Cultura

«El cine nos recuerda que siempre hemos reflexionado sobre nuestra relación con la naturaleza»

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21
octubre
2021

Marta García Larriu ocupa la silla de directora del Another Way Festival desde el año 2014: un certamen de cine internacional dedicado al desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático. Un paso distinto en una carrera profesional particularmente ecléctica, ya que además de ser productora audiovisual, su formación incluye las ciencias económicas. El festival celebra este año su VII edición entre varias ciudades españolas –aunque actuando de forma central desde Madrid– entre el 21 y el 28 de octubreLa directora, formada entre Estados Unidos y América Latina, atiende a Ethic por teléfono para valorar la programación de este año, el auge del documental ambiental y las posibilidades ofrecidas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con los se alinea el festival.


¿Por qué cree que es necesario un festival como Another Way en este año pospandemia? 

Con el reto tan grande al que nos enfrentamos con la crisis climática debemos sumarnos todos al movimiento por el cambio. Hay una cosa que queda muy clara en esta era pospandémica: no podemos seguir viviendo como lo estábamos haciendo; no podemos seguir teniendo la relación que teníamos con la naturaleza. Creo que el cine es uno de los mejores métodos para que las personas entendamos lo que está ocurriendo en el mundo. Todo suma, pero el lenguaje del siglo XXI es el del audiovisual: el más extendido, el que más rápido se puede difundir y el que más sensibiliza. Un documental puede ayudar a entender procesos muy complejos con imágenes imborrables a aquellos que no somos capaces de entender textos científicos.

El lema del festival es «Aunemos esperanzas». ¿Falta más cine con visiones positivas del futuro frente a los catastrofismos?

«Hay una cosa que queda muy clara en esta era pospandémica: no podemos seguir viviendo como lo estábamos haciendo»

No, yo creo que hay mucha esperanza. Si no la tuviéramos no nos levantaríamos por las mañanas. Hay mucha gente que está haciendo cosas por cambiar de rumbo, tanto fuera como dentro de España. Lo que intentamos hacer es invitar a unir fuerzas para dar ese empujón tan necesario. Hace falta un consenso social que logre la presión política que dé lugar a un cambio de marco importante. A los ciudadanos nos da miedo, a los políticos les da miedo y a los empresarios les da mucho miedo. Sumarse a la sostenibilidad, cierto, es sumarse a un mar de dudas, pero según el último informe del IPCC estamos entre la espada y la pared: o actuamos, o esto va a terminar mucho peor. Por eso, también tenemos directrices desde Europa que nos incitan con una herramienta más poderosa incluso que el cine, que es el dinero: las inversiones condicionadas a la sostenibilidad.

 ¿Qué representa este año la Sección Oficial?

En Another Way somos cinéfilos con alma ambientalista, pero también buscamos el glamour cinéfilo que supone traer las películas del momento, por eso este año tenemos nueve estrenos nacionales. Personalmente destacaría que es una programación muy sensible a la par que activista, con retratos de personas absolutamente increíbles. Aunque «increíble», sin embargo, es una palabra que incluso parece escasa para definir a Jacques Cousteau, a las jóvenes protagonistas de Dear Future Children o al médico de The Pink Indian Against The Invisible Beast. Hay una película en concreto, How to Kill a Cloud, en la que una científica finlandesa gana un concurso público en Emiratos Árabes para hacer que llueva en el desierto, un conflicto moral vinculado al desarrollo tecnológico que es extrapolable a muchísimas áreas de desarrollo que hoy investigamos. Esas dudas éticas que le surgen a la protagonista son muy actuales e interesantes, ponen en jaque al espectador.

¿Es un momento propicio para un tipo de documental –como el ambiental– que, en ocasiones, parece ignorado?

Hay un auge de este tipo de producciones porque los cineastas son seres humanos que, al final, ilustran la era que están viviendo. Siendo la crisis climática una de las mayores preocupaciones del momento, no es raro que haya personas que se dediquen a usar su arte para mostrarlo. Así que, creo que hay un incremento natural de esa producción, pero también lo hay producido de forma industrial. Por ejemplo, existen festivales como el de Cannes que este año han inaugurado una sección medioambiental. Eso, a su vez, incentiva la creatividad, porque se ve la oportunidad de rentabilizar y visibilizar más el trabajo propio, que es algo a lo que aspira cualquier cineasta.

¿Cómo considera que ha evolucionado el cine sobre el medio ambiente en estos 7 años que lleva existiendo el festival?

Creo que hay mayor cantidad y mayor calidad: se están poniendo más medios para este cine y, gracias a ello, se pueden hacer investigaciones más profundas con mejor tecnología. El género documental, en los últimos años, y en general, está viviendo una época dorada porque también los autores se atreven más a jugar con la narrativa, contando historias con métodos propios de la ficción para llegar mejor a las emociones. Todas estas herramientas, así como el interés palpable por el género, hacen que el cine sobre medio ambiente haya mejorado cualitativamente.

En cuanto a la naturaleza del cine ambiental, ¿cree que este debe generar un discurso?

Sí, es justo lo que decíamos con el lema de este año: unirnos todos en una ola de movimiento. La sostenibilidad es necesaria todo el tiempo, pero requiere una información tan abrumadora que solo nos podemos acercar de manera intensa a ella puntualmente. La función de estas películas es ir calando poco a poco.

En la Sección Orígenes es posible encontrarse con filmes como Tasio o Bailando con lobos. ¿Cómo se relacionan estas películas con la línea de conciencia que sigue el festival?

«El género documental está viviendo una época dorada porque los autores se atreven más a jugar con la narrativa»

En Tasio se encuentra la idea de vivir en el campo, volver al pueblo y a la comunidad; una relación directa con otro modo de vida. En Bailando con lobos, sin embargo, lo más interesante es la transformación del personaje de Kevin Costner, que pasa de ser un militar a alguien que se une a ‘el otro’, al que consideraba su enemigo: la veo como una guía para un cambio emocional tan relevante en la actualidad como cuando salió la película. El deseo de esta sección es recordar que esto no es una moda. El cine clásico nos recuerda que hace 20, 30 e incluso 50 años, siempre hemos reflexionado sobre nuestra relación con la naturaleza y los modos de vida.

Cada vez más rodajes en España presumen de ser sostenibles y tener asesores de impacto ambiental. ¿Cree que es posible un cine 100% ‘verde’?

Cualquier actividad humana requiere consumo de CO2, así que no creo que exista algo así por completo. Nosotros, desde hace tres años, hacemos una formación para cineastas comprometidos con el aprendizaje de una producción más sostenible. Nos dirigimos a los departamentos de producción explicando por qué son necesarias este tipo de medidas, qué herramientas existen para la medición y qué socios o consultores pueden buscar al respecto. Lo primero es reducir, lo segundo es reducir la logística en la medida de lo posible y lo tercero es compensar: eso es lo que te enseña el ‘ecomanager’. Las ayudas públicas a la producción audiovisual, además, han incorporado el criterio de sostenibilidad y el plan al respecto es necesario para ser candidato. Estamos aprendiendo, además, que la eficiencia es más barata. Está pasando en muchos otros negocios también: si no se es sostenible, sencillamente no se es; el mundo del cine, creo, se está empezando a dar cuenta.

En los últimos años parece que se está produciendo una alineación general con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Hay algo de maquillaje en esta adhesión?

Por supuesto que hay oportunismo, pero eso no va a perdurar en el tiempo. Igual que ahora tenemos una relación con Hacienda en nuestra vida diaria, acabaremos teniéndola con el Ministerio de Transición Ecológica teniendo, por ejemplo, un presupuesto de dióxido de carbono por actividad. Lo interesante del actual contexto es que venimos ya de varios grandes acuerdos a nivel mundial. Quizás ahora es la primera vez que existe un consenso público y privado en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); se ha implicado por primera vez a la sociedad civil. Es cierto que no es el plan perfecto, pero es un gran avance. Mi parte más activista tiene la urgencia metida en el cuerpo y pide más, pero se están dando pasos de gigante en la que, creemos, es la buena dirección. Y digo creemos porque también hay que admitir el necesario margen de incertidumbre de la crisis climática.

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