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María Dueñas

«Hay mucho por escribir de la emigración que hubo desde España»

Fotografía

Carlos Ruiz
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26
mayo
2025

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Carlos Ruiz

En ‘Por si un día volvemos’ (Planeta), su última novela, María Dueñas (Puertollano, 1964) se adentra de nuevo en los recovecos de la historia. En este caso, es el relato de la población española que vivía en el Orán colonial de la mano de Cecilia, una joven que huye en los años 20 de la miseria ocultando un turbio secreto. Dueñas es una de las autoras que más vende en España ya desde el lanzamiento de su primera novela, ‘El tiempo entre costuras’. 


Por si un día volvemos ha llegado de forma simultánea a España, Estados Unidos y 18 países de Latinoamérica con una tirada de medio millón de ejemplares. ¿Cómo impacta esto en tu trabajo como escritora? ¿Da seguridad, confianza o por el contrario crea una cierta presión ante las expectativas?

A mí me da muchísima confianza, porque veo hasta qué punto mi equipo editorial está detrás de mí, sabiendo o anticipando que va a haber una respuesta muy sólida de los lectores. Si en los últimos libros ha sido así, pues confiemos. Inquietud no me da, pero sí un poco de sentido de la responsabilidad. Supone un estímulo para seguir trabajando.

Hablando de cifras y best-sellers, has sido muy clara a la hora de hablar sobre cómo la prensa especializada no toca esos libros o no les da la cobertura que sí tienen en otros países. ¿Qué sesgos nos llevan a dejarlos lejos de la cobertura highbrow?

Hay algo importante: que no es toda la crítica literaria. No es todo el periodismo cultural, que a mí me trata muy bien, con mucho respeto. La dedicación ha sido muy aceptable en muchísimos medios, pero siempre hay algunos, como solemos decir, de la ceja levantada a los que les mueve única y exclusivamente el prejuicio. No es que no les gusten mis novelas, es que no las leen. No las consideran dignas de dedicarles una crítica literaria por el mero hecho de que se venden mucho. Es un prejuicio que convendría eliminar, pero también es verdad que vivimos en un país de empresa libre. Cada cual que haga lo que crea que tenga que hacer para su medio. En general, yo sí me siento bien muy bien tratada por la por la prensa, el periodismo cultural y la crítica, con algunas excepciones.

La segunda parte de mi pregunta es si nos queda por avanzar. Pensaba en cómo The New York Times ha hecho estos años examen de conciencia y ahora habla en su sección de libros de novelas populares y de género, esos nichos que nunca entran en los suplementos, como la romántica. Como lectora, me encanta y al tiempo me parece lejano.

Además, esa desconsideración hacia según qué publicaciones arrastra también un desprecio hacia un volumen gigantesco de lectores, que merecen un respeto. Al final, [las novelas populares] movemos la industria editorial, creamos canteras de lectores y somos los que cubrimos la mayoría de los actos en las bibliotecas públicas o en las ferias del libro públicas. Algún peso tenemos en que se mueva la industria del libro en un país en el que tampoco se lee masivamente. Nos gustaría que todos los lectores fueran exquisitos y quisieran leer a Proust de la mañana a la noche, pero la realidad de nuestro país es esta y nosotros peleamos a diario por que la gente lea. Y si los medios empiezan a tener eso en cuenta en su justa proporción, pues es muy de agradecer.

«Si queremos crear lectores jóvenes, pues habrá que darles fantasía y romance»

Y que tampoco tenemos que estar leyendo a Proust todos los días y a todas horas, que a veces apetece leer otra cosa…

Exactamente, o apetece o es un público distinto. Si queremos crear lectores jóvenes, pues habrá que darles fantasía y romance, lo que les apetece. Hay muchas iniciativas para que la gente mayor se incorpore a la lectura a través de programas, de clubes de lecturas o de bibliotecas públicas, démosle lo que esa gente es capaz de leer. El pasar por la guillotina y decir «tú sí, tú no» es despreciar a mucha gente.

Yendo de forma específica a Por si un día volvemos, en la novela hablas de la población de origen español que vivía en Orán y su área, algo que resulta bastante desconocido al público general. ¿Por qué crees que no sabemos mucho sobre esta historia?

