La invasión de las colillas
Cada año se arrojan al suelo más de cuatro billones de colillas. Diversas asociaciones empiezan a proponer soluciones contra el residuo más contaminante del mundo.
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La empresa estadounidense de reciclaje TerraCycle Inc tuvo una idea genial para Nueva Orleans: reciclar colillas, esos residuos que tanto aborrecen incluso los propios fumadores, visto el desdén con que se desprenden de ellas, y que invaden las calles, las playas y el campo. Y es que estos pequeños receptáculos de veneno pueden transformarse en algo, paradójicamente, tan dador de vida como el abono. Eso en cuanto a los restos de tabaco y papel. En lo que respecta a los filtros, compuestos de acetato de celulosa, o dicho llanamente, plástico no biodegradable, tiene un proceso especial.
La empresa procede a molerlos para eliminar las toxinas con rayos gamma para luego convertirlos en granulado de uso industrial, mediante un proceso similar al reciclaje de muchos envases. Ya ha instalado medio centenar de contenedores por toda Nueva Orleans, y pagará cuatro dólares (unos tres euros y medio al cambio) por cada 0,5 kilos de colillas recolectadas.
El año pasado, Ocean Conservacy recogió 2,1 millones de kilos de colillas de 40.000 km de playas
Es una iniciativa simpática a primera vista, pero que tiene tras de sí un escenario realmente grave: según la ONG Ocean Conservacy, las colillas podrían ser la primera fuente de basura del mundo, por delante de envases de plástico y otro tipo de residuos. Más allá de que esta afirmación pueda parecer desmesurada, hay cifras que dan fe de la dimensión del problema: de las basuras recogidas en 40.000 kilómetros de playas el año pasado, las colillas sumaban 2,1 millones de kilos, frente a los 900.000 de envases. Y eso, teniendo en cuenta que solo se recupera, como mucho, la cuarta parte.
Un informe recién presentado por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) con motivo del Día Mundial del medio Ambiente ha ido más allá: cada año se fuman en todo el mundo unos seis billones de cigarrillos, de los cuales aproximadamente cuatro billones y medio son arrojados a las calles, al campo o al mar (donde terminan directa o indirectamente, a través de la basura, con graves consecuencias para la biosfera).
De seis billones de cigarrillos anuales fumados, el 65% son arrojados al suelo
Desde Separ, además de presentar el informe, han propuesto medidas para reducir el impacto: «Colocar etiquetas en las cajetillas que indiquen a los consumidores la necesidad de no arrojar las colillas al suelo; establecer un depósito para reciclarlas o convertirlas en retornables; añadir una tasa de basura al consumo o multas por echar colillas al suelo, como ha establecido el Ayuntamiento de París».
Poderes públicos y ONG deberían tomar nota de lo que apunta esta organización, porque este es un problema que está muy lejos de minorarse: según los datos ofrecidos por la industria tabacalera, el consumo de cigarrillos anuales ha crecido en un trillón de unidades en los últimos 20 años, con China a la cabeza.
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