Cultura
¡Este rodaje es una ruina!
Más de un director, de haber sabido el desastre, el fracaso, el caos, las vicisitudes, incidencias y calamidades que su rodaje convocaría, jamás hubiera gritado, sentado desde su canónica silla, el imperativo abracadabrante: ¡Acción!
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Más de un director, de haber sabido el desastre, el fracaso, el caos, las vicisitudes, incidencias y calamidades que su rodaje convocaría, jamás hubiera gritado, sentado desde su canónica silla, el imperativo abracadabrante: ¡Acción!
Es el caso de Octubre (1927). El Comité Central del Partido Comunista Ruso le encargó a Serguéi Eisentein conmemorar la Revolución de 1917 con una película. Cuando finalizó el rodaje, tuvo que montarla contrarreloj, en apenas unas semanas, eliminando cualquier referencia a Trotski, quien había sido purgado en el entretanto, y con el imperativo de hacer una narración menos poética y vanguardista de lo que acostumbraba y más digerible para el público; al fin y al cabo, se trataba de un filme propagandístico. Con sesiones draconianas de trabajo, Eisenstein tuvo que reducir las treinta y seis horas de metraje a una y media. Sin dormir apenas, perdió la vista, es decir, realizó parte del montaje a ciegas, trabajando exclusivamente a partir de las imágenes del rodaje impresas en su memoria. Meses después, se recuperó.
El de La reina de África, estrenada en 1951, se convirtió en uno de los más legendarios de Hollywood. Katharine Hepburn lo narró en su libro El rodaje de La reina africana o cómo fui a África con Bogart, Bacall y Huston y casi pierdo la razón. También el guionista del filme y escritor Peter Viertel (marido de Deborah Kerr) le dedicó uno de sus títulos más populares, Cazador blanco, corazón negro.
El rodaje de ‘La reina de África’, estrenada en 1951, se convirtió en uno de los más legendarios de Hollywood
Resultó una extravagancia que los estudios permitieran a John Houston un rodaje de varias semanas, con dos estrellas como Hepburn y Bogart, en plena selva africana (se rodó en Uganda y el Congo). Ocurrió de todo: hormigas soldado que arrasaron los bungalow donde se alojaba el equipo, serpientes venenosas asomando al menor descuido, un cazador nativo contratado para proveerles de carne que fue arrestado porque, cuando no encontraba animales a tiro, entregaba carne humana (Houston aseguró que nunca notó el matiz en el sabor), el cocodrilo que retenían en una pileta y que hincaba sus fauces en las piernas de los despistados… Y el agua, que causó disentería en casi todos los allí rodando… salvo a Bogart y Houston, que solo saciaban su sed con tragos de güisqui. Al menos, Bogart recibió su único Oscar por esta interpretación.
Unos años después, en septiembre de 1960, comienza el rodaje de Cleopatra. Iba a dirigirla Mamoulian, pero renunció a los tres meses, y fue sustituido por Mankiewicz. Por expreso deseo de su protagonista, Liz Taylor, fue rodada fuera de Norteamérica, para no tener problemas con el fisco (le pagaron un millón de dólares, hasta ese momento la suma más astronómica recibida jamás por una estrella; en realidad, fue un equívoco, ella pidió ese monto porque no le interesaba el proyecto, y pensó que la rechazarían). Se desplazaron a Londres. El encuentro con Richard Burton (que interpretaba a Marco Antonio) se convirtió en un idilio explosivo de alcohol, caracteres inflamados, celos, adulterio (ambos estaban casados). Lo peor estaba por llegar. Taylor está a punto de morir durante el rodaje: meningitis y una inflamación de la capa externa del cerebro y la membrana de la médula espinal. Diagnóstico del mismísimo médico de Isabel II. Tuvieron que practicarla una traqueotomía que le dejó una cicatriz faraónica en el cuello. Cuando imperó cierta tranquilidad, Taylor sufrió una seria intoxicación y decidió que le llevaran su comida por avión, desde Estados Unidos.
El presupuesto inicial de la película ‘Cleopatra’, de dos millones de dólares, se disparó a 45. En el largometraje se lucen 26.000 trajes
El presupuesto inicial de la película, dos millones de dólares, se disparó a 45. En el largometraje se lucen 26.000 trajes, 65 de ellos de la protagonista, algunos confeccionados con piezas de oro. Cuando finalizó el trabajo, Mankiewicz montó una cinta de seis horas. Consiguió reducirla a cuatro, pero el estudio le exigió cortar el metraje a tres. Se tuvieron que rodar escenas extra para mantener la coherencia. El filme que iba a encumbrar a la 20th Century Fox estuvo a punto de hundirla por completo.
De Oz al corazón de las tinieblas
La MGM también rozó la quiebra con El mago de Oz. Fue un fracaso de taquilla y un embrollo su rodaje. La Metro quería que la protagonizara Shirley Temple, pero se impuso Judy Garland (a quien se le suministraban generosas dosis de anfetaminas para aguantar el rodaje, por no hablar de sus ochenta cigarrillos diarios que compensaban su estricta dieta de lechuga, por su tendencia a engordar). Hubo suicidios en el equipo de rodaje y escándalos sexuales (acoso a Garland, a la que el magnate del estudio, Louis B. Mayer llamaba «pequeña jorobada»). Aunque la cinta la firma Victor Fleming, hubo seis directores: LeRoy, Taurog, Thorpe, Cukor, Vidor y el propio Fleming.
A Margaret Hamilton, la actriz que interpreta a la Bruja Malvada del Oeste, le pintaron la cara de verde con un producto que tenía cobre, es decir, altamente tóxico. Además, indeleble e inflamable. Se le prendió fuego el rostro y le quedaron cicatrices de por vida.
Apocalypse now (1979), basada en la novela de Conrad El corazón de las tinieblas, acabó por convertirse en una auténtica pesadilla. Al Pacino, Robert Redford, Steve McQueen y Jack Nicholson declinaron protagonizarla, así que Coppola tuvo que conformarse con un entonces desconocido Martin Sheen, quien sufrió un infarto que estuvo a un tris de fulminarlo, llegaba ebrio la mitad de las jornadas de trabajo, y dispensaba un carácter irascible (la escena en la que golpea un espejo y el corte producido es fruto de un arrebato embriagado). También Dennis Hopper (a quien Brando no soportaba, por lo que los planos que compartían habían de ser grabados en dos veces) se entregó sin reservas al alcohol, y muchas de sus escenas tuvieron que ser eliminadas. Marlon Brandon no se aprendía el guion, improvisaba, iba por libre, su desmedido contorno (parecía, literalmente, una morsa) obligó al director a grabar en penumbra muchas de sus apariciones, se rapó el pelo sin consultar a nadie… Tres años de rodaje durante los que los decorados fueron destruidos en varias ocasiones por tifones o bombardeados (había guerra en Filipinas, donde rodaban), Coppola perdió cuarenta kilos y tuvo tentativas de suicidio; el dictador Ferdinand Marcos, que les prestó los helicópteros, se los requisó sin previo aviso, deteniendo sine die, de nuevo, el rodaje… Eso sí, el resultado fue su opus magnum, con permiso de El Padrino.
Hay directores obstinados. Caso de Werner Herzog (no se olvide que, por cumplir una promesa, se comió su propio zapato). Para el rodaje de Fitzcarraldo (1982), que cuenta la historia (basada en hechos reales) de un tipo obsesionado con la ópera que decide construir un teatro en la selva, el director tenía que llevar un barco de vapor de más de 300 toneladas a través de las frondosidades amazónicas pasando por una montaña. Así lo hizo. Nada de efectos especiales. A las bravas. La logística de aquello fue endiabladamente insufrible. El protagonista, Jason Robards, se cansó de las astracanadas de Herzog y de los tifones que tuvieron que aguantar y desertó; lo sustituyó Klaus Kinski.
The Abbys (1989), de James Cameron, casi se lleva por delante a Ed Harris, ya que el director impuso que el reparto aprendiera a bucear, para dar mayor realismo a la película, que transcurría en las profundidades del mar. Harris se quedó atrapado sin oxígeno. Mary Elisabeth Mastrantonio, otra de las actrices, sufrió una larga depresión a consecuencia de las exigencias y las condiciones extremas del rodaje. El cuervo (1994) arrastra el estigma de que su protagonista, Brandon Lee, hijo de Bruce, muriese por balas auténticas en una escena en la que era tiroteado. Lo que faltaba por rodar se hizo con un doble y tecnología digital.
Brad Pitt, cuando interpretaba a Aquiles en ‘Troya’ (2014) se lesionó… el talón de ‘idem’
Décadas antes, y en Madrid, murió otro actor en plena faena. Tyrone Power rodaba Salomón y la reina de Saba (1959). Tras un fuerte dolor en el brazo izquierdo, le sentaron, le ofrecieron una copa de coñac y sufrió un infarto. Murió de camino a la Clínica Ruber, con las botas, la estola y la túnica de rey por mortaja. Tenía 44 años.
Brad Pitt, sin llegar a tanto, cuando interpretaba a Aquiles en Troya (2014) se lesionó… el talón de idem, lo cual tiene su guasa. Sin embargo, su compañero de reparto George Camilleri se fracturó una pierna durante la grabación y, al ser operado, falleció por un paro cardiaco ocasionado por un coágulo.
Terry Gilliam necesitó treinta años para acabar su obsesivo proyecto sobre el Caballero de la triste figura, El hombre que mató a don Quijote (2018). La iba protagonizar Johnny Depp, pero a los pocos días una hernia discal imposibilitó el trabajo y el rodaje se paró, retomándose sucesivas veces y siendo pospuesto otras tantas. El decorado fue destruido por inundaciones, Depp abandonó por problemas de agenda, Gilliam no encontraba financiación… Las vicisitudes se recogen en el documental Lost in La Mancha.
Ridley Scott, a punto de estrenar Todo el dinero del mundo, fue obligado a cambiar de protagonista. Por aquel entonces, Kevin Spacey se vio envuelto en un turbio asunto de acoso sexual, y los estudios decidieron reemplazarlo por Christopher Plummer, que grabó alrededor de cuatrocientos planos en nueve días. Más de 18 horas diarias. Por cierto, Spacey fue absuelto de todos los cargos que se le imputaban.
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