Sí, porque los movimientos migratorios casi siempre irradian de zonas concretas. Los gallegos y los asturianos iban a Argentina, porque de allí salían los barcos que los llevaban. Los murcianos iban a Barcelona, porque tenían trenes. Esta es una emigración y un exilio localizado en la esquina sureste de la península, en el Levante. Las provincias de Alicante, Murcia, Almería y algo de Castilla. Por esas zonas sí que se tiene algo más de conocimiento, porque mucha gente tiene en su familia a alguien que se fue, o conoce a alguien o alguna historia. En el resto de España es más desconocido, por esa deslocalización. También porque esta es una historia que acabó en los años 60 y suena un poco a gente de otro tiempo. Para las generaciones más jóvenes, les queda ya un poco lejos.

«Los movimientos migratorios casi siempre irradian de zonas concretas»

La emigración es una temática muy presente en tu obra. En Las hijas del capitán hablas de la emigración a Estados Unidos, que también está en Misión Olvido con el exilio. En El tiempo entre costuras está Tetuán. ¿Hay muchas novelas aún por escribir sobre la historia de la emigración española?

Creo que hay muchísimas. Es un tema que ha afectado a nuestro país a lo largo de tanto tiempo y en tantas direcciones que hay muchísimas historias por escribir. Casi siempre tienen además el denominador común de ser unas historias conmovedoras, en una dirección o en otra. Algunas son historias épicas, positivas, de fuerza, de coraje y final feliz. Otras son verdaderas tragedias, historias un poco como la que yo cuento en Por si algún día volvemos, de dificultades, de lucha permanente, de derrotas. Hay mucho por escribir de toda la emigración que hubo desde España. A mí no me va a llegar la vida para tantas novelas, pero ojalá las consiga leer de otros autores.

Las novelas no se escriben al margen del contexto en el que vivimos. ¿Este contexto impacta en por qué escribimos tan poco sobre la emigración? ¿Pensamos que esto es algo que les pasó o les está pasando a otros? Y me pregunto si eso hace que sea todavía más importante recuperar esta historia ahora mismo.

No tengo una respuesta. Realmente, no sé decir por qué razón no hemos escrito más sobre sobre los nuestros que se nos fueron. Tampoco te sabría decir cómo conecta con la sensibilidad en el presente, porque a veces la memoria es frágil. Ahora tenemos aquí otro fenómeno migratorio, el inverso. Nos hemos vuelto una nación acogedora, receptora de inmigrantes, cuando hace cuatro décadas era al revés. No te sé decir qué ha pasado por medio para que tengamos la memoria tan frágil en tantas cosas y creamos que esto es un fenómeno unidireccional, cuando todo el mundo se ha ido y todo el mundo ha recibido.

«Nos hemos vuelto una nación receptora de inmigrantes, cuando hace cuatro décadas era al revés»

Esta es también una novela sobre la descolonización, un tema muy complejo, con muchos matices. ¿Cómo se trabaja como escritora para integrarlo en la ficción?

He recurrido a dos tipos de fuentes para documentarme. Unas son las objetivas, digamos, las académicas y el conocimiento común validado socialmente, pero también he hablado con mucha gente que vivió esos momentos y que, a veces, tienen un recuerdo muy distinto. He intentado equilibrar todo esto. La novela la cuento en primera persona: la protagonista, Cecilia, habla de su experiencia, con sus propias vivencias, sus reflexiones y sus emociones. Ahí, me permito un poco abrir el abanico. Por un lado, contar qué está sintiendo ella. Por otro, que nos cuente qué está pasando alrededor y cómo se interpreta. He intentado hacer una visión amplia y panorámica de lo que pasó.

Cecilia vive en primera persona el clasismo de esa sociedad, especialmente el de la parte francesa contra las diferentes personas que viven en el Orán colonial, incluidas las personas que eran de allí. Pero también ve lo que les pasa a los franceses de Argelia cuando tienen que volver, con todo ese rechazo que generan los pieds-noirs en Francia.

Exactamente, es que una cosa es la historia oficial y otra lo que les pasó a aquel millón y pico de europeos que se tuvo que marchar deprisa y corriendo, dejándolo todo atrás y a los millones de argelinos que se vieron afectados, unos porque se quedaron y otros porque se tuvieron que ir; cómo les marcó esa guerra de la independencia a todos. Es un puzzle muy complejo, muy poliédrico, y según desde qué ángulo se vaya a enfocar la situación vamos a tener opiniones muy distintas. Yo he querido centrarme en la historia de los españoles que se tuvieron que ir. Mi objetivo es una española emigrante que tiene que hacer el camino de vuelta.

