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Desconexión digital

Las vacaciones sin desconectar pasan factura

La Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de protección de datos personales y garantía de los derechos laborales, reconoce en España el derecho a la desconexión digital, y obliga a las empresas a garantizar una conciliación personal familiar. Sin embargo, a pesar de la legislación, ejercer este derecho sigue siendo una tarea pendiente… Que además trae consecuencias.

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01
julio
2025

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La desconexión digital es uno de los grandes retos laborales de nuestro tiempo. Según un estudio de 2024 de la Universidad de Tecnología de Swinburne (Australia), renunciar a la hiperconectividad en un entorno de trabajo está estrechamente vinculado con la mejora del bienestar emocional, la reducción del estrés y el aumento de la satisfacción laboral. Un problema reciente ya que, hasta hace apenas veinte años, el teléfono personal no era parte de nuestra rutina laboral como sí lo es hoy.

«Hoy en día, muchas personas usan el teléfono personal también para trabajar. Eso impide separar lo laboral de lo personal, y genera una disponibilidad las 24 horas del día, los siete días de la semana, que afecta seriamente al descanso», explica Antoni Baena, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en salud digital.

La Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de protección de datos personales y garantía de los derechos laborales, reconoce en España el derecho a la desconexión digital, y obliga a las empresas a garantizar una conciliación personal familiar. Sin embargo, a pesar de la legislación, ejercer este derecho sigue siendo una tarea pendiente… Que además trae consecuencias.

Las consecuencias de no desconectar

La infoxicación o sobrecarga de notificaciones y la hiperconectividad impiden descansar de forma correcta, y alteran funciones como la concentración, el sueño o la capacidad de disfrutar.

Baena alerta de que no romper la rutina laboral durante las vacaciones puede acabar en síntomas físicos, igual que el estrés o el burnout, como la falta de energía y la sensación de fatiga extrema. Estos síntomas luego devienen en un mayor estado de distracción y falta de concentración, también en el ámbito laboral: el experto habla de despersonalización con el trabajo, indiferencia hacia las tareas laborales, aumento de los errores y, en general, disminución del rendimiento.

La ausencia de desconexión acaba derivando en disminución del rendimiento laboral a la vuelta

La falta de placer o de ganas de hacer cualquier actividad disfrutable es otro de los síntomas de la falta de desconexión, además de nerviosismo, taquicardia, insomnio o sueño de mala calidad. También son habituales los problemas gastrointestinales, la sensación de vacío y desmotivación o el síndrome del impostor. «Muchos de estos síntomas», advierte Baena, «pueden confundirse con otros problemas de salud. Por este motivo, no siempre se relacionan con la necesidad de desconectar».

La ausencia de un descanso real provocada por recibir correos electrónicos o mensajes en el móvil durante las vacaciones provoca burnout, estrés y ansiedad. Al regresar, el trabajo ya no se concibe como gratificante. «Es una pérdida y un perjuicio para la empresa, con un impacto negativo para la persona», alerta Baena.

¿Qué dice la ciencia?

Un estudio reciente de la Universidad de Windsor (Canadá), llevado a cabo con jóvenes adultos, explica los retos a los que se enfrentan durante un proceso de desintoxicación digital, como una subestimación del tiempo que en realidad dedican a los dispositivos, interferencias constantes con otras actividades debido a las notificaciones, hábitos automáticos de revisar el móvil, y percepción de obligación social. Estos jóvenes mostraban también síntomas similares a la adicción, como el FOMO, acrónimo de fear of missing out (‘miedo a perderse algo’), que sabotea la posibilidad de una desconexión digital real. La ansiedad y la sensación de aislamiento aumentaban cuando llegaba el momento de desconectarse voluntariamente, y varios de ellos indicaron no haber encontrado actividades sustitutivas satisfactorias, lo que acaba generando recaídas.

Consejos prácticos (y realistas) de un experto

Baena explica que no es relevante solo cuánto tiempo usamos las pantallas, sino cómo y para qué las usamos.

Así, en una sociedad hiperconectada, no es factible pensar en una desconexión digital absoluta, sino en una parcial e inteligente, adaptada al contexto de cada persona. «La desconexión total es realmente difícil o incluso no deseable: es más importante saber qué hacer y cuánto tiempo estar desconectado», explica el experto.

Por ello, propone varias estrategias realistas:

  • Separar dispositivos. Utilizar dos teléfonos (uno personal y otro laboral) ayuda a delimitar espacios mentales. Si esto no es posible, se recomienda desactivar las cuentas de trabajo, las aplicaciones corporativas o los grupos de mensajería laboral durante las vacaciones.
  • Establecer una política de desconexión en la empresa.«Toda organización debería contar con una política clara y acordada sobre los tiempos de trabajo, descanso y vacaciones, incluyendo excepciones (si las hubiera)», indica Baena, ya que la falta de normas fomenta la confusión y puede generar conflictos.
  • Automatizar alertas y configurar el modo de descanso.Desactivar las notificaciones y usar modos de concentración ayuda a reducir el bombardeo constante de estímulos digitales. También es útil automatizar las respuestas del correo y el buzón de voz para informar del periodo de ausencia.
  • Hacer actividades sin pantallasPlanificar tiempos específicos sin tecnología permite recuperar el equilibrio. «Mejor si se hacen en compañía, para potenciar el vínculo humano y reducir el impulso de consultar el móvil», añade el experto.
  • Educar en salud digital.Tanto en casa como en las organizaciones, es fundamental aprender a usar la tecnología de forma consciente, con límites y objetivos claros, para «usar la tecnología a nuestro favor y no convertirnos en sus esclavos», según concluye Baena.
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