Desde la Revolución islámica de 1979, los líderes religiosos de Irán han manifestado en diversas ocasiones su intención de lograr la aniquilación de Israel. Estas amenazas han sido tomadas muy en serio por el Estado israelí, especialmente desde que, en agosto de 2002, se reveló que Irán, paralelamente a su programa nuclear civil, mantenía en secreto un programa de desarrollo de armas nucleares, violando así el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), del cual es firmante.
Este tratado ha sido un pilar fundamental para limitar el desarrollo de la tecnología nuclear a fines pacíficos y, sobre todo, para evitar la proliferación de armas nucleares más allá de los países que ya las poseían antes de 1967. Sin embargo, no ha impedido que otras naciones no firmantes del tratado, como India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, hayan desarrollado sus propios arsenales nucleares.
La vigilancia del cumplimiento del TNP recae en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA o IAEA), cuyos inspectores supervisan las instalaciones nucleares en todo el mundo, controlando en particular los inventarios y movimientos de materiales como el uranio y el plutonio.
¿Qué es el uranio enriquecido?
El uranio, en estado natural, esta básicamente formado por dos isótopos: U-238 y U-235. Para muchas aplicaciones civiles –como los reactores nucleares para generación de energía o la producción de isótopos para uso médico– es necesario enriquecer este elemento. Esto consiste en aumentar la proporción de U-235 por encima del 0,7% que contiene el uranio natural.
El método más común para enriquecer es utilizar ultracentrifugadoras: cilindros de aproximadamente 10 centímetros de diámetro y 4 o 5 metros de altura. En estos cilindros, el uranio está en forma de hexafluoruro de uranio (UF₆) en estado gaseoso, lo cual requiere mantenerlo por encima de 56 ºC, ya que a temperatura ambiente es sólido. Las ultracentrifugadoras, que giran a altísimas velocidades, desplazan el U-235 hacia su centro, de donde es extraído.
El enriquecimiento necesario para usos civiles rara vez supera el 5 % de U-235, mientras que para la fabricación de armas nucleares se necesita que sea superior al 90%. También puede emplearse plutonio-239, aunque su manejo y producción son tecnológicamente más complejos.
Instalaciones de riesgo en Irán
Muy pocos países posen la capacidad de enriquecer y este proceso se realiza en instalaciones civiles vigiladas por la OIEA, en ninguna de las cuales se obtiene uranio altamente enriquecido. De hecho, desde 1986, el número de ojivas nucleares en el mundo ha disminuido significativamente, aunque todavía persiste una cantidad capaz de provocar una catástrofe global.
La vigilancia del cumplimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear recae en el Organismo Internacional de Energía Atómica
Esta reducción generó un excedente de uranio y plutonio de uso militar, especialmente en Estados Unidos y Rusia (anteriormente, Unión Soviética), lo que llevó a ambos países a deshacerse de una parte sustancial de sus reservas de uranio altamente enriquecido y plutonio.
Una excepción es Irán, que ha utilizado su instalaciones de enriquecimiento para obtener uranio enriquecido por encima de lo justificable para fines civiles –energía, medicina, etcétera–. En varias ocasiones, Israel ha atacado las instalaciones nucleares iraníes y, en una operación particularmente destacada, logró inutilizar sus ultracentrifugadoras mediante un sofisticado virus informático.
Tratado fallido
En 2015, bajo la iniciativa del presidente Barack Obama, se firmó un acuerdo nuclear entre Irán y las principales potencias mundiales. En él, Teherán se comprometía, entre otras cosas, a no enriquecer uranio-235 por encima del 4%, bajo la supervisión del OIEA.
Desafortunadamente, en mayo de 2018, durante su primer mandato, el presidente Donald Trump decidió retirar a Estados Unidos del acuerdo.
Aunque los inspectores del OIEA continuaron supervisando las instalaciones iraníes, ya no tenían autoridad para imponer restricciones al nivel de enriquecimiento, dado que el acuerdo dejó de estar en vigor. Su función se limitó a observar y documentar el uso de los materiales nucleares.
Los informes del OIEA indicaron que Irán poseía al menos 400 kg de uranio enriquecido al 60%, justificado por Teherán como material para investigación. Supuestamente en respuesta a esta información, Israel bombardeó las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz y Isfahán. Fordow y Natanz son instalaciones de enriquecimiento, mientras que Isfahán es un centro tecnológico con varios pequeños reactores nucleares de investigación.
Sin embargo, se sabe que muchas de estas instalaciones están protegidas bajo decenas de metros de tierra. Las propias autoridades israelíes reconocieron que con sus bombas no podían penetrar ese blindaje, por lo que solicitaron la intervención de Estados Unidos, que atacó las instalaciones con sus armas no nucleares de mayor potencia.
En las instalaciones de enriquecimiento, la liberación de sustancias nucleares es muy improbable y el riesgo para la población es escaso. No es así el caso de Isfahán, donde la destrucción de los reactores podría provocar al liberación de productos de fisión y, con ellos, una enorme cantidad de radiación.
Suficiente para tres bombas atómicas
Para las autoridades iraníes, este ataque era previsible y, aunque es posible que las instalaciones hayan sido destruidas, no hay garantía de que uranio altamente enriquecido no hubiera sido previamente trasladado. Los 400 kilos registrados por el OIEA puede almacenarse en tres o cuatro cilindros pequeños de UF₆, algo que es sencillo camuflar y transportar.
Esa cantidad bastaría para obtener, con relativa facilidad, unos 200 kilos de uranio enriquecido al 95%, suficiente para fabricar tres bombas atómicas rudimentarias similares a Little Boy, lanzada sobre Hiroshima en 1945.
Termonucleares, un peligro aun peor
Aunque Irán llegase a fabricar 2 o 3 bombas, es dudoso que las arrojase contra Israel o Estados Unidos, porque, probablemente, recibiría como respuesta unas decenas de bombas miles de veces más potentes que arrasarían su propio país. El peligro que se plantea es el grado de desarrollo tecnológico que dispone para fabricar sofisticadas bombas nucleares de segunda generación, las conocidas como termonucleares, mucho más destructivas.
Pequeñas cantidades de U-235 y/o Pu-239 pueden actuar como iniciadoras de la explosión termonuclear, recurriendo al efecto Ulm-Teller. Este consiste en el uso de una bomba atómica de fisión nuclear a modo de disparador, colocada cerca de una cantidad de combustible de fusión nuclear. El uso de la «implosión de la radiación» comprime el combustible de la fusión y consigue su encendido.
Con esa tecnología, que es la disponible por los países nucleares, 200 kg de uranio altamente enriquecido permitirían disponer de varias decenas de cabezas nucleares fácilmente transportables en misiles.
Hasta ahora teníamos, o creíamos tener, a través de las inspecciones de la OIEA, un conocimiento de las actividades nucleares que se realizaban en Irán. Rota esta vía, no es descartable que Irán busque seguir los pasos del Corea del Norte, que parece dispone de unas decenas de bombas atómicas funcionales, a costa de un gran aislamiento internacional.
Urge un compromiso internacional
En el momento de escribir estas líneas, Irán ha cortado las relaciones con la OIEA. Según Rafael Grossi, director general la OIEA, este país tendría capacidad para empezar a enriquecer uranio de nuevo en pocos meses.
En este escenario, es fundamental recuperar un control internacional de las armas nucleares, empezando por Estados Unidos y Rusia, que deben reducir sustancialmente sus arsenales como hicieron en el pasado. Por otro lado, algunas declaraciones del presidente Trump hacen dudar del compromiso que Estados Unidos tiene en la defensa de los países europeos miembros de la OTAN frente a una amenaza nuclear rusa. Si no se dispone de esta garantía, la Unión Europea puede plantearse el desarrollo de una defensa nuclear propia.
De hecho, el presidente de Francia, único país de la UE con armas nucleares, se ha referido en alguna ocasión a la puesta a disposición de la UE de su arsenal. Es fundamental que Estados Unidos disipe estas dudas. Si no, corremos el riesgo de entrar en un mundo donde las amenazas del uso de armas nucleares se multipliquen con los riesgos e incertidumbres que ello supondría.
J. Guillermo Sánchez León es miembro del instituto universitario de Física Fundamental y Matemáticas (IUFFyM) en la Universidad de Salamanca. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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