La novela abarca cuatro décadas llenas de hechos históricos. ¿Cómo se encuentra el equilibrio para no caer en lo que yo llamo el «efecto Wikipedia», cuando te sueltan de golpe tres páginas de historia y curiosidades, pero recordando que quien lee habrá cosas sobre las que no tenga ni idea?

Ese es casi mi mayor esfuerzo a la hora de escribir, llegar a un equilibrio entre ofrecer a los lectores un trasfondo histórico que les resulte atractivo e interesante para contextualizar lo que está pasando y que no parezca lo que dices, tres páginas de la Wikipedia. Antes que escritora he sido lectora, y sigo siéndolo, y algo que molesta muchísimo es ver que se interrumpe la acción y te cuentan unos rollos larguísimos que tampoco te interesan tanto. En ese sentido, voy casi todo el tiempo haciendo un juego de pesas. Voy dosificando la información y trituro toda la que tengo. Contaría muchas cosas más, pero entiendo que no estoy escribiendo ni un artículo académico, ni una tesis doctoral, ni un artículo periodístico y que tengo que centrarme en las vicisitudes de mis personajes y sus vidas. Pulverizo la información con mucho cuidado y precisión, la dejo casi en pequeños granos de sal y pimienta que voy poniendo por acá y por allá. Hago un gran esfuerzo para que la carga histórica no se coma la ficción, no ralentice el ritmo y no quede por encima del plano humano de los personajes.

«Hago un gran esfuerzo para que la carga histórica no se coma la ficción»

Cuando empecé a leer, la protagonista de esta novela me recordó a Sira, la de El tiempo entre costuras. Son personajes muy diferentes, pero sus circunstancias iniciales me resultaron paralelas. ¿Fue algo involuntario o algo buscado para mostrar la situación precaria en la que se encontraban las mujeres en estas épocas?

Yo quería distanciar a Cecilia y a Sira porque son personajes que no tienen nada que ver, pero es verdad que comparten algunas realidades. Arrancan la novela siendo mujeres muy jóvenes y las dos se deben poner en marcha hacia un destino desconocido. A partir de ahí acaban todas las similitudes, porque Sira, a pesar los golpes de la vida, siempre está más rodeada de afecto y tiene más agarraderas. Siempre tiene un sitio al que volver. Aquí, [Cecilia] tiene una vida mucho más dura y no contempla poder volver a ningún sitio. Nadie tiene intención de ayudarla y se lo va ganando todo ella a base de golpes. En ese sentido, son dos personajes muy distintos.

Estaba ahora intentando recordar el nombre real de Cecilia y dándome cuenta de que nunca llegamos a saberlo.

Fíjate, no lo sé ni yo. No he querido pensar un nombre y protegerlo. Es ya Cecilia, porque a veces la identidad te viene impuesta y a veces es elegida por las circunstancias de la vida.

«A veces la identidad te viene impuesta y a veces es elegida por las circunstancias de la vida»

Además, tiene un gran simbolismo que todas sus identidades sean un poco de prestado y cambien tantas veces en la novela. 

Sí, porque ella va cambiando constantemente de lugar, de posición social, de madurez. La tenemos con tres apellidos distintos y ninguno es el de ella. Es una muestra más de lo precipitado y accidentado de todo su devenir.

Sira hizo que muchas personas redescubrieran la historia española en Tetuán. ¿Logrará Cecilia un efecto similar con Orán?

No lo sé. Tetuán y Tánger siguen aquí al lado y se tiene muy fácil acceso. Al hilo de la novela, lo ha querido conocer mucha gente y se ha desplazado hasta allí. La situación de Argelia es muy distinta. Primero, porque, aunque había mucha presencia española, institucionalmente era francesa, con lo cual no había tanto apego emotivo. Tú ahora vas a Tetuán o Tánger y están llenos de presencia española, se ven restos por todas partes. Esto en Argelia no existía. Luego, ahora mismo es difícil viajar al país. Quien quiera acercarse más a ese universo, probablemente va a tener que hacerlo a través de los libros y la documentación histórica. Es más difícil recuperar ese vínculo; primero, porque nunca fue tan sólido y, segundo, porque ya está del todo perdido.

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