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Vientos de cola para el sector de las finanzas (sostenibles)

Cada vez más comprometido con la lucha contra el cambio climático, el sector financiero ha tomado un gran impulso para favorecer (y acelerar) la necesaria transición hacia una economía más sostenible.

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Carla Lucena
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El sector de las finanzas se encuentra en un momento de profunda transformación. La crisis climática que amenaza la supervivencia del planeta (y de las generaciones futuras) ha sido la que ha provocado que los diferentes agentes sociales viren sus prácticas hacia unas más sostenibles. En este contexto, la banca se ha erigido como un sector protagonista en la lucha contra el cambio climático, ya que tiene la capacidad de decidir qué empresas son merecedoras de financiación en función de su impacto medioambiental.

«Los bancos pueden decidir el tipo de actividades a las que destinan sus recursos. Limitar la financiación de los sectores más contaminantes es la manera más directa y material que tiene la banca de contribuir a la defensa del medio ambiente», explica Óscar Sierra, técnico del Área de RSC de Economistas sin Fronteras. Ahora bien, el experto advierte de que de nada sirve que solo lo hagan unas pocas entidades: «Debe ser el sector financiero en su conjunto el que, de forma transversal, adquiera ese compromiso».

En este sentido, Marcos Eguiguren, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y director de la Alianza Global para una Banca con Valores (GABV), señala que las pérdidas que para un banco supone renunciar a trabajar con ciertos sectores son solo a corto plazo: las compañías que emiten grandes cantidades de CO2 son, a largo plazo –y en vista de las directivas europeas y españolas al respecto–, poco interesantes. «Si esas empresas no son capaces de reconvertir rápidamente sus modelos de negocio a unos más sostenibles, a medio y largo plazo, esas compañías se convierten en negocios de alto riesgo desde el punto de vista financiero», sugiere el docente.

Óscar Sierra: «Limitar la financiación de los sectores más contaminantes es la manera más directa de la banca para contribuir a la defensa del medio ambiente»

Hoy en día, según datos del Instituto para la Economía de la Energía y el Análisis Financiero (IEEFA), ya son más de un centenar las instituciones financieras de importancia mundial –incluido el 40% de los 40 principales bancos globales y el 20% de las grandes aseguradoras– las que están aplicando restricciones de financiación y cobertura aseguradora al carbón. Una lista que, además, no deja de crecer: desde enero de 2018, los anuncios de restricciones o desinversiones relacionadas con esta fuente de energía fósil se han sucedido a una velocidad de uno cada dos semanas.

Las bases de esta transformación financiera comenzaron a construirse en 2003 cuando, a través de los Principios de Ecuador (PE), una serie de instituciones financieras adoptaron de manera voluntaria un conjunto de estándares para identificar, evaluar y gestionar los riesgos sociales y ambientales derivados de grandes proyectos en su fase de financiación. Sin embargo, no ha sido hasta hace muy poco cuando empezó el verdadero éxodo de un capital financiero que se aleja del carbón. Para Sierra, el aumento espectacular de la sensibilidad ambiental en la población y la constatación de la realidad del cambio climático –tanto en la sociedad como en la normativa– que se ha producido en los últimos años son factores que han contribuido al cambio.

En 2013, el Banco Mundial fue uno de los primeros en posicionarse en esta dirección. En cuanto a las aseguradoras, Axa y Allianz iniciaron esa misma senda en 2015. En 2019, el Fondo Soberano de Pensiones de Noruega, el mayor inversor estatal del mundo con cerca de un billón de euros en activos, se comprometió a desinvertir de las empresas vinculadas a las emisiones de gases de efecto invernadero. Un viraje que certificó en 2020 con la venta de activos de cinco grandes multinacionales que no cumplían con esos estándares climáticos. El último gran gesto a nivel internacional lo protagonizó el G7 en su última cumbre del mes de mayo, cuando anunció que los siete países más ricos del mundo dejarán de financiar el carbón antes de 2022.

En España, en 2018, el banco BBVA se comprometió a alinear su cartera de crédito con los objetivos de reducción de emisiones pactados en el Acuerdo de París. La entidad –que ya alcanzó en 2020 la neutralidad de carbono para sus propias actividades mediante la apuesta por energías renovables y otras medidas orientadas a reducir la huella de carbono– quiere ahora extender su compromiso medioambiental a las emisiones indirectas generadas por sus clientes.

«La sostenibilidad es parte esencial de nuestra estrategia, incluida la lucha contra el cambio climático, que es una de las mayores disrupciones a las que se ha enfrentado la humanidad», sostiene Carlos Torres Vila, presidente de BBVA. Con ese objetivo, la entidad acaba de anunciar que dejará de financiar a empresas relacionadas con actividades vinculadas al carbón antes de 2030 en los países desarrollados, y antes de 2040 en el resto de países en los que está presente. La decisión se alinea con la propuesta del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de limitar la subida de las temperaturas a un máximo de 1,5 ºC, con el horizonte de alcanzar una economía neutra en carbono en 2050.

De esta manera, BBVA dejará de financiar a clientes cuyas actividades basadas en carbón representen más del 5% de sus ingresos. Las empresas que superen este umbral solo podrán recibir financiación para proyectos de energías renovables y sostenibles. Además, desde diciembre de 2020, el banco no realiza transacciones con clientes involucrados en cualquier uso relacionado con arenas bituminosas que no cuenten con una estrategia de diversificación de su actividad y en las que estas representen más del 10% de su producción total. La entidad tiene previsto ampliar su política a otros sectores con altas emisiones de CO2, como petróleo, gas, automoción, siderurgia, cemento o transporte.

BBVA se comprometió en 2018 a alinear su cartera de crédito con los objetivos pactados en el Acuerdo de París

Cortar el grifo financiero a las actividades más contaminantes no es la única manera que tienen las entidades financieras de contribuir a la lucha contra la emergencia climática. El camino inverso, es decir, favorecer con facilidades crediticias y otras medidas de apoyo a aquellos proyectos más sostenibles y menos nocivos para el planeta, es una vía igualmente válida. «Desde el punto de vista financiero, apoyar a sectores respetuosos con el medio ambiente, tanto consolidados como incipientes, que sustituyan total o parcialmente los productos y servicios de los sectores más contaminantes, es otra forma efectiva de luchar contra el impacto climático», asegura Sierra.

En el periodo comprendido entre inicios de 2018 y marzo de 2021, BBVA ha movilizado más de 59.000 millones de euros en financiación sostenible. De esta cantidad, un 60% se ha destinado a operaciones de financiación verde, un 13% a inclusión financiera y proyectos de emprendimiento, un 12% a infraestructuras sociales y «agrobusiness» y el 15% restante a iniciativas sostenibles. Estas inversiones forman parte del Compromiso 2025 que el banco acaba de actualizar con el objetivo de alcanzar una inversión de 200.000 millones de euros –el doble de su actual compromiso– en financiación sostenible para luchar contra el cambio climático de aquí a cuatro años.

El apoyo financiero a este tipo de operaciones ha crecido un 44% por encima de lo previsto. De ahí que el presidente de BBVA esté convencido de que se logrará alcanzar la neutralidad de carbono en 2050: «Es clave fomentar el uso de energías limpias y sostenibles frente a aquellas más contaminantes, como el carbón, que es el combustible fósil que más contribuye a las emisiones globales de CO2».

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