Economía

La economía del propósito

«En el contexto de cambio permanente en el que estamos inmersos, es necesario incorporar un enfoque integrado que refleje el coste social y ambiental de nuestro modelo de producción y consumo», escribe Antonio González, CEO de Impact Hub Madrid.

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30
enero
2019

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En el contexto de cambio permanente en el que estamos inmersos, es necesario incorporar un enfoque integrado que refleje el coste social y ambiental de nuestro modelo de producción y consumo. El ebook La economía del propósito (editado por Impact Hub Madrid y Foxize) reúne la visión de veinte expertos globales en diferentes áreas para dar una perspectiva general de los nuevos retos que la especie humana tendrá que abordar este siglo.  

La economía atraviesa un periodo de transición entre los modelos de negocio tradicionales del siglo XX todavía vigentes y los nuevos retos que plantea un siglo XXI todavía emergente. Seguimos dominados por el cortoplacismo y la búsqueda del beneficio económico por encima de los efectos que las actividades económicas generan en el clima y las personas; pero somos conscientes, cada vez más, de la necesidad de incorporar un enfoque integrado que tenga en cuenta las externalidades de las empresas y refleje el coste real -social y ambiental- de nuestro modelo de producción y consumo.

Afrontar los retos del siglo XXI requiere un cambio en nuestra forma de generar y entender la economía de tal magnitud que no puede quedarse únicamente en la suma de acciones individuales, locales y descentralizadas. Es preciso buscar alianzas, trabajar en comunidad, con enfoque glocal, porque cuando actuamos juntos podemos abordar con eficacia grandes desafíos. No creo que, a estas alturas, haya dudas de que nos encontramos en un momento de la Historia de la Humanidad que representa un cambio de era, un cambio sistémico, posiblemente uno de los de mayor trascendencia e impacto en el futuro de nuestra especie.

«En los últimos años se han multiplicado los economistas que critican el estatus de su disciplina»

La tecnología, los límites del planeta, la globalización, el tamaño de la población junto con sus desplazamientos y concentración, el incremento de las desigualdades, la transformación del mundo del trabajo y el de los cuidados, unidos al agotamiento o desbordamiento de modelos de organización social, económicos y políticos, nos abocan a un escenario que Thomas Kuhn ya definió como ‘Cambio de Paradigma’. Como describe Kuhn en su libro La estructura de las revoluciones científicas, estos cambios se producen en un dilatado período de tiempo en el que las convicciones anteriores se cuestionan con una intensidad incremental a la vez que emergen hipótesis, experiencias y evidencias que van configurando modelos alternativos hasta alcanzar un punto de inflexión en el que el nuevo paradigma toma forma y se convierte en el modelo mayoritario.

Nuevos enfoques para nuevos retos

En los últimos años o décadas se han multiplicado los autores que hablan de un nuevo Renacimiento (Jeremy Rifkin, Otto Scharmer), de una sociedad red (Manuel Castells) o directamente del Hombre-Dios (Yuval Noah Harari). O más específicamente de economistas que critican el estatus de su disciplina y van tejiendo modelos alternativos más acordes con el paradigma emergente (E.F. Schumacher, Daniel Kahneman, Joseph Stiglitz, Amartya Sen, y más recientemente Thomas Piketty o Kate Raworth

También emerge una visión sobre el valor del dinero y su capacidad de transformación a través de nuevos modelos de inversión de impacto, banca con valores, donación y filantropía. Por supuesto los activistas del planeta que promueven modelos sostenibles de relación con la naturaleza (James Lovelock, Rob Hopkins, Serge Latouche, Georgescu Roegen, y ecofeministas como Wangari Maathai, Vandana Shiva o Marilyn Waring). Por último, autores que proponen nombres para calificar los modelos emergentes de economía: Purpose Economy (Aaron Hurst), Meaningful Economy (Mark Drewell y Björn Larsson), Economía del Bien Común (Christian Felber), Blue Economy (Gunter Pauli), etc. Cito estas referencias desde el único criterio de selección que aporta mi propia experiencia y siendo consciente de que hay muchas otras referencias valiosas, también en nuestro entorno más cercano.

El futuro que emerge

Sin embargo, aún estamos en momentos de experimentación y de experiencias emergentes dentro de un modelo antiguo que se resiste con fuerza a la transición y desaparición. Sin el foco y la atención de los grandes medios de comunicación ni de la academia institucional, o los grandes relatos políticos, en los últimos años el número de experiencias y personas implicadas en nuevos modelos e iniciativas ha ido creciendo de manera exponencial. Algunas prácticas empiezan a llamar a la puerta del mainstream y muchas se plasman en la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: producción y consumo ecológico, movilidad eléctrica, economía circular, transición energética, etc.

Con ellas conviven otras experiencias que introducen nuevas perspectivas desde opciones más minoritarias, pero no menos inspiradoras: ciudades de transición, ecoaldeas, Do It Yourself, neorrurales, la emblemática experiencia del país de Bután y su implementación del Índice Bruto de la Felicidad como complemento al Producto Interior Bruto. O conceptos como el Buen Vivir (sumak kawsay) recogido en la Constitución de Ecuador de 2008, y experimentos como la renta básica de Finlandia.

Nos quedan décadas de transición, no exentas de riesgos, conflictos, tensiones y enfrentamientos de consecuencias impredecibles. Pero, hasta el momento, los cambios sistémicos han representado mejoras y avances desde un punto de vista global para el conjunto de nuestra especie (o eso queremos pensar los que elegimos el optimismo y positivismo como mirada y actitud vital).

«Hasta el momento, los cambios sistémicos han representado mejoras y avances para el conjunto de la especie»

Excede, por mucho, a la vocación y capacidades de este texto analizar las claves del paradigma dominante a lo largo del siglo XX, pero podríamos determinar dos claves en el siglo XX que en gran medida han condicionado -cuando no definido- su devenir histórico. La primera sería una determinada visión de la economía que prioriza criterios económicos y financieros específicos como norma y medida del resto de las esferas de la vida de las personas. La segunda hace referencia a la visión dual y centrada en el conflicto polarizado entre dos partes que ha acompañado toda la historia del siglo XX con algunas consecuencias terribles y devastadoras. Desde la división entre la razón y la emoción que nos genera disfunción y sufrimiento en las esferas más íntimas y personales, a los grandes relatos políticos que buscan la imposición de las ideas propias y la aniquilación del adversario, pasando por el modelo empresarial de competencia y crecimiento que tiende al monopolio.

Las dos son un producto histórico de pensadores que ofrecieron marcos conceptuales para un desarrollo que se complementa y retroalimenta con experiencias reales interpretadas o creadas desde estos marcos teóricos y conceptuales. Pero no son realidades inmutables en sí mismas. De hecho, forman parte de un paradigma que empieza a resquebrajarse y frente al cual emergen marcos conceptuales, evidencias y experiencias que progresivamente van configurando un nuevo paradigma emergente en el que la actividad económica se pone al servicio de un propósito basado en la dignidad y el bienestar de las personas y en la sostenibilidad del planeta. Y en el que la colaboración, la empatía y la conciencia se imponen a la dualidad y al conflicto.

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