Educación

Ingeniería humana contra el cambio climático

Si reducimos el tamaño de los humanos, reducimos el calentamiento global. Es una de las opciones de modificación biomédica que propone el científico Matthew Liao.

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15
mayo
2017

El próximo paso: la vida exponencial (editado por BBVA OpenMind) presenta una visión, forzosamente parcial y esquemática, del potencial de las llamadas «tecnologías exponenciales» y sus implicaciones económicas, sociales, medioambientales, éticas e, incluso, ontológicas. La idea fundamental que recorre el libro es que la humanidad se encuentra en los inicios de una revolución tecnológica de desarrollo acelerado, en comparación con otras anteriores, y de un alcance tal que va a generar transformaciones que solo comenzamos a imaginar.

El cambio climático provocado por el hombre es uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos. Por desgracia, las soluciones existentes de tipo conductual y de mercado parecen insuficientes para mitigar los efectos del cambio climático, y la geoingeniería podría tener consecuencias catastróficas para nosotros y para el planeta. En este artículo propongo explorar un nuevo tipo de solución al cambio climático que llamo «ingeniería humana», y que incluye modificaciones biomédicas de los humanos de modo que puedan mitigar y adaptarse al cambio climático. Argumentaré que la ingeniería human entraña menos riesgos potenciales que la geoingeniería, y que podría contribuir al éxito de las soluciones conductuales y de mercado.

La ingeniería humana consiste en la modificación biomédica de los humanos para que mitiguemos mejor y nos adaptemos también mejor a los efectos del cambio climático. Añadiré que la ingeniería humana es, potencialmente, un medio eficaz de contrarrestar el cambio climático, sobre todo combinada con las soluciones ya descritas. Antes de explicar la propuesta quiero aclarar que la ingeniería humana está pensada como una actividad voluntaria —impulsada quizá por iniciativas como exenciones tributarias o ayudas a la asistencia sanitaria— y no obligatoria y forzosa. Estoy absolutamente en contra de toda forma de coacción como la que los nazis perpetraron en el pasado (segregación, esterilización y genocidio). Además, la propuesta está dirigida a los que creen que el cambio climático es un problema real y, en consecuencia, defienden medidas potencialmente catastróficas como la geoingeniería.

Quien no cree que el cambio climático es un problema real, seguro que considera que pedir a la gente que recicle más es una reacción exagerada. Por último, la principal reivindicación aquí es muy modesta, solo queremos que la ingeniería humana sea tenida en cuenta junto a otras soluciones, como la geoingeniería. No esperamos que se convierta en medida gubernamental. Es un intento de abordar con enfoques «originales» un problema aparentemente sin solución.

Intolerancia farmacológica a la carne

Un informe muy citado de la FAO calcula que el 18% de las emisiones de efecto invernadero del mundo (medidas en CO2 ) proceden de las granjas de ganadería intensiva, un porcentaje superior al del transporte. Otros han sugerido que la ganadería supone al menos el 51% del total de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Incluso hay cálculos que dicen que las emisiones de óxido nitroso y de metano actualmente producidas por la ganadería podrían duplicarse en 2070).

Hay personas que no van a desistir de comer carne roja. Hay otras que sí podrían, pero carecen de la motivación o la voluntad necesarias. Después de todo, muchos encuentran irresistible el sabor de la carne roja. Esto puede explicar por qué muchos restaurantes vegetarianos sirven platos elaborados con plantas que saben a carne. Aquí es donde la ingeniería humana podría ser de ayuda. Al igual que hay personas con intolerancia natural, por ejemplo a la leche o a la langosta, podríamos inducir artificialmente una ligera intolerancia a la carne roja. Aunque en principio la intolerancia a la carne no es muy común, podría inducirse estimulando el sistema inmunológico contra las proteínas comunes en la carne de vacuno. Así el sistema inmune estaría preparado para reaccionar ante ellas y desde ese momento los alimentos «no ecológicos» producirían sensaciones desagradables a quien los come. Incluso aunque los efectos no duren toda la vida, es posible que el aprendizaje perdure.

Hacer humanos más pequeños

La huella ecológica del ser humano está relacionada en parte con nuestro tamaño. Necesitamos una cantidad determinada de alimentos y nutrientes para mantener cada kilogramo de masa corporal. Aunque otras cosas no cambien, cuanto más grandes seamos, más comida y energía necesitaremos. De hecho, la escala del porcentaje metabólico basal (que determina la cantidad de energía necesaria por día) asciende en proporción a la masa corporal y la longitud 1990). Además de necesitar comer más, las personas más grandes también consumen más energía de maneras menos obvias. Por ejemplo, un coche consume más combustible por kilómetro para transportar a una persona más pesada que a una más ligera; hace falta más tela para vestir a gente grande que a gente menuda; las personas que pesan más desgastan zapatos, alfombras y muebles a mayor velocidad que las menos pesadas y así sucesivamente.

Ingenieria

Un modo de reducir este impacto ecológico sería reducir nuestro tamaño. Como el peso aumenta con el cubo de la longitud, incluso la reducción más insignificante en altura, por ejemplo, podría tener un efecto importante sobre el tamaño. (Al reducir el tamaño, también podríamos reducir el peso medio. Pero para no complicar la explicación, me limitaré a usar el ejemplo de la altura.) Reducir la estatura media de los estadounidenses en solo 15 centímetros significaría una disminución del 23% en la masa de hombres y el 25% en la de mujeres, con sus correspondientes recortes del metabolismo basal (15% y 18%).

¿Cómo se consigue reducir la altura? La estatura está determinada en parte por factores genéticos y, en parte, por la dieta y los concentradores de estrés. Una posibilidad es usar el diagnóstico genético preimplantación (DGP), que se emplea en clínicas de fertilidad como un medio relativamente seguro de evaluar embriones con determinadas enfermedades de transmisión genética. También se podría usar el DGP para seleccionar niños de menor estatura. Esto no implicaría ningún tipo de modificación o alteración del material genético de los embriones, bastaría reconsiderar los criterios de selección de embriones.

También podría valorarse un tratamiento hormonal, bien para modificar los niveles de somatotropina o para provocar el cierre del cartílago del crecimiento antes de tiempo. De hecho, ya se están usando tratamientos hormonales para ralentizar el crecimiento en niños demasiado altos 1989).

Para terminar, hay una estrecha correlación entre el tamaño al momento de nacer y la estatura del adulto. La impresión genética, en la que se activa la copia de los genes de uno de los progenitores y se desactiva la del otro, ha demostrado afectar al tamaño del recién nacido como consecuencia de una competición evolutiva entre genes con impresión paterna y materna Así pues, se podría manipular el tamaño del recién nacido mediante medicamentos o nutrientes que reduzcan la expresión de los genes con impresión paterna o incrementen la expresión de los genes con impresión materna.

Altruismo y empatía inducidos farmacológicamente

Muchos problemas ambientales son el resultado de la ausencia de acción colectiva, cuando los individuos no contribuyen al bien común. Pero si las personas estuvieran más dispuestas a actuar en grupo, y tuvieran confianza en que los demás harían lo mismo, podríamos disfrutar de beneficios que solo se consiguen cuando un gran número de individuos actúa en colaboración. La inducción farmacológica del altruismo y la empatía puede aumentar las posibilidades de que esto ocurra 2003).

Hay indicios de que el altruismo y la empatía tienen una base biológica susceptible de ser alterada mediante fármacos. Por ejemplo, los sujetos de un ensayo clínico a los que se administró la hormona prosocial oxitocina, disponible en farmacias con receta, mostraron más disposición a compartir su dinero con desconocidos y a comportarse con mayor integridad 2007). Un uso experimental de un inhibidor de la recaptación de noradrenalina logró un aumento del grado de compromiso social y cooperación y una reducción del egocentrismo.

Además, la oxitocina parece mejorar la capacidad de comprender los estados emocionales de otras personas, una característica esencial para la empatía Esto sugiere que las intervenciones que afectan a la sensibilidad en estos sistemas neuronales también podrían incrementar la voluntad de cooperar con normas u objetivos sociales.

Estos ejemplos son para ilustrar algunas posibles soluciones de ingeniería humana. Otras intervenciones podrían aumentar nuestra resistencia al calor y a las enfermedades tropicales, reducir nuestras necesidades de alimentos y agua y, si nos dejamos llevar por la fantasía, hasta dotar a los humanos de ojos de gato para que puedan ver mejor en la oscuridad y así reducir el consumo energético global.

Conclusión

Como observación general, merece la pena preguntarse por qué habríamos de considerar siquiera las formas más controvertidas de ingeniería humana. Podría ser porque existen pruebas de que las soluciones existentes para mitigar el cambio climático no están teniendo los efectos buscados, y que por consiguiente millones de personas podrían sufrir hambrunas, escasez de agua, enfermedades y los efectos de inundaciones costeras. En la literatura sobre perfeccionamiento biomédico hay autores que opinan que, por muy controvertida que sea una tecnología, los padres tienen el derecho social y biológico a modificar a sus hijos en aras de su bienestar general y siempre que no exista un alternativa mejor.

Ante la gravedad del cambio climático, y dada la posible ausencia de soluciones alternativas, podríamos concluir que si una solución concreta de ingeniería humana puede mejorar el bienestar general del niño, entonces los padres tienen derecho a ponerla en práctica, por controvertida que resulte.

S. Matthew Liao es titular de la cátedra de Bioética Arthur Zitrin,
director del Center for Bioethics y profesor asociado de Filosofía
de la New York University. Es autor de The Right to Be Loved (Oxford
University Press, 2015), Philosophical Foundations of Human Rights
(Oxford University Press, 2015) y Moral Brains: The Neuroscience
of Morality (Oxford University Press, 2016). Ha dado charlas TED
en Nueva York y Ginebra y ha sido entrevistado por The New York
Times, The Atlantic, The Guardian, Harper’s Magazine, Sydney
Morning Herald, Scientific American, Newsweek y otros medios.

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