Psicología y terapias
Y si no podemos hacer contacto cero, ¿qué?
El «contacto cero» se anuncia como la forma más eficaz y rápida de superar una ruptura. Pero ¿qué sucede cuando el trabajo o la familia nos impiden dejar de estar en contacto con nuestra expareja?
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
Superar una ruptura ya es bastante jodido de por sí. Pero cuando encima no puedes aplicar el famoso contacto cero porque compartes hijos, curro o responsabilidades que te obligan a seguir viendo a tu ex… la cosa se complica. No puedes desaparecer, bloquear, huir. No puedes hacer lo que recomiendan muchos psicólogos para superar las rupturas. Tienes que seguir ahí, de pie, aguantando el tipo. Gestionando emociones mientras hablas de logística o informes. No es nada fácil.
El contacto cero es muy efectivo porque corta el suministro emocional. Te saca del bucle. Dejas de revisar si está en línea, de interpretar silencios, de caer y recaer en jueguecitos. Es como quitarse de golpe una droga. Duele, pero acelera la desintoxicación. El problema es que no siempre se puede. Hay vínculos donde el corte limpio no es posible. Donde hay hijos, trabajo compartido, hipotecas, perros, responsabilidades cruzadas. Y entonces, toca hacer algo mucho más difícil: sostener el vínculo sin dejar que te arrastre.
Aquí el reto es otro: mantener el mínimo contacto indispensable, con el máximo cuidado emocional posible. Porque ya no puedes desaparecer, pero sí puedes decidir cómo, cuándo y con qué límites te relacionas. Esto es lo que yo llamo contacto funcional. Te comunicas lo justo, lo necesario. Sin abrir la puerta a lo emocional, sin alimentar la nostalgia, sin volver al pasado cada vez que cruzáis una palabra. No es frío. Es estratégico. Es autocuidado en modo quirúrgico.
Con hijos de por medio, la prioridad debe ser clara: protegerlos. Eso implica que, aunque por dentro estés ardiendo, la comunicación con tu ex debe ser clara, respetuosa y orientada a las necesidades de los menores. No es momento de ajustar cuentas, ni de hacer reproches velados, ni de pasar factura a través de los niños. Es momento de entrenar la neutralidad emocional, de convertir cada intercambio en una gestión práctica, no en una batalla encubierta.
Con hijos de por medio, la prioridad debe ser clara: protegerlos
¿Es fácil? No. ¿Se puede? Sí, si tienes claro tu objetivo: sanar sin perderte. Aquí va una lista de cosas que puedes hacer para sobrevivir a una ruptura cuando no puedes desaparecer del mapa:
Primero, baja las expectativas. Esa persona con la que antes compartías intimidad ahora no está para darte apoyo emocional. Por mucho que os llevéis bien, por mucho cariño que quede, necesitas buscar tu red fuera de ahí. Amistades, terapeuta, grupos de apoyo… lo que sea. Pero no vuelvas al ex como refugio, porque entonces nunca terminas de salir de ahí.
Segundo, acota los temas de conversación. ¿Hay hijos? Hablad de los hijos. ¿Trabajo? Hablad del trabajo. Nada más. No se habla de cómo estás, ni de lo que extrañas, ni de recuerdos. Nada de «¿te acuerdas de aquella vez…?». Eso es dinamita para el proceso de duelo. Porque cada vez que abres esa puerta, vuelves a engancharte emocionalmente. Y tú no estás para eso. Estás para reconstruirte.
Tercero, establece horarios y formas de contacto claras. Si podéis comunicaros por correo o por mensajes escritos, mejor que por llamada. La distancia física ayuda a regular la emocional. Si es inevitable verse, prepara mentalmente ese encuentro. Ten claro lo que vas a decir, lo que no vas a permitir y cómo vas a salir de ahí sin quedarte removido tres días.
Cuarto, no caigas en provocaciones emocionales. Si tu ex lanza dardos, si busca reacciones, si juega al «te echo de menos pero no quiero volver»… no entres. No expliques, no justifiques, no rebatas. Usa respuestas neutras, cortas, respetuosas. Que parezcas un robot con corbata. No porque no sientas, sino porque ya no te puedes permitir sentir ahí dentro.
Quinto, cuida tu narrativa interna. No te repitas que esta situación es una tortura sin salida. No es la ideal, claro que no. Pero no estás atrapado. Estás aprendiendo a convivir con algo incómodo de forma digna. Estás ganando músculo emocional. Estás entrenando la templanza. Y eso, aunque no lo parezca ahora, te va a hacer más fuerte que cualquier contacto cero fácil y rápido.
Y sexto, no confundas cordialidad con segundas oportunidades. A veces, cuando se puede hablar sin gritos, cuando hay buena onda, cuando parece que todo está bien, entra la tentación de pensar: «igual podríamos volver». Pero que haya paz no significa que haya futuro. Que ya no os matéis no significa que encajéis. No confundas ausencia de guerra con amor.
No debemos confundir cordialidad con segundas oportunidades
Superar una ruptura con contacto mínimo exige mucha disciplina emocional. Porque no puedes apagar el deseo, ni el recuerdo, ni la costumbre de golpe. Pero puedes aprender a no alimentarlos. A relacionarte desde otro lugar. A marcar un nuevo tipo de vínculo donde tú te priorizas, donde el otro ya no tiene acceso a tu vulnerabilidad, y donde el foco está puesto en construir una nueva vida, no en revivir la antigua.
El duelo no se detiene porque sigas viendo a tu ex. Lo que hace falta es que cada contacto no sea una recaída. Que cada intercambio no te desordene por dentro. Y para eso, necesitas estructura, límites y mucha claridad interna.
En resumen: si no puedes aplicar el contacto cero, no estás condenado. Estás ante un reto distinto. Más lento, más incómodo, pero igual de posible. Se trata de transformar el vínculo. De no permitir que la convivencia o la coparentalidad interfieran en tu sanación. De dejar claro –a ti mismo, sobre todo– que ya no estáis en el mismo lugar.
Y cuando lo consigas, cuando puedas mirar a esa persona sin resentimiento, sin necesidad, sin fantasía… entonces sabrás que el contacto cero fue emocional, aunque no físico. Y eso, aunque no se note desde fuera, es una victoria brutal.
COMENTARIOS