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La era dorada del cine banal

Una atención dispersa y un consumo de contenidos marcado por las sugerencias que nos hacen los algoritmos marcan cómo son las películas. Unos estudios cada vez más reticentes al riesgo tampoco ayudan para impulsar la creatividad. El cine se estaría así volviendo anodino.

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31
octubre
2025

Poco más de una década atrás, uno de los temas favoritos de los medios especializados en tecnología eran las llamadas segundas pantallas. El smartphone se estaba haciendo omnipresente y las redes sociales eran el ruido que nos acompañaba a todas partes, así que se estaba empezando a ver la televisión en su compañía. Los programas incorporaban hashtags para dirigir la conversación, el éxito se medía en trending topics y los anunciantes se preguntaban qué impacto tenía eso en cuánta atención le prestábamos a los anuncios de las pausas publicitarias. Entonces ya había también quien se preguntaba cómo esta atención partida podría cambiar los contenidos y, particularmente, las series y el cine.

Esa última es la gran pregunta de esta década. ¿Se han vuelto las películas o las series más básicas y simples, con guiones más fáciles de seguir y en los que se reduce la complejidad, ahora que vivimos con una atención dispersa?

Un análisis de The Guardian habla de las que llama «algorithm movies», que en castellano se podría traducir como películas algorítmicas. No se trata de que sean películas diseñadas por un algoritmo o en las que las decisiones se toman con base a lo que recomienda la tecnología, sino más bien que el modo en el que consumimos contenidos (servidos por un algoritmo que ordena nuestros feeds) ha impactado su propia naturaleza.

Pero ¿qué es lo que tienen en común estas películas algorítmicas? El título es muy obvio, diciendo en pocas palabras lo que te vas a encontrar; a la cabeza del reparto está alguna estrella de Hollywood, que sirve de gancho; y la historia resulta un tanto genérica, una de esas pelis que funcionan «para todo el mundo». Una estadística interna de la industria que recoge el diario británico apunta que los espectadores toman la decisión de ver o no ver un programa que les ofrece el feed en cuestión de 5 segundos. Una ventana mínima de tiempo para lograr seducirlos que obliga a dejar claro qué te vas a encontrar.

Los espectadores toman la decisión de ver o no ver un programa en cuestión de 5 segundos

Aun así, lo más significativo de estas historias es que son fáciles de seguir. Su trama no es muy complicada y no solo se pueden ver en cualquier pantalla, sino que se pueden seguir en cualquier situación y condiciones. Al fin y al cabo, la industria ya sabe que lo más probable es que las estés viendo mientras haces otra cosa y que el personaje anuncie lo que va a hacer aumenta las posibilidades de que te enteres de lo que hace.

Esto tiene un impacto en la historia. Son, como dice el análisis, películas anodinas. Es posible que las veas y es igualmente posible que te olvides rápidamente de ellas.

Esta crítica no solo se les hace a los muchos contenidos que inundan los feeds y protagonizan las horas de streaming. También se les hace a los aparentes grandes títulos de Hollywood, esas mejores películas dignas de Oscar.

Las últimas ganadoras de ese certamen han sido, en término medio, filmes de no tanto relumbrón. De hecho, uno de los temas favoritos de los medios cuando se acercan los Oscar en estos últimos años es el análisis profundo de qué está pasando con los premios y por qué es todo tan «raro» (y las películas, se asume de forma implícita, tan malas).

Aquí no se le puede echar la culpa al algoritmo, porque las acusaciones son transversales a la industria. Los análisis en la hemeroteca demuestran, además, que este tipo de análisis se remontan una década atrás. Ya a mediados de la década de los 10 la prensa estadounidense analizaba cómo las grandes películas (por éxito en taquilla) se estaban «volviendo peores». El 60% de las 50 películas más taquilleras con peores críticas se habían estrenado en la década previa a 2016, señalaban entonces.

En aquel momento, se perfilaban dos grandes causas para explicar la situación. Una era que se primaban los efectos (desde explosiones a virtuosismo del uso de tecnologías) en vez de la propia historia. Otra era que Hollywood se había entregado a las secuelas (porque eran rentables económicamente) y toda historia tiene un límite. A la quinta iteración de los mismos personajes y ganchos es muy difícil hacer algo bueno.

Al mismo tiempo, estos años fueron en los que se empezó a apostar por un cierto control de riesgos. Los estudios tradicionales, que se enfrentaban a una problemática situación económica por la caída de ingresos en taquilla y el empuje de las plataformas, querían asegurarse resultados, por lo que premiaban lo conocido.

Las plataformas de streaming eran mucho más osadas, al menos en una primera etapa. Como recuerda The Guardian, antes de la pandemia Netflix estaba invirtiendo intensamente en contenidos sin mucho control sobre qué se producía. Esto les permitió hacer cosas interesantes y sorprendentes. Después de la pandemia, cuando empezaron a registrar caídas en bolsa y ajustes en proyecciones de crecimiento, las cosas cambiaron y ellos también pasaron a centrarse en contenidos que saben que funcionan. Uno de sus directos lo resumió como el modelo «hamburguesa gourmet», algo conocido y que da confort, pero presentado en un paquete de acabado premium.

A medida que quienes toman decisiones aceptan menos los riesgos, los contenidos se vuelven menos creativos.

La estrategia de posicionamiento de las películas está influida por los ciclos de consumo de información

En paralelo, también se podría sumar cómo se venden las películas. La estrategia de posicionamiento está influida por los ciclos de consumo de información: las películas dan un titular jugoso (aunque luego cuando vas a verla no esté a la altura, lo que satura al público) o abusan de la viralidad para intentar posicionarse (desde incluir momentos memeíficables hasta a centrar la promoción en historias virales, como pasó este verano con el romance entre Liam Neeson y Pamela Anderson). Hasta los tráileres de las películas se han vuelto un tanto «blah», como critican los espectadores en redes sociales y recoge un análisis de The New York Times. No crean anticipación y a veces desvelan toda la trama de la película ante esas audiencias desenganchadas.

Las audiencias son uno de los problemas fundamentales del cine y uno de los que podría haber impulsado también la apuesta por películas anodinas. Los estudios asumen que esas son las que la audiencia quiere, como recuerda una columna de The New York Times, y se reafirman (incluso si lo hacen de forma sesgada) en la idea cada vez que un filme sesudo y con buenas críticas fracasa en taquilla y otro algorítmico arrasa.

Igualmente, los feeds de acceso a contenidos han creado, como suma The Guardian, una personalización (cada persona tiene su propio feed y sus propias recomendaciones) y una despersonalización (los filmes habrían perdido así el toque personal de quienes los crean). Un estudio de Ampere señala que los algoritmos ya han batido a las recomendaciones de otras personas como la manera más habitual para escoger qué ver a nivel global. Un 26% le da a play a algo que su feed le sugiere, frente al 23% que se decanta por lo que le han recomendado. Aun así, géneros (46%) y actores/actrices (35%) siguen siendo grandes motivadores para ver una cosa y no otra.

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