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Agua, la magia de nuestro planeta

Que el agua es vida no se cuestiona. Sin embargo, su valor no se aprecia hasta que se seca un pozo o se aplican restricciones. Ante la escasez cada vez mayor de este recurso, es más importante que nunca que la ciudadanía, las administraciones y todos los sectores de actividad apuesten por su correcta gestión.

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01
octubre
2022

En Santa Olalla las aves ya no paran a beber. A finales de agosto, esta laguna –la última permanente del Parque Nacional de Doñana– se secó hasta convertirse en un pequeño charco. Es la tercera vez que ocurre desde que el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) comenzó a registrar datos en los 70, pero esta ocasión marca un punto de no retorno para uno de los hábitats más importantes de la península: Doñana lleva diez años consecutivos sin ver lluvias.

La situación del parque es como un oráculo que mira al futuro de España: el 74% del territorio, según el Ministerio de Transición Ecológica, ya se encuentra en tierras susceptibles de sufrir desertificación. Son nueve millones de hectáreas amenazadas por altas temperaturas, sequías extremas, el abuso del regadío intensivo y otras actividades que ponen en riesgo el recurso más esencial.

Que el agua es vida no se cuestiona. Es tan evidente que invertimos millones para encontrarla en otros planetas, en la búsqueda de indicios de vida —–hace apenas unos meses, la NASA halló una nueva evidencia de agua líquida bajo el hielo de Marte–, ya que el planeta se enfrenta a unas cifras alarmantes. Una quinta parte de la población mundial ya vive en áreas de escasez hídrica y más de 36 millones de personas sufrirán gravemente las consecuencias de la sequía tan solo en el Cuerno de África. Sin embargo, no la apreciamos hasta que se seca un pozo o se aplican restricciones a su uso. ¿Y si antes de mirar al universo nos planteamos qué podemos hacer aún en la Tierra para garantizar que el agua siga existiendo? La respuesta está en una gestión adecuada y sostenible.

Ángel Simón (Agbar): «El modelo de gestión del futuro pasa por la sostenibilidad ambiental y socioeconómica, dos conceptos interrelacionados»

«Ante desafíos como la escasez de recursos hídricos que afecta, entre otros ámbitos, a la actividad agrícola, es importante apostar por alianzas e innovaciones que optimicen el uso del agua», asegura Ángel Simón, presidente de Agbar, compañía de gestión integral del ciclo del agua –y para la que este recurso es primordial– que destina el 62% del agua reutilizada para uso agrícola. «El modelo del futuro pasa por la sostenibilidad ambiental y socioeconómica, dos conceptos interrelacionados», apunta.

De hecho, la propia ONU insiste en que los planes hidrológicos deben poner el cambio climático en el centro. Esto se traduce en una gestión basada en el ahorro. «Se deben establecer límites de consumo y crear tecnologías para conseguir los niveles más bajos de uso, además de promover un reparto del agua más justo», subraya la institución.

España debe tomar nota: según la Universidad Politécnica de Madrid, es uno de los países europeos que más agua consume, con 131 litros por persona y día. A nivel global, para estabilizar nuestra huella, el consumo medio anual per cápita no debería superar los 835 metros cúbicos en 2100. Es una acción de alto nivel en la que deben involucrarse todos los agentes de la sociedad: empresas, Gobiernos y ciudadanos. Aquí, Agbar marca el camino con Burst reduction, un programa conformado por un equipo multidisciplinar de expertos y herramientas digitales en diferentes ámbitos de gestión de eficiencia hidráulica.

Como explica el director de Performance Territorial, Domingo Martínez, el objetivo es «reducir las pérdidas físicas de agua en un 2%». Un paso que esconde una gran oportunidad, puesto que bajo esta meta subyacen la adaptación y la atenuación, ingredientes fundamentales para la Unesco de cara a frenar el desperdicio. «La gestión de recursos debe tenerse tanto en cuenta como su escasez. Si no lo hacemos, estaremos cometiendo un error», advierte la institución. No hay tiempo que perder.

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