Opinión

Defina corrupción

Prevaricación, delitos de fraude, desviación de fondos, robos… La corrupción inunda nuestro país bajo infinidad de formas. Por ello, delimitar el concepto no es tarea fácil.

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22
julio
2016
La RAE la define como «la utilización de las funciones y medios en provecho de sus gestores»

«En esta Embajada, se ha terminado de una vez por todas la corrupción»– le dice el embajador al segundo de la delegación con tono firme. «Defina corrupción»– contesta fríamente éste. Así se desarrollaba una de las escenas más brillantes de La Embajada, de Antena 3, una de las pocas series españolas que han tratado este problema (por cierto, ¿se han parado a pensar por qué la corrupción no se toca en la ficción española mientras que la norteamericana House of Cards se ha convertido una serie global y de culto?). Pues sí, en esas estamos. En definir corrupción.

No hay más que ver las declaraciones de unos y otros (un día sí y otro también; aquí y en Brasil; o en la UEFA o en la FIFA…) para ver que ese es el debate hoy: qué es y qué no es corrupción (y así lo recogía Carles Francino en una de sus tardes de La Ventana, en la Cadena Ser). Un gran debate tras el que algunos se esconden para echarle al otro en cara que «lo mío no es corrupción… pero lo tuyo sí».

No es cuestión de hacer un tratado definitivo sobre la corrupción, pero no vendría mal recordar algunas ideas. Vayamos al lenguaje: la Real Academia de la Lengua recoge esta acepción de corrupción -la cuarta- referida a las organizaciones, especialmente las públicas: «práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores».

Ahí hay una pista que, en mi opinión y traducida al lenguaje de la calle (sí, ese al que se refería Machado en su Juan de Mairena, que ya está casi todo inventado), puede tener varias manifestaciones:

  • Corrupción es meter la mano en la caja del dinero público en beneficio propio, bien para su bolsillo, bien para el de su grupo de amigos, y es realizada por un funcionario público o por cualquier persona que se beneficia de ello.
  • Corrupción es mirar para otro lado cuando alguien mete la mano en la caja y, de una u otra forma, beneficiarse del dinero que salió de ella. Hay muchas formas de beneficiarse, unas más sencillas –recibiendo regalos– otras más complejas y que se verbalizan en frases como «Prefiero no saberlo», «Déjalo estar» o «No me compensa meterme en líos». Esas actitudes permiten, a quien las dice o las piensa, «vivir más tranquilo» y no tener que «ponerse de sangre hasta las cejas» para limpiar los focos de corrupción; pero no dejan de ser una forma de colaboración necesaria para que los corruptos campen a sus anchas.
  • Corrupción es no meter el dinero que toca en la caja pública. Se aplica a todas las formas posibles de fraude fiscal, desde esconder el dinero en paraísos fiscales, a no pedir (u ofrecer) la factura para ahorrarse el IVA. Alguien pensará que, propiamente, no es corrupción, porque el dinero no ha entrado aún en la caja pública; pero que no esté dentro no significa que no debiera estar.

Y conviene también recordar lo que cuestan estas bromas. Según un estudio de la Universidad de Las Palmas, (León, De León y Araña. 2014), la corrupción genera importantes costes sociales, que se suelen aproximar por la reducción del PIB que potencialmente se obtendría si no existiese corrupción. Es más, la valoración que se hace de ese menor PIB se calcula en 39.500 millones de euros.

En otro estudio –Informe sobre el Análisis de la Contratación Pública en España– de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), se incluye una frase demoledora: «Se estima que, en ausencia de presión concurrencial, se pueden originar desviaciones medias, al alza, del 25% del presupuesto de la contratación pública. En España, a nivel agregado, esto podría implicar hasta un 4,6% del PIB anual, aproximadamente 47.500 millones de euros/año». Sin palabras.

Y si a esto le añadimos el fraude fiscal, según la según la Comisión Europea (CE), España dejó de recaudar más de 23.700 millones de euros en IVA en 2012 y 2013 debido al fraude, la evasión fiscal, las insolvencias financieras y los errores, entre otros motivos. El país no llegó a embolsarse 11.610 millones de euros en 2012 y 12.094 millones en 2013, lo que representa un 17 % y un 16,5 %, respectivamente, de lo que podría haber recaudado en IVA según las estimaciones comunitarias.

No sé si habremos ayudado a definir la corrupción. Posiblemente no. Pero, de no intentarlo, estaríamos junto a aquellos que miran para otro lado, aunque sea porque escribir esta tribuna, como casi todo en la vida, da trabajo.

Alberto Andreu Pinillos es profesor asociado en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra y patrono de la Cátedra de Economía y Ética Empresarial de la Universidad Pontificia de Comillas.

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