deben tener los alumnos al terminar la Primaria y la Secundaria. La orientación hacia las competencias, en lugar de ir a una simple enumeración de conocimientos, es algo que están haciendo la mayoría de países avanzados y que las instituciones internacionales nos vienen recomendando desde hace tiempo. Las competencias no están pensadas en términos de la empleabilidad futura, sino de las habilidades que se consideran imprescindibles para desenvolverse con autonomía en la sociedad del siglo XXI. 

Por ejemplo, se espera que sean competentes para expresarse y comunicarse; en otras palabras, no solo que dominen la gramática, sino que sepan dar forma a sus ideas y expresarlas en distintos medios. O que entiendan los conceptos básicos de la programación informática como uno de los nuevos lenguajes del presente, o que hablen idiomas aparte de la lengua materna y que sepan cómo poner en marcha un proyecto o cómo ejercer sus derechos como ciudadanos. Que sean competentes en ciencias y matemáticas, porque estos conocimientos serán indispensables para las demás actividades. La educación en competencias es una forma de aumentar la motivación de los alumnos y de hacer más duraderos los conocimientos aprendidos. Es posible que eso los prepare mejor para recibir después una formación profesionalizante, pero lo verdaderamente importante es que les hará más capaces para dirigir su vida de acuerdo con sus preferencias y expectativas.

La Formación Profesional, hasta hace algunos años despreciada, parece alzarse como importante vía para combatir el desempleo. ¿Cómo puede esta modalidad favorecer un mercado laboral más equitativo? ¿Cuál es su estado de salud en la actualidad? 

Estamos en el gran momento de la Formación Profesional en España. Está ganando prestigio social y, lo que es más importante, el interés de los jóvenes y de sus familias, que ven en ella una apuesta segura para acceder a un empleo cualificado. Desde el principio de la legislatura, el número de alumnos ha aumentado un 22.5 % y estamos ya en una cifra cercana a 1,1 millones.

«Queremos una profesión docente todavía mejor formada, más vocacional, con mayor reconocimiento profesional y social»

La razón de este despegue (tan esperado desde hace años) ha sido la coincidencia temporal de tres factores clave. En primer lugar, la paradoja de que en España sigamos teniendo un elevado paro juvenil al tiempo que muchas empresas tienen serias dificultades para encontrar determinados perfiles profesionales de nivel técnico medio, lo que ha evidenciado que la causa principal es el insuficiente desarrollo en nuestro país de la FP en comparación con otros países europeos. 

En segundo lugar, la apuesta decidida del Gobierno desde el primer momento para impulsar la modernización y transformación de la FP, que se ha traducido en la aprobación de una nueva Ley Orgánica con un amplio consenso social y político, la creación de 230.000 nuevas plazas y la aprobación de nuevas titulaciones relacionadas con tecnologías emergentes en colaboración con empresas especializadas de cada sector. Y, por último, la llegada de los fondos europeos Next Generation, que han permitido reforzar todavía más el impulso y modernización de la FP. 

El impulso que se le ha dado en esta legislatura es formidable, pero estoy convencida de que estamos todavía al principio de un cambio estructural para nuestro sistema educativo y también productivo. Vamos a ver reducido progresivamente el paro juvenil y aumentar la productividad y competitividad de nuestras empresas. Por eso es un cambio estratégico de gran alcance, un auténtico proyecto de país.

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De izquierda a derecha: Marta García Aller, periodista; Pilar Alegría, Ministra de Educación y Formación Profesional y Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, en las jornadas anuales organizadas por Redeia.

Volviendo a Mayor Zaragoza, él afirmaba que el mayor reto de la escuela es dejar actuar a los docentes. ¿Se ha dejado de confiar en la labor autónoma del profesor en el aula? ¿Es posible llevar a cabo el cambio transversal que buscamos sin reforzar la figura del profesor? 

Comparto plenamente esa idea y en el Ministerio estamos trabajando activamente en esa dirección. En el mundo educativo es un dicho común —y difícilmente discutible— que la calidad de un sistema educativo nunca es más alta que la calidad de su profesorado.

En España tenemos un buen profesorado; no sería justo ni objetivo decir algo distinto. Eso es lo que ha permitido, entre otras cosas, el esfuerzo extraordinario que se ha hecho en las dos últimas décadas para la integración de alumnos de origen extranjero, cuyo número se ha multiplicado por seis hasta llegar al 10,7 % del total. O la forma ejemplar y comprometida con que nuestros docentes han afrontado la gestión de la pandemia en las aulas.

Dicho eso, nuestro sistema de acceso a la profesión docente llevaba décadas pendiente de actualización, tanto de los sistemas de selección como de los propios temarios, y tampoco estaba bien definida una verdadera carrera profesional. Por eso hemos dado los primeros pasos para la que, en el largo plazo, pueda ser la reforma educativa más importante de esta legislatura, una que pretende mejorar la formación que reciben los futuros maestros y profesores en la universidad (así como la formación práctica previa a su incorporación) y que también quiere modificar el sistema de selección y acceso a la profesión para elegir a quienes tienen más inclinación vocacional y mejor preparación pedagógica. Por último, proponemos la elaboración de un futuro estatuto del docente que facilite y estimule la formación permanente, imprescindible en cualquier actividad profesional, y el desarrollo de una verdadera carrera profesional que sea estimulante y reconocedora del esfuerzo y los logros conseguidos. 

En definitiva, queremos que el verdadero motor de la mejora de nuestro sistema educativo sea una profesión docente todavía mejor formada, más vocacional y con mayor reconocimiento profesional y social.

«La pandemia evidenció que es imprescindible el contacto personal, tanto con los compañeros como con el profesor»

La digitalización también va a jugar un papel estratégico en la transformación de las aulas. ¿Llegará un día en el que se enseñe en remoto y únicamente con contenidos virtuales? 

Espero que no. Una de las pocas cosas buenas que nos dejó la pandemia fue la evidencia de que, al menos en la educación básica, es imprescindible el contacto personal, el juego con los compañeros, la relación con los amigos, la interacción cercana con el profesor. Todo eso se ha revelado imprescindible para asegurar el bienestar personal de los alumnos, que es el paso previo para un aprendizaje provechoso. Todos los informes que se han ido conociendo del resultado que dio la inmersión forzosa en la educación en línea durante el confinamiento nos hablan de pérdidas de aprendizaje, de deterioro del bienestar emocional y de agravamiento de las desigualdades sociales. 

Es cierto que algunos de esos problemas se pueden corregir —y se está haciendo— con una mejor dotación de dispositivos y conectividad en los centros educativos y con una preparación adecuada de los profesores y de las metodologías pedagógicas. Pero estoy convencida de que la educación presencial en las etapas obligatorias seguirá siendo esencial para poder cumplir sus objetivos.

No obstante, esto no quiere decir que la digitalización de la educación no vaya a seguir avanzando. De hecho, nosotros estamos dedicando una parte importante de los fondos europeos Next Generation a ella porque lo digital es importante como contenido educativo y también como herramienta para mejorar el funcionamiento de los centros educativos y adaptarlos a la realidad cotidiana de los alumnos. 

Además, creo que eso nos permitirá personalizar más la enseñanza, atender necesidades especiales, hacer posible que los alumnos que no puedan asistir temporalmente por cualquier motivo no pierdan clases, favorecer el contacto e intercambio con otros centros educativos… Y, por supuesto, para las etapas más avanzadas, como la Formación Profesional de grado superior, dar la posibilidad de acceder a estos estudios en remoto es una gran oportunidad para quienes ya están trabajando o viven lejos del centro de formación. Para la enseñanza superior y para la formación continua de los trabajadores no tengo duda (porque ya está ocurriendo) de que la enseñanza en remoto va a tener un gran desarrollo. Pero siempre con profesores. 

Hay que moverse con prudencia, con buena preparación, atendiendo a las evidencias de la investigación científica; pero también con una actitud positiva, ya que no podemos ignorar que niños y adolescentes viven ya en una realidad digital que forma parte de su modo de ver y estar en el mundo, y la escuela no puede dar la espalda a esa realidad.

«Fomentar las vocaciones STEAM entre niñas y jóvenes es fundamental para el desarrollo de nuestro modelo productivo»

Precisamente estas tecnologías digitales están cambiando y perfilando un nuevo mundo. Sin embargo, la mayoría de las personas (más del 84% en la UE) que trabajan en STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) son hombres. Esto, pese a que presentan resultados académicos similares, empieza desde la infancia: solo un 0,4% de las chicas espera trabajar en TIC. ¿Qué implicaciones tiene esta realidad? ¿Cómo favorecer las opciones STEAM entre niñas y mujeres?

La primera implicación es clara: un país no puede prescindir del talento de la mitad de su población.  Fomentar las vocaciones STEAM entre niñas y jóvenes es una cuestión  también fundamental para el desarrollo de nuestro modelo productivo y de país.  Para seguir avanzando en la modernización de España, necesitamos incorporar el talento femenino a la ciencia y la tecnología.  La brecha de género en estos ámbitos es una realidad y comienza a detectarse, además, en edades muy tempranas. Desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional estamos trabajando en la Alianza STEAM Niñas en Pie de Ciencia, en la que contamos ya con más de cien empresas y entidades para lograr el objetivo de romper la brecha de género en las STEAM.  Necesitamos visibilizar los referentes femeninos, hay millones de mujeres en el mundo trabajando en ciencia y tecnología y mejorando nuestro día a día.  Pero hay que verlas, hay que acercarlas a esas otras chicas que piensan que no pueden llegar.  Hay que enseñarles que no tienen límites y que pueden ser lo que quieran.  Trabajamos para eso, para que la educación sea la herramienta para que nuestras niñas y jóvenes puedan llegar donde quieran. Y ese objetivo también se ha trasladado a la reforma educativa actualmente en curso.

En la conversación sobre las mejoras del sistema educativo siempre resurge ese tema por resolver: ¿por qué es tan complicado en la política española alcanzar una ley de educación conjunta entre los grandes partidos?

El debate educativo no es fácil: todos los ciudadanos tenemos nuestra propia opinión, basada en una experiencia personal, que suele dejar una impronta muy subjetiva. También hay gran divergencia de opiniones entre los expertos y los propios docentes. Y después hay otros intereses paralelos —y legítimos—, como los de la enseñanza concertada, la privada, la religiosa… Organizar un consenso político sobre esa base se ha visto que es un objetivo casi inalcanzable.

Pero debo decir que hay diferencias entre unos y otros. La ley actual fue aprobada por mayoría absoluta, con el apoyo de siete fuerzas políticas y la abstención de otras cinco. En cambio, cuando ha gobernado el PP las leyes educativas las ha aprobado sin ningún otro apoyo. En ese sentido, la ley actual refleja una mayor pluralidad y un consenso más amplio, por más dura que haya sido la reacción y la campaña que han mantenido desde la derecha.

Y, en el caso de la otra gran reforma educativa que hemos puesto en marcha, la Ley Orgánica de Formación Profesional, obtuvo la aprobación o la abstención de todo el Parlamento salvo el PP; claramente no por estar en contra del contenido de la ley, sino como forma de desgastar al Gobierno. Una reforma que fue negociada y avalada por sindicatos, empresarios y numerosas entidades.

No sé si ese gran consenso es posible, pero desde luego mi propósito desde que estoy en el Ministerio es intentar forjar acuerdos amplios para que sean duraderos. Es lo que hemos hecho con la ley de FP, es lo que queremos hacer con la reforma de la selectividad, de las enseñanzas artísticas o la reforma de la profesión docente. Siempre digo que conseguir acuerdos parciales es la forma más eficaz de ir disolviendo ese gran bloqueo nacional que hasta ahora ha impedido un acuerdo educativo general entre los grandes partidos.

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