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Miguel Pita

 «El amor no es magia, es pura biología»

Artículo

Fotografía

Carlos Givaja
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28
noviembre
2025

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Carlos Givaja

¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos enamoramos? Miguel Pita, doctor en Genética y Biología Celular e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, explica en ‘El cerebro enamorado’ (Periférica, 2025) los procesos biológicos que subyacen al sexo, la estabilidad, la ruptura y la superación. A través de una historia ficticia de amor entre Raquel e Iñigo, Pita muestra cómo las neuronas y las moléculas de nuestro cuerpo no solo generan placer, sino que también provocan obsesión, dependencia y malestar ante la ausencia o el rechazo del ser amado. 


¿Qué sucede exactamente en el cerebro cuando nos enamoramos?

El enamoramiento implica que se activen y desactiven determinadas regiones cerebrales y que se inhiban o se desaten determinadas moléculas. Y eso se traduce en que nuestro cuerpo, a través de los efectos que se producen en el cerebro, establece una especie de fijación con un individuo: una obsesión y un anhelo permanente de obtener un placer asociado a la presencia de esa persona. Asimismo, se genera un estado de malestar en ausencia o ante el rechazo de ella. Lo que hace el cerebro es, de repente, vincular nuestra existencia a la dependencia de otra persona.

Habla del amor como «el fenómeno más interesante de la especie humana». ¿Por qué?

Lo más fascinante, quizá, sea el nacimiento o la muerte. Pero, de lo que ocurre en el transcurso de la vida, el enamoramiento es la reforma fisiológica más potente que se da de forma transitoria. En la vida tenemos una reforma muy grande, como la adolescencia, ya que somos distintas personas antes y después de ella. El enamoramiento es una situación en la que uno, incluso siendo ya adulto, pierde el control de la situación y de sus decisiones voluntarias, repentinamente, de manera imprevisible y por causa de otro ser vivo, de otra persona. Es realmente un proceso que, si no estuviésemos acostumbrados a vivirlo, nos parecería sorprendente. Es reversible, no es eterno, lo cual también lo hace fascinante.

«El enamoramiento es una situación en la que uno, incluso siendo ya adulto, pierde el control de la situación»

¿Qué nos diferencia del resto de los animales cuando amamos o establecemos vínculos sexuales y afectivos?

Otras especies presentan fenómenos mucho menos intensos y extremos. Muchas simplemente se juntan con otros seres. Por ejemplo, si te fijas en un gato, tiene una necesidad tremenda de aparearse y se comporta de forma extraña: maúlla, busca pareja… También necesita, de repente, la presencia de otro ser de su misma especie. En otros animales un poco más sofisticados ocurre algo más: después de juntarse con ese ser les gusta volver a verlo. Hay otros mamíferos e incluso aves que se aparean y vuelven a juntarse recurrentemente con el mismo individuo, es decir, esa búsqueda de un otro concreto de su especie también aparece. Sin embargo, la intensidad y la profundidad del vínculo no se dan en ninguna otra especie. Nosotros no solo buscamos intensamente a esa persona, ni solo recurrimos una y otra vez al mismo individuo, como algunas especies monógamas, sino que además conocemos a esa persona profundamente. Si el amor es correspondido, el vínculo que formamos es profundísimo, porque podemos entablar un conocimiento abstracto de esa persona: hablar con ella, compartir tiempo que no solo tiene que ver con las relaciones físicas. La vinculación que podemos llegar a tener con otro miembro de nuestra especie a través del amor no se da igual en la naturaleza.

¿Qué aspectos del enamoramiento siguen siendo una incógnita para la ciencia?

Gran parte de lo que observamos, aunque cuenta con hipótesis muy robustas, es muy difícil de comprobar. No por tratarse del amor, sino porque casi todo lo que sucede en el cerebro humano resulta difícil de verificar, salvo que ocurra exactamente igual en un animal. El cerebro presenta diferencias demasiado grandes con el de otras especies. Por eso, hay muchos aspectos que no se han podido demostrar de forma fehaciente, aunque pocas cuestiones siguen siendo una incógnita total. Existen zonas grises: en la mayoría de los casos contamos con propuestas basadas en hallazgos indirectos, pero no podemos realizar experimentos directos para confirmarlas, porque no sería ético ni viable. 

«La vinculación que podemos llegar a tener con otro miembro de nuestra especie a través del amor no se da igual en la naturaleza»

Desde el punto de vista biológico, ¿hombres y mujeres se enamoran igual?

Hay diferencias en las neuronas que provienen tanto de la genética como del ambiente, por lo que es difícil ser rotundo con estas afirmaciones. Aun así, parece lógico pensar que existen diferencias en cómo se enamoran hombres y mujeres, igual que las hay entre machos y hembras en las especies que establecen vínculos de pareja. Sin embargo, los grandes rasgos son iguales; las diferencias se encuentran en los detalles, que aun así tienen relevancia. Por ejemplo, las hormonas sexuales, que juegan un papel importante en el inicio del enamoramiento, son distintas en hombres y mujeres, pero en ambos casos nos hacen más proclives al sexo. ¿Llevan exactamente al mismo punto? No, pero sí a uno muy parecido. En otros aspectos, las diferencias biológicas entre hombres y mujeres pueden ser más marcadas, más allá de las que impone la sociedad; sin embargo, en el enamoramiento son muy sutiles. Un hombre enamorado de una mujer y una mujer enamorada de un hombre experimentan algo muy parecido.

Se dice que «el amor es como una droga dura». ¿Hasta qué punto esa comparación tiene base científica?

Totalmente, se puede vincular con la idea de adicción, porque en el fondo las adicciones a sustancias externas se aprovechan de mecanismos fisiológicos. No inventan nada nuevo, simplemente tienen un efecto exagerado sobre una ruta que ya existe. Una de esas rutas que aprovechan muchas drogas es la que aparece en el enamoramiento. En este estado sentimos bienestar porque se libera una molécula interna en nuestro cuerpo cuando está presente nuestra pareja, y ese proceso es muy parecido al que se produce con una droga. La diferencia es que, en ese caso, la sustancia externa estimula el mismo mecanismo. En el amor, lo externo es la persona y la molécula es interna. Con las drogas ocurre algo similar, pero de forma mucho más intensa y con riesgos evidentes. El amor, en cambio, es una droga que no deja secuelas: cuesta curarse, pero no provoca daños en los órganos ni en el cerebro, ni genera una adicción permanente. Aun así, ambos procesos son muy análogos.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando atravesamos una ruptura? ¿Por qué puede llegar a doler tanto?

Cuando tenemos una ruptura, se produce un proceso de falta de aquello que nos generaba placer, a lo que nuestro cuerpo ya se había acostumbrado, intensificando la sensación de ausencia. Además, no solo dejamos de sentirnos bien, sino que se liberan moléculas que provocan malestar. En la naturaleza, esto cumple la función de motivarnos a buscar a la pareja. Así, no solo sufrimos por la ausencia del estímulo positivo, sino que hay una ruta paralela que nos genera malestar. Cuando la pareja no está, se excitan determinadas neuronas que nos dicen: «Busca a tu pareja». Esto provoca una sensación permanente de malestar, combinando la falta del estímulo positivo con la activación de estas señales internas.

«Cuando tenemos una ruptura, se produce un proceso de falta de aquello que nos generaba placer»

¿Podrían modificarse, aunque sea a muy largo plazo, los mecanismos biológicos que afectan al cerebro durante el enamoramiento a causa de la irrupción de las apps de citas, las redes sociales y la hiperconectividad?

No es esperable que tengan un efecto tan potente como en otros aspectos. Sí condicionan la forma en que nos relacionamos y nos obligan a adoptar ciertos comportamientos, pero los cerebros no son fáciles de cambiar. Usarlos de determinada manera no altera su estructura: seguimos teniendo un cerebro muy parecido al de hace 10.000 o 15.000 años. La biología y la genética son muy reacias a los cambios, que solo ocurren por mutaciones accidentales. Sin embargo, los comportamientos sí se pueden modificar porque podemos elegir cómo actuar. Aunque cambiemos gracias a las redes sociales o a la evolución social, el amor sigue teniendo un impacto dictatorial sobre nuestro comportamiento. Podemos elegir nuestras opciones amorosas, pero cuando menos lo esperemos, el amor puede volver y desviarnos de nuestra elección con mucha más fuerza de lo que imaginamos. Esto no va a cambiar: podemos comportarnos como queramos, pero seguirá existiendo este fenómeno de enorme peso biológico. Puedes decidir tener muchas parejas, pocas o ninguna, pero, salvo que vayas a vivir a una isla desierta, si los mecanismos hormonales y neurofisiológicos se activan, te enamorarás independientemente de tus decisiones previas.

¿Qué le gustaría que el lector se llevara después de leer libro?

Creo que quiero que el lector descubra que el amor se puede entender: no es magia ni depende de explicaciones peregrinas como los dioses o el destino; es pura biología. Esto no le quita importancia: sigue siendo fundamental, ya que está en la base de la pervivencia de nuestra especie, del establecimiento de pareja, de la reproducción y de la crianza. El libro ofrece un explicación accesible y paso a paso de lo que sucede en la cabeza cuando experimentamos todas esas locuras del enamoramiento. Incluso puede resultar útil en un mal momento, mostrando que estos procesos no solo se superan, sino que no dejan secuelas y son pura física y química, es decir, biología.

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