Michel Nieva
«La gran eficacia discursiva de Elon Musk es que propone una utopía»
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
A día de hoy, parece que la idea de futuro estuviera acaparada por los multimillonarios. Apellidos como Musk, Bezos y Zuckerberg imaginan diferentes mañanas desde el capitalismo tecnológico. El problema es que esas propuestas, como los viajes interplanetarios, la inmortalidad u otros temas que tienen que ver más con la ciencia ficción que con la realidad, están destinadas al 1% más rico de la población y pueden acarrear consecuencias nefastas para el planeta. Esta serie de cuestiones la desgrana el escritor y docente Michel Nieva en su nueva obra ‘Ciencia ficción capitalista’ (Anagrama).
¿En qué punto se unen la ciencia ficción y el capitalismo?
En mi libro analizo cómo a partir de la década de los 70, en un cruce entre el hippismo y la idiosincrasia yuppie de las nacientes corporaciones californianas, el capitalismo tecnológico de Silicon Valley empezó a parasitar los imaginarios de ciencia ficción para estetizar sus mercancías y dotarlas de fantasiosas capacidades futuristas. Llamo a esto ciencia ficción capitalista un poco inspirada en el concepto de Mark Fisher de realismo capitalista. Para él, el fin del siglo XX fue signado por una sensación hegemónica de que no había alternativa a las políticas neoliberales de ajuste, es decir, que era más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. La ciencia ficción capitalista es la fantasía de cómo el propio capitalismo sobrevivirá cuando el mundo no exista más, con la colonización de otros planetas o la extensión de las capacidades biológicas mediante la tecnología, entre otras.
«La ciencia ficción capitalista es la fantasía de cómo el propio capitalismo sobrevivirá cuando el mundo no exista más»
Una idea que ya comenzó a desarrollarse con Jules Verne.
Yo tomo un artículo suyo que me parece arquetípico de una tradición que se funda después. En él, propone que la literatura de ciencia ficción es como un estadio previo de algo que luego se va a esculpir en acero. Me parecía interesante pensarlo como una colaboración que se desarrolla después, en lo que se llama la ciencia ficción dura, con escritores que, como tenían formación técnica en ingeniería y física, bosquejaban máquinas que luego vendían a corporaciones. Algo que también tuvo su tradición en la Unión Soviética.
Esa ciencia ficción capitalista es a la que se han sumado los multimillonarios como Musk a día de hoy: son los únicos que parecen fijar su mirada en el futuro, lo que los ha convertido en gurús.
La gran eficacia discursiva de personajes como Elon Musk para convocar a mayorías es que proponen una utopía y una épica de la que carece cualquier tipo de ideología política. Estas fantasías de llevar a la humanidad a Marte, como posible salvación a crisis ecológicas de la Tierra, son tan eficaces por eso: porque no hay otras narrativas. Pese a que son irreales en cierto sentido –el proceso de terraformar un planeta como Marte llevaría cientos de años–, se vuelve una especie de creencia para muchas personas en el mundo.
La cuestión es que muchas de esas ideas, como la conquista del espacio o el alargamiento de la vida, son solo posibles para un reducidísimo porcentaje de la población.
En primer lugar, como decía antes, estas propuestas atraen tanto porque son las únicas narrativas utópicas de nuestro tiempo. Segundo, porque combinan de manera muy eficaz la fascinación por la tecnología punta con una de las estructuras más arcaicas de Occidente: el mito del patriarca que va a salvar a la humanidad. Pero claro, todo el poder de estas corporaciones y sus CEOs fue posible gracias a la inmensa concentración de riqueza acelerada como nunca antes desde la pandemia de covid-19, cuando una minoría plutocrática empezó a poseer más del doble que el 99% restante. Vivimos en un mundo asediado por guerras, pobreza, crisis sanitarias y climáticas, en parte debido a esa distribución desigual de la riqueza, pero estos magnates proponen que solo profundizando en esa desigualdad algo va a cambiar. Un poco de eso queda claro en la camiseta que Elon Musk usa hace tiempo y revivió ahora en los rallies Pro-Trump, que reza «Occupy Mars», en directa burla a los reclamos de «Occupy Wall Street», que nacieron tras la crisis financiera de 2008. A estos personajes no los mueve en absoluto ningún espíritu filantrópico sino la megalomanía y el afán de seguir concentrando poder y riqueza.
«Los magnates proponen que solo profundizando la desigualdad algo va a cambiar»
Esto se puede ver muy bien en la estética de los astronautas de SpaceX, mucho más estilizada que la de la NASA. ¿A qué está apelando Musk con ella?
Ese fue uno de los motivos que primero atrajeron mi atención. La NASA es una agencia militar en la que supuestamente todo responde a una funcionalidad específica. No como en estas empresas, donde todo está más estilizado y tiene referencias ficcionales de películas o de bandas pop. Por ejemplo, el diseñador de los trajes de SpaceX es el mismo de los cascos de Daft Punk y muchos personajes de Marvel. Esto se encuentra también en los productos de Apple, donde parece que no hay cables y que todo está flotando. Todo esto tiene que ver con la hiperestilización del imaginario espacial, lo que está relacionado con su privatización. Una idea de que estamos viviendo en el futuro: un mañana que solo va a disfrutar un 1% de la humanidad.
«El diseñador de los trajes de SpaceX es el mismo de los cascos de Daft Punk y muchos personajes de Marvel»
¿Es la solución transportar el mismo modelo a otro planeta?
Este capitalismo por un lado es muy creativo con su instrumentación de la ciencia ficción para multiplicar narrativas tecnoutópicas, pero por otro lado es muy monótono y necrótico en las formas en que imagina hacerlo: acelerando los mecanismos de producción y consumo de carbono que desataron la catástrofe climática vigente. Las características de Marte que lo vuelven inhabitable son, entre otras, su falta de atmósfera y las heladas temperaturas. Los planes terraformadores como los de Elon Musk proponen trasladar los mecanismos contaminantes de la Tierra al planeta rojo para que los gases de efecto invernadero constituyan una atmósfera, calienten el lugar y derritan el agua de los polos. Es decir, destrozar otro planeta una vez que terminen con este.
¿Se han quedado con la utopía? ¿Hay alternativas?
Es urgente más que nunca pensar desde los colectivos de izquierda, ecologistas, progresistas, nuevas formas de producción y uso de tecnología por fuera del monopolio de China y Estados Unidos. Creo que vivimos en una época en la que la IA transformará drásticamente lo que entendemos por trabajo intelectual, y es hora de pensar formas de renta básica universal asociadas a aplicaciones móviles de regulación pública, que rompan con el monopolio actual de la tecnología.
COMENTARIOS