Gabriel Albiac
«La constante de las sociedades humanas es el tabú del incesto»
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COLABORA2025
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Para el filósofo Gabriel Albiac (Utiel, Valencia, 1950), hablar de familia es referirnos a las relaciones incestuosas entre parientes. «El peso de la relación con aquello que te funda como hablante es lo que diferencia a los humanos de las bestias». Poco importa quien ejerza la función de padre o madre, como tampoco es relevante «especificar si masculino es identificable con una peculiaridad genital o con otra». En su último libro, ‘El eclipse del padre’ (La esfera de los libros, 2025), desmonta los dogmas de una razón ‘woke’ que está transformando los valores de la sociedad contemporánea. Conversamos con él sobre vetos, educación, familia y lenguaje.
Empecemos por algo esencial para entender lo que estamos tratando: ¿qué es la cultura woke?
La curiosa creencia de que el deseo puede construir la realidad, ya se proyecte sobre el ámbito de las determinaciones sociales o simbólicas, entre las cuales la más inmediata es la construcción sexual de la subjetividad y la configuración de las figuras simbólicas paterno-maternas. Freud insiste en que hemos hallado el acceso al inconsciente, pero estaríamos locos si pensásemos que el inconsciente es colonizable. El inconsciente es el coágulo de las estructuras lingüísticas a partir de las cuales la cría de un mamífero hablante se construye como humana. No es cierto que se nazca humano; se nace con la estructura que permite, a través de la lengua, forjarte una subjetividad humana y esa subjetividad, nos guste o no, esta configurada por la lengua.
Una lengua que está cambiando de forma notable últimamente. Pero el lenguaje es algo que ha variado siempre, a lo largo de los años, según las sociedades y el tiempo. ¿Asistimos a una alteración del lenguaje más relevante que en otras épocas?
Pienso que tendríamos que delimitar qué aspectos del lenguaje son los que se modifican. Si tomamos la estructura de la lengua, los dos elementos más simples son la estructura sintáctica y semántica. El léxico que vehicula los contenidos semánticos es extremadamente fluido y creo que no debería preocuparnos. Yo me preocuparía de la pérdida de las estructuras sintácticas complejas. La sintaxis es una matemática. Cuando Lacan define la figura del padre, viene a decir que el padre es la sintaxis: ese es el orden despótico que estructura las palabras y que es irrevocable. La sintaxis es, por definición, compleja, porque es una estructura matemática que permite asociar determinados elementos y no otros y ligarlos mediante nexos causales o de exclusión. Para poder ser construida, requiere una relación muy continua, permanente e iniciada muy pronto con el ámbito de la escritura.
«Yo puedo enseñar a mis alumnos a leer a Sófocles, pero lo que no puedo hacer es enseñarles a leer»
Lo que me hace pensar en las reformas educativas, que nos han llevado a que hoy los alumnos puedan pasar de curso sin tener todas las materias aprobadas. ¿Qué tipo de profesionales y ciudadanos estamos formando?
Van a ser vidas pendientes, ciudadanos pendientes; es decir van a ser ciudadanos y vidas incompletas. He sido catedrático de la Universidad Complutense muchísimos años. Entré en 1967 siendo estudiante y con 24 empecé como profesor. Lo único que he visto en todos estos años ha sido una decadencia monstruosa. Cuando alguna vez alguno de los raros políticos que se han interesado por la enseñanza me planteó cómo se podría intervenir en la universidad para evitar esa caída en vertical, [siempre le dije que en la] universidad no hay nada que hacer. Yo puedo enseñar a mis alumnos a leer a Sófocles, