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Lara Gil

«Recibimos diariamente el mensaje de que lo mejor que le puede pasar a una mujer es adelgazar»

Fotografía original

Mar Armengol
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25
noviembre
2025

Fotografía original

Mar Armengol

Cuando Lara Gil tenía 19 años, se sometió a una cirugía bariátrica. Llevaba haciendo dietas desde la infancia y, en aquel momento, sentía que había llegado al límite. Su madre la acompañó a la consulta de un cirujano, que les explicó con unos dibujos y palabras muy optimistas qué iba a pasar. Iba a perder peso y aquella era una operación sencilla, que solo tendría consecuencias positivas. Lo que Gil descubrió después es que las cirugías bariátricas tienen efectos directos sobre la salud. Al fin y al cabo, implica reducir el tamaño del estómago y mutilar el intestino. Lo cuenta ahora en ‘Manual para romper un cuerpo’ (Aguilar), donde habla de desnutrición, deshidratación y otros muchos efectos secundarios. Hasta la promesa de adelgazar es matizable (y no solo desde el punto de vista ético): la propia industria oferta una segunda cirugía para perder el peso que se recupera años después.


¿Por qué seguimos pensando, a nivel general, que estas operaciones son algo sencillo, sin efectos?

Creo que hay muchos intereses en que estas operaciones se sigan haciendo. Económicos, pero también ideológicos y políticos. Hay un silenciamiento. Se oculta, se ignora y se invisibiliza lo grave que es, porque, si fuéramos conscientes de la gravedad, nos escandalizaríamos como sociedad y nos parecería que no se deberían hacer.  Se siguen haciendo porque no somos conscientes de la gravedad y de las consecuencias que tienen en nuestras vidas.

¿Crees que es por eso también que no hay voces críticas desde el mundo de la ciencia o de la medicina que se alcen contra este tipo de operaciones?

Hay muy pocas voces críticas, porque no hay una información accesible. Para poder cuestionarlo, necesitas tener información. El hecho de que sea muy opaca, incluso para las propias personas que nos hacemos estas operaciones, permite que no pueda haber ni una reflexión ni ningún tipo de crítica.

«Dentro de la medicina y la ciencia de la salud, hay un nivel de gordofobia tan alto que hace que se cometan negligencias»

Un dato que me resultó sorprendente es que la operación implique cortar un trozo de intestino, porque a quienes les diagnostican enfermedades intestinales es algo que les dicen que sería la ultimísima opción, ya que hacerlo tiene consecuencias para la calidad de vida. ¿Cómo pude ser que en unas consultas se diga una cosa y en otras otra?

Creo que hay mucha gordofobia médica. Dentro de la medicina y la ciencia de la salud, hay un nivel de gordofobia tan alto que hace que se cometan negligencias y que se promuevan tratamientos que son perjudiciales para la salud. Esto pasa porque lo que se aprende en medicina es que la gordura es un problema por encima de todo. Se ignoran e invisibilizan otros problemas de salud y se pone la búsqueda de la delgadez antes que cualquier otra cosa.

Para mí, el tema del intestino es un ejemplo muy claro de que lo que importa es que estemos delgadas. Se corta alrededor del 40%. La primera parte del intestino desaparece casi por completo y el objetivo es que no absorbamos calorías. No hace falta ser médico para saber que si no absorbes calorías tampoco absorbes nutrientes, vitaminas o proteínas. Esto muestra que la comunidad médica prioriza la delgadez frente a una salud integral o a un cuerpo sano.

En los medios era habitual ver operaciones de famosas. ¿Ha ayudado esto a banalizar este tipo de operaciones y lo que significan?

Totalmente. Los medios de comunicación generan todo el rato la idea de que, cuando estás delgada, eres deseable y saludable. Este tipo de comentarios constantes que se producen en los medios de comunicación también los reproducimos nosotras al asociar que alguien ha perdido peso con que está mejor. Este mecanismo que aprendemos, porque lo recibimos continuamente desde pequeñas, hace que como sociedad entendamos que cualquier cosa es mejor antes que ser una persona gorda. Diariamente recibimos el mensaje de que lo mejor que le puede pasar a una mujer es adelgazar, porque vas a recibir muchísima validación. Esto fomenta que no veamos las consecuencias y el lado oscuro de todo lo que le hacemos al cuerpo para conseguir esa delgadez.

¿Y estamos haciendo también con Ozempic esta banalización, vía celebridades que lo usan o creemos que lo hacen?

Sí, Ozempic tiene mucho que ver con lo que cuento en el libro, con las cirugías bariátricas y con las dietas. Tanto mi cirugía como el Ozempic pertenecen a todo lo que llamamos cultura de la dieta: todas estas industrias e ideología en torno a buscar la delgadez del cuerpo a pesar de todo, cueste lo que cueste. Ozempic es un gran ejemplo porque se utiliza la ciencia, la medicina y la salud para promover el uso de un fármaco que tiene consecuencias graves. Consumirlo genera vómitos, náuseas, desmayos, cansancio o malestar. Sin embargo, seguimos priorizando la delgadez. Todo lo que hacemos para forzar al cuerpo para que adelgace tiene consecuencias y la cultura de la dieta se encarga constantemente de negarlas e invisibilizarlas. Si fuéramos conscientes de lo atroz que es, no lo haríamos.

«Todo lo que hacemos para forzar al cuerpo para que adelgace tiene consecuencias y la cultura de la dieta se encarga constantemente de negarlas e invisibilizarlas»

Y aquí podemos sumar otro factor. Podríamos llamarlo el capitalismo de la delgadez. En el libro cuentas que «debes tener dinero para soportar las consecuencias de una cirugía bariátrica». Todo esto tiene también una vertiente económica. Necesitas poder permitírtelo.

Además, existe otra cosa que también se invisibiliza mucho, porque parece que tienes que poder hacer el esfuerzo, cueste lo que cueste, ya que el objetivo máximo debe ser adelgazar. Nadie te dice que, después de una operación como la mía, el nivel de suplementación que debes llevar es muy alto y eso no lo financia la Seguridad Social [que sí financia la operación]. Los tratamientos médicos [que necesitas después] tampoco los cubre, porque el personal no está especializado y no tiene conocimientos. Su respuesta solo es que todo lo que te pasa es por el bypass y que «es lo que hay». El relato de la cirugía es que es poco invasiva y no va a tener apenas consecuencias en tu vida.

Es como una paradoja, tú escoges hacerlo y son tus consecuencias, pero tú debes hacerlo también o tú verás…

Te llevan a estos métodos, la cirugía o el Ozempic (que también es carísimo). Hay una doble moral, porque el mundo nos dice que tenemos que adelgazar sí o sí a cualquier precio, porque si no lo que recibes es violencia, insultos o mucho miedo. Pero, luego en paralelo, cuando hacemos cualquiera de las cosas que hay que hacer para adelgazar, el mundo te abandona.  Por un lado, los profesionales están preparados para recetarte Ozempic o la cirugía, pero no tienen los conocimientos para hacerte seguimiento. Por otro, la sociedad te juzga. Quieren que estés delgada, pero solo si sufres, si lo haces con una dieta de sufrimiento. Cuando recurres a alguna de estas técnicas, lo que hace la sociedad es culparte y castigarte, decir «tú lo has buscado, haber conseguido adelgazar por ti misma».

«Hay una doble moral, porque el mundo nos dice que tenemos que adelgazar a cualquier precio, pero luego te abandona»

Es lo de que «haces trampas». Se dota a la delgadez de un cierto virtuosismo, pero nadie escoge su constitución física.

Es que esa es la gran mentira. No escogemos el cuerpo que tenemos. La gordofobia se basa en la idea de que las personas gordas lo somos porque queremos, porque tomamos malas decisiones y porque no nos cuidamos. La realidad es que las personas delgadas no son delgadas porque tomen buenas decisiones y porque se cuiden. Hay muchos factores por los que una persona es delgada o es gorda. Sin embargo, la gordofobia reduce el peso y el cuerpo a la toma de decisiones, a la voluntad de la persona. Crea esta idea de que las personas gordas lo somos por culpa nuestra, que la gordura es algo malo y que, por eso, la sociedad pueda castigarnos y maltratarnos por serlo.

Citas en el libro un estudio de acoso escolar muy impactante, que concluía que ante el bullying que recibían los niños y niñas gordos la respuesta era que hiciesen dieta.

Es un reflejo del pensamiento que tenemos. Somos una sociedad tan profundamente gordofóbica que pensamos que el insulto y el maltrato a las personas gordas es legítimo.   La búsqueda de la delgadez tiene mucho que ver con corregir el cuerpo. Como sociedad, tenemos el derecho a corregirte y a hacer todo lo que haga falta para llevarte hacia el buen camino.

Y aquí vamos al tema de la salud. Porque sabemos que alguien leerá esta entrevista y pensará «¿pero cómo vas a estar sano si estás gordo?». ¿Cómo desmontamos esto? O casi más ajustado: ¿es posible hacerlo? ¿No es algo muy interiorizado?

Es posible. Y es necesario y obligatorio. La salud es el lugar en el que se ampara la gordofobia para legitimarse. Como sociedad, no podemos entender el maltrato a las personas gordas solo por una cuestión estética. Entonces, utilizamos la salud como argumento legítimo para poder seguir ejerciendo la discriminación y la violencia.

Hay dos cuestiones básicas e imprescindibles con el tema de la salud. La primera es que tenemos que reflexionar sobre por qué cuando las activistas gordas o por la diversidad corporal denunciamos la situación de vulnerabilidad y de violencia que vivimos, lo que la gente argumenta es que estamos insanas. Estar sana o no estarlo nunca debería ser un argumento para legitimar la violencia. Y esto no pasa en otras ocasiones. Cuando hay personas enfermas, lo que hacemos como sociedad es buscar una forma de cuidarlas. Sentimos empatía. Esto pasa con cualquier enfermedad, menos con la gordura. Eso demuestra que, en realidad, a nadie le preocupa nuestra salud.

Luego, dentro de la comunidad médica ni siquiera hay consenso sobre si es una enfermedad. Está probado que es un factor de riesgo. Es lo único en lo que hay consenso. Y factores de riesgo hay un montón. Convivimos con muchísimos de ellos y, como sociedad, no nos preocupan. Le estamos dando más importancia a la gordura porque hay muchas industrias que se lucran de generar miedo y terror a nuestro cuerpo.

«Lo que pasó con el ‘body positive’ tuvo mucho que ver con que las industrias se encontraron con el que el cuerpo ‘curvy’ tenía valor»

Incluso sabiendo la teoría, es muy difícil no caer en el ciclo de juzgar duramente nuestro cuerpo. ¿Cómo se puede romper con esto?

No tengo la fórmula mágica, pero algo que voy entendiendo es que el movimiento no puede ser individual. El ejercicio de aceptarse es un ejercicio colectivo. Por mucho que tú lo intentes, si luego cuando sales al mundo y lo que te devuelve es que tu cuerpo está mal, es muy difícil que funcione. Entonces, no podemos encontrar una solución individual a un problema colectivo. La única forma en la que podemos tener una mejor relación con nuestro cuerpo es cambiando la forma en la que la sociedad y el mundo tratan y hablan de los cuerpos.

Otra cosa que a mí me ayuda mucho es el movimiento de aceptación de neutralidad corporal. El cuerpo es una mercancía, tiene muchísimo valor. Debemos volverlo algo neutro. Entender que es algo que está en nosotras, sin más. No tiene que ser ni bonito ni feo, es algo que nos acompaña y lo tenemos que cuidar como nos cuidamos en general.

Y en esta necesidad de que sea algo colectivo, ¿cómo puede impactar el cambio de ciclo geopolítico en el que nos encontramos? Las modelos plus size han desaparecido de las pasarelas y todo lo del body positive ya no está por todas partes como en la década pasada.  

El cuerpo es un territorio donde se escribe la ideología. Estamos en estos últimos años en un momento de vuelta a un pensamiento muy conservador, mucho más fascista, totalitario. No existen los grises. Este auge se traduce en una forma de entender el cuerpo que tiene mucho más que ver con el pensamiento unitario que con uno que abraza la diversidad. Es un hecho que cuando aumenta el pensamiento conservador crece la presión por adelgazar. Se vio a finales de los 80 y los 90, hasta los 2000. Fue una época en la que se promovió todo ese nuevo capitalismo que arrasaba con todo y decía que no existe la sociedad y que somos sujetos únicos. La delgadez se utiliza muy bien dentro de la ideología liberal, porque viene a decirnos que todo depende de nosotros y nuestro cuerpo depende de nuestras decisiones. Tenemos que adelgazar y cultivar nuestro cuerpo a base de esfuerzo.

Tampoco sé si la época body positive es mucho mejor, porque lo que pasó hace diez años tuvo mucho que ver con que las industrias se encontraron con el que el cuerpo curvy tenía valor. Podían enriquecerse. Al final, seguíamos estando dentro de una lógica muy capitalista en la que a partir del cuerpo se generaba o miedo o placer para que consumamos.

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