Tres ideas clave de Antonio Escohotado

Artículo

Alejandro Villamor

Fotografía original

Igor Gayarre Conde

Imagínese un hombre que ha pasado buena parte de su infancia en Brasil, que ha consumido más clases de drogas que las que el ciudadano medio puede si quiera citar, que ha dormido más de un día en prisión, que ha formado parte de una comuna hippie en Ibiza, que ha ejercido como profesor en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que ha cofundado la discoteca Amnesia o que, en el ocaso de su vida, ha recibido la visita de Florentino Pérez. Este sugerente cóctel –merecedor de un biopic– reseña a vuelapluma la biografía del filósofo Antonio Escohotado (1941-2021).

En lo que sigue se sintetizará la obra de Escohotado, variada y prolífica, en tres ejes centrales.

Libertad individual

A pesar de su militancia en el Partido Comunista durante el franquismo, Escohotado asentó su pensamiento sobre la crítica del utopismo. Toda ideología que guarezca en su seno un interés por alcanzar una sociedad perfectamente justa, éticamente pura, es merecedora de nuestro recelo.

La responsabilidad individual es el pilar esencial de la obra del filósofo español, su axioma medular. Sin ella, el individuo queda sometido a los vaivenes de un pensamiento colectivista que, en su opinión, no es otra cosa que el interés particular de unos cuantos enmascarados por un discurso que se pretende desinteresado. A este desenmascaramiento histórico consagra Escohotado la escritura de su trilogía Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad (2008-2014).

Cualquier posición que anteponga el interés colectivo por encima del sujeto está menoscabando la libertad individual

Siguiendo la estela de otros liberales, Escohotado considera al individuo como el sujeto principal de derechos y deberes. Es él, y sólo él, quien debe rendir cuentas de sus actos ante los demás y, asimismo, quien tiene la potestad de pedirlas. Cualquier posición que anteponga el interés colectivo –sea el que sea– por encima del sujeto está menoscabando la libertad individual y, en consecuencia, torna en una justificación del autoritarismo.

Crítica del dogmatismo

La asunción de la libertad como punto de amarre supone que la filosofía política de Escohotado sustituya el binomio derecha/izquierda –herencia de la Revolución francesa– por el de liberalismo/autoritarismo.

En un plano más general, el autoritarismo político no es otra cosa que un dogmatismo aplicado a todos los ámbitos de la vida. En esta línea, las aguas de la moral solo deben ser transvasadas al río del derecho jurídico en casos mínimos; esto es, cuando, precisamente, la libertad de alguien socave la libertad de otro. En el resto de casos, cada moral particular simplemente debe seguir su curso, lo que se traduce en una crítica a la legislación de la moral.

Cada uno debe ser consecuente con sus actos, acatar sus efectos con independencia de la opinión colectiva. En la práctica, esto se plasma en una crítica a la penalización de actos en los que los sujetos han alcanzado ciertos acuerdos por propia voluntad. Desde prácticas hoy normalizadas (no así en el pasado o en otros lugares), como la homosexualidad, a otras más candentes, como el consumo de drogas de toda índole o la gestación subrogada.

Fármacos

Si por algo fue verdaderamente conocido Antonio Escohotado –incluso más allá de su faceta como libertario–, fue por su apasionada defensa de la libertad del individuo para consumir drogas.

Del griego pharmakos, Escohotado gustaba de recordar que en su etimología el fármaco es aquello que puede ser tanto remedio como veneno. Lo mismo que una cuerda o un cuchillo, la droga puede ser empleada de un modo ambivalente. Por muchos crímenes que se hayan cometido con cuchillos, ¿alguien en su sano juicio valoraría su prohibición? Igualmente, algunos pueden abusar del consumo de alguna droga, hacer caso omiso de su procedencia o pureza, o ingerirla sin ningún tipo de responsabilidad. Ante estos casos, el filósofo siempre apeló a la libertad: allá cada quien con lo que hace a su cuerpo.

Cada uno es libre de hacer lo que quiera, y eso conlleva, asimismo, cargar con los efectos. Polémicamente, Escohotado hizo reposar sobre los propios hombros del consumidor las posibles adicciones y consecuencias fruto del mal uso de las drogas. En la práctica, si un joven cae en desgracia por la adicción, no queda otra que recordar crudamente que fue él quien decidió tomar tal camino.

Despenalizar las drogas es admitir que el sujeto es responsable y, ante todo, libre de hacer con su vida lo que le venga en gana sin la tutela externa. Mientras no se invada el derecho ajeno, nadie debe juzgar siquiera la finalidad de su uso, sea para el ocio o –como recomendaba el propio Escohotado– para el conocimiento.

Despenalizar las drogas es admitir que el sujeto es responsable

Como sostiene en su magna y ya clásica Historia general de las drogas, la criminalización, prohibición y persecución del consumidor de los psicoactivos no solo es ineficaz, sino que a la postre genera más problemas que los que pretende solventar. Y así, para Escohotado la cruzada contra la compraventa y el consumo de drogas entre seres racionales y adultos solo se saldará cuando, en relación con todo lo dicho, la comunidad reconozca la libertad personal y cuando se alejen los fantasmas del dogmatismo.