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Gabriela Ramos

«La ética es la brújula que necesitamos recuperar»

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06
agosto
2025

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Allá donde ha ido, Gabriela Ramos (México, 1964) ha dejado huella. Después de 25 años en organizaciones internacionales y una década en el servicio exterior mexicano, la subdirectora de Ciencias Sociales y Humanas de la Unesco planea embarcarse en una nueva misión como candidata a la Dirección General de esta organización de la ONU. Lo hace en un momento retador, en medio de la salida (de nuevo) de Estados Unidos del organismo multilateral. Con afán reformista, Ramos busca facilitar el impacto real de las instituciones multilaterales en temas globales urgentes, como ha hecho con instrumentos como la ‘Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial’, adoptada por unanimidad por 193 países.


¿Qué poder real de transformación tiene la Unesco en este contexto tan polarizado?

Mucho más de lo que a veces se le reconoce. La Unesco es una agencia especializada de la ONU, con un mandato específico en educación, ciencia y cultura, que se extiende a la ética tecnológica. La Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial es un ejemplo: un compromiso global que dice que el desarrollo tecnológico debe ceñirse a los derechos humanos, la dignidad, la transparencia y la rendición de cuentas.

Se trata de un documento no vinculante. ¿Qué efecto real puede tener? ¿Cómo se asegura que los países realmente implementen estas recomendaciones?

Creo que ese es un falso dilema. Ni todos los instrumentos vinculantes son más efectivos, ni los no vinculantes menos. Depende de la voluntad de los países de implementarlos. Nos toca mostrarles su utilidad, y esa ha sido mi contribución, después de muchos años de desarrollar estándares en la OCDE y en la Unesco. Por eso hemos acompañado la recomendación con un programa de implementación con métricas claras y una herramienta concreta: la Metodología de evaluación del estadio de preparación (o RAM, por sus siglas en inglés). Es una autoevaluación que les permite ver en qué estado están sus capacidades para cumplir la recomendación. Esto ha generado un «efecto contagio» positivo: más de 80 países han participado ya. No por obligación, sino porque vieron la utilidad del proceso. Es un race to the top que demuestra que, si las instituciones internacionales muestran su valor, los países responden.

«El desarrollo tecnológico debe ceñirse a los derechos humanos»

Defiende que, igual que otros sectores como la aviación o la salud están regulados, el de la IA también debe estarlo. 

La IA no es solo una herramienta transversal, sino una industria. Para regularla bien, hay que comprender el modelo de negocio, abordar los monopolios con políticas de competencia, y establecer estándares de calidad en el uso de datos. La clave no está en sobrerregular, ni en dejar un vacío normativo, sino en responsabilizar a los actores cuando haya impactos negativos. Debemos asegurar que el espacio digital no sea un salvaje Oeste. Lo que está en juego es nuestra privacidad, nuestra seguridad y nuestras democracias.

¿Qué más se puede hacer al respecto?

Debemos seguir reflexionando sobre cómo trasladar al mundo digital y a la IA los principios del Estado de derecho que hemos conquistado y desarrollado durante siglos. Uno de los temas más complejos es el de la responsabilidad legal: cómo se define quién es responsable cuando ocurre un daño y cómo se garantiza que exista compensación o reparación para las víctimas. Un ejemplo extremo de esta problemática ocurrió en Londres, donde se registraron casos de suicidios de jóvenes en cuyos dispositivos se encontraron contenidos online que, prácticamente, ofrecían una «receta» para quitarse la vida. Esto muestra la urgencia de establecer marcos claros de responsabilidad en el entorno digital.

«Lo que está en juego es nuestra privacidad, nuestra seguridad y nuestras democracias»

En este sentido, ha propuesto que la Unesco intensifique su acción frente al impacto de las redes sociales en el bienestar de los jóvenes. ¿Con qué medidas?

Tenemos que actuar, tanto con legislación como con incentivos. Las redes sociales deben repensar su arquitectura y los gobiernos deben proteger a sus ciudadanos. Necesitamos políticas públicas que premien modelos de negocio más responsables. Desde compras públicas condicionadas hasta créditos fiscales, los Estados pueden guiar el comportamiento empresarial.

Es una gran defensora de la equidad de género en el mundo digital.

Impulsé esta agenda desde la OCDE, y ahora en la Unesco. Cuando redactamos la Recomendación sobre la ética de la IA, me aseguré de incluir un capítulo específico sobre género, porque la discriminación no es genérica: tiene estructuras. Creamos programas como la plataforma Women4Ethical AI para apoyar la implementación de la Recomendación de IA ética de la Unesco, compartiendo investigaciones y buenas prácticas, impulsando el desarrollo de algoritmos y fuentes de datos no discriminatorios, e incentivando a las niñas, las mujeres y los grupos subrepresentados a participar en la IA. También está Transforming MEN’talities, que busca ampliar conocimientos y evidencia para involucrar con éxito a hombres y niños en la igualdad de género. No es un asunto de mujeres, sino de transformar códigos sociales y culturales que ponen en desventaja a las mujeres, pero que también dañan a los hombres.

En el ámbito de la educación, ha propuesto integrar las humanidades más profundamente en los currículos globales. ¿Por qué y cómo?

Creo que, en materia científica, hemos perdido la capacidad de incorporar perspectivas humanistas a los retos que enfrentamos. Incluso en la definición de objetivos, por ejemplo en la economía. Nos hemos centrado demasiado en maximizar los ingresos, en el crecimiento económico y la transformación tecnológica, y esto tiene un impacto en el tipo de sociedad y economías que queremos tener. La pregunta real es: ¿qué tipo de sociedad queremos ser? Y para responder a eso necesitamos las humanidades. En un mundo de tecnosolucionismo, debemos enfocarnos en la construcción de sociedades inclusivas y sostenibles. El cambio climático es otro ejemplo importante en el que se tendrían que conjugar aprendizajes de distintas disciplinas, porque la relación con la naturaleza se entiende desde la comprensión de interdependencia, incorporando filosofías ancestrales. Necesitamos más arte, más filosofía, más ética… no solo para proporcionar respuestas sino para hacer las preguntas adecuadas.

«Necesitamos más arte, más filosofía, más ética para hacer las preguntas adecuadas»

Hablando de ética, ¿por qué es tan importante?

La ética es la brújula que necesitamos recuperar. No solo en el desarrollo tecnológico, sino en nuestra forma de convivir. La ética es respeto, es empatía, es compasión. Es la base para los derechos humanos y para la dignidad. Necesitamos líderes éticos, instituciones éticas, tecnologías éticas.

Dice que «la ciencia está bajo asedio». ¿En qué sentido?

Me refiero a un fenómeno doble. Por un lado, la desinformación masiva ha debilitado la confianza en la ciencia. Por otro, hay gobiernos que atacan la ciencia cuando le conviene a su agenda política. Eso es muy peligroso. En la Unesco hemos reactivado la implementación de la Recomendación sobre la ciencia y los investigadores científicos, que, entre otras cosas, trata de proporcionar las condiciones para que los científicos trabajen en libertad y con seguridad, fomentar la confianza en la ciencia, y la elaboración de políticas basadas en la evidencia. No podemos privarnos de las evidencias científicas sólidas en un mundo que está viviendo transiciones muy importantes: la digital, la climática, la demográfica, la cultural… La ciencia es clave para la toma de decisiones, y es problemático que en muchos gobiernos se soslaye su importancia.

Con la salida de Estados Unidos de la Unesco, ¿está la organización también bajo asedio?

Estados Unidos es un pilar de la cooperación internacional y muchos de los grandes acuerdos internacionales, incluyendo el Acuerdo de París sobre el cambio climático, se han logrado gracias a su involucramiento. Si la Administración actual tiene una perspectiva de desacoplamiento de las instituciones internacionales, es poco lo que podemos hacer, pero sí podemos seguir demostrando que la vía internacional es la más sólida, efectiva y duradera, y que no conviene estar fuera. Eso no obsta el hecho de que debemos abordar algunas de las legítimas consideraciones que han hecho sobre la efectividad de las instituciones, la burocracia o la falta de visión estratégica. Es cierto que es necesario reformar estas instituciones para ser mucho más ágiles y menos burocráticas.

«La ciencia es clave para la toma de decisiones, y es problemático que en muchos gobiernos se soslaye su importancia»

Su candidatura plantea reformas en esta línea…

Así es. Más visión y menos proceso. Estas organizaciones empiezan a vivir para sí mismas y deben estar mucho más cerca de las necesidades de los países. Ahí radica nuestro éxito. Al llegar a la Unesco, me costó ver que nos limitábamos a publicar recomendaciones sin hacerles seguimiento. Necesitamos tener, sobre todo en este contexto en el que seguramente va a haber recortes financieros, una manera de priorizar los programas que realmente están teniendo impacto en la realidad de los países. Eso es importantísimo y parece muy obvio, pero no se hace. También necesitamos actualizar los métodos de trabajo. No puede ser que sigamos con procesos del siglo pasado, como reuniones presenciales cada seis meses para leer documentos en pantallas. Con herramientas digitales podemos preparar discusiones más ágiles y efectivas. Otra medida sería integrar mejor el presupuesto base y las contribuciones voluntarias, que hoy representan el doble del financiamiento fijo. Esto permitiría profesionalizar más las contrataciones y tener un contrato único,  reduciendo la precariedad laboral. Y, relacionado con esto, hemos de trabajar en la atracción de talento. Esto es importantísimo: ninguna institución va a llegar más allá del talento que tiene.

En un momento geopolítico tan convulso, ¿cómo puede la Unesco seguir avanzando?

Movilizando a los países y socios que quieran hacerlo. No podemos esperar a que todos estén de acuerdo. Hay países que, lamentablemente, se están retirando de los compromisos internacionales. Pero eso no significa que el resto del mundo deba paralizarse. Seguiremos empujando alianzas con quienes sí quieren construir un mundo más justo, que son los más.

¿Qué le motiva a postularse a la Dirección General?

Me impulsa una convicción muy profunda: la necesidad de reconstruir los puentes de cooperación internacional en un mundo fracturado. La Unesco no fue creada solo para administrar la educación, la ciencia o la cultura, sino para usarlas como vectores de diálogo y entendimiento global. Las instituciones pueden convertirse en herramientas poderosas para la humanidad, siempre y cuando trabajen con propósito y cercanía a las necesidades de sus países.

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