Opinión
In memoriam: Jordi Jaumà Bru
Cuando se hable de Responsabilidad Social, la figura y la obra de un hombre singular y bueno como Jordi Jaumà Bru estarán siempre presentes, como lo está ya su ejemplo.
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Jordi era un ser libre que quería vivir y que injustamente murió cuando no quiso, en la madrugada del viernes 29 de mayo de 2020. Setenta años después de que, ese mismo día, Edmund Hillary ascendiese por vez primera al Everest, Jordi Jaumà Bru se nos fue y subió a no sabemos dónde. Nos dejó a todos temblando de amargura, fríos como el hielo, sin que sus familiares y amigos pudiéramos abrigarnos el corazón con un abrazo. Y nos dejó también sin palabras: cuando el dolor te arranca las entrañas, cuando mandan los sentimientos, las palabras no faltan, sobran.
Pocas horas después de que las redes divulgaran su muerte –y seguramente como a él, amante del espectáculo, le hubiera gustado–, Twitter se llenó de condolencias, de pésames que llegaban de todo el mundo, de recuerdos sobre Jordi y de menciones a su principal obra, Diario Responsable, el medio digital líder que acercaba y servía noticias, reflexiones, criticas y artículos sobre responsabilidad social y sostenibilidad a todos los países de habla hispana. En su perfil de Twitter, Jordi había escrito que su propósito era trabajar por la justicia social: a lo largo de su vida lo hizo en el mundo del tercer sector, en diferentes ONG, dirigió durante algún tiempo la revista Ser Responsable, fue cofundador de Alternativa Responsable y hace algo más de doce años levantó de la nada y con mucho esfuerzo su gran éxito, Diario Responsable, tejiendo a su alrededor grupos de amigos y centenares de fieles –«La peña de la RS» y, lo que lo que a él más le gustaba, el grupo MAJ, una treintena de Mujeres Amigas de Jordi–, todos y todas ungidos con la señal que se menciona en el Cantar de los Cantares: pone me ut signaculum super cor tuum, ponme como un sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo. Esa era la indeleble «marca Jordi».
«Pocas horas después de su muerte, Twitter se llenó de condolencias que llegaban de todo el mundo»
La mayor aspiración de los seres humanos cuando fallecen, y seguramente el más grandes de sus anhelos, es ser recordados en el tiempo y con afecto por sus familiares y amigos. Cuando así ocurre, entramos a formar parte de la memoria colectiva y nos convertimos, casi sin darnos cuenta, en inmortales. Jordi ya lo es. Lo recordarán sus hijos, de los que tanto y tan justamente presumía, su madre y sus hermanos. Y no lo olvidaremos sus amigos, las periodistas que trabajaban a su lado y la gente que lo quería. Cuando se hable de RS, la figura y la obra de un hombre singular y bueno como Jordi Jaumà Bru estarán siempre presentes, como lo está su ejemplo y su resiliencia tras un accidente –y un desafortunado paso por el quirófano– que lo sentó en silla de ruedas.
Hace más de dos mil años, Cicerón nos enseñó que la amistad es el mayor bien después de la virtud. Tanto que, gracias a ella, «hasta los ausentes están presentes, hasta los necesitados tienen de sobra, hasta los débiles se sienten vigorosos y, lo que resulta más difícil de decir, hasta los muertos están vivos». Jordi seguirá estando entre nosotros, tal vez, como hermosamente escribiera Miguel Hernández, porque hemos sentido su corazón cercano cerca de mí, casi rozando el mío.
Jordi Jaumà Bru, descansa para siempre en paz.
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