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Cultura

Música ‘de película’

La personalidad de las películas viene determinada en muchas ocasiones por la música que incorporan, bien compuesta ex profeso, bien utilizando melodías previas. Su función expresiva y narrativa contribuye a hacer inolvidables algunas de las escenas míticas de la historia del cine.

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06
junio
2025

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Hay películas cuya música emerge por encima de cualquier otro elemento (guion, actores, fotografía…), al menos en primera instancia. Si pensamos en El Padrino, Lo que el viento se llevó, Blade Runner, Grease, El último mohicano, Indiana Jones, La dolce vita, Star Wars, Gilda, La pantera rosa o Deseando amar, por convocar algunos títulos casi improvisados, de inmediato brota esa melodía, esos acordes, esa canción que engrandece el filme, ataviándolo de una personalidad única, exclusiva.

Desde que en 1927 se estrenase la primera película sonora, El cantor de jazz, dirigida por Alan Crosland, con arreglos musicales de Louis Silvers, música y cine es uno de los maridajes mejor avenidos entre las distintas disciplinas artísticas. «El arte cinematográfico se parece a la música más que a cualquier otro arte», aseguró Chaplin.

Para las secuencias en las que se sincronizaban música y diálogos (apenas dos minutos del total del metraje), se utilizaba el sistema Vitaphone (grabación de sonido sobre un disco). No fue hasta 1931 cuando la música pudo grabarse por separado, para ser acoplada allí donde el director estimase oportuno. Y habría aún que esperar hasta 1951 a que el sonido fuera nítido, gracias a la grabación magnética y estereofónica.

La música en las películas intensifica determinadas emociones: lo dramático, lo inquietante, lo terrorífico, lo épico, lo voluptuoso… Basta un simple acorde disonante para anticipar qué vamos a ver a continuación. Su potencial narrativo es absoluto. Privilegia escenas, momentos, establece distinciones narrativas, une dos momentos distintos del relato… Cumple una función expresiva, aportando ritmo (ralentizándolo o acelerándolo), interpelando e implicando emocionalmente al espectador, añade matices a los personajes, presagia, convoca sentimientos (ira, amor, miedo). Asimismo, realiza una función narrativa: recrea la historia, la sitúa en determinados ambientes (aporta frío, amparo, localización histórica, sostiene el fondo de ciertos diálogos…). También ejerce una función estética (como en La gran belleza).

La música en el cine intensifica las emociones: lo dramático, lo inquietante, lo terrorífico o lo épico

Según desde dónde surja, la música puede ser diegética o no. La que se interpreta dentro de la propia filmación de manera directa es diegética. Sam, en Casablanca, tocando el piano: As time goes by… Por lo general, los musicales se sirven de este tipo de música (Moulin Rouge, Cantando bajo la lluvia, West Side Story…). La no diegética (que solo escuchan los espectadores) se introduce durante el montaje, con distintas funciones. Como la culpa (así en la escena de la niña con el abrigo rojo en La lista de Schindler) o lo épico (el vals de Strauss en 2001, Odisea en el espacio o la sinfonía nº5 de Beethoven que suena en El nacimiento de una nación).

También es música el tic tac de un reloj o el sonido del tren, que se utilizan para simbolizar el paso del tiempo, o los trinos de pájaros, para describir cierto estado de ánimo.

Categorías musicales

La banda sonora de una película es discontinua, las piezas que la componen rara vez se escuchan enteras (por ejemplo, Caetano Veloso cantando el Cucurrucucú paloma, en Hable con ella).

Así encontramos los motivos (el leitmotiv musical, creado por Wagner para la ópera), que escuchamos en los núcleos narrativos importantes (el violín en Psicosis, el silbido en M, el vampiro de Düsseldorf o Kill Bill), que suelen reaparecer con sutiles variaciones tonales y en los títulos de créditos; los discursos, que cubren musicalmente escenas completas y carecen de principio y final para acentuar su carácter de desarrollo (la escena inicial de Salvar al soldado Ryan); los fondos, que suelen pasar inadvertidos; las puntuaciones (fragmentos musicales mínimos, como la nota de piano que asoma en determinados momentos de El resplandor); ambientes, que nos ubican en una determinada región del planeta, como sucede en Sed de mal, donde escuchamos música popular mejicana; las citas, que son músicas que ya existían antes de la película que las aloja (la de Schubert que escuchamos en Barry Lindon)…

La música que escucha el espectador le afecta emocionalmente. Las tesituras agudas en tono mayor las asocia a la alegría, la diversión; los agudos conjugados con tonos menores provocan melancolía; los instrumentos de metal remiten a rasgos heroicos o épicos, así como los sonidos graves se relacionan con el honor y el sosiego. Y todo ello sin pasar el filtro de lo racional. Acaso porque, como afirmó Leonard Bernstein, «la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido».

 

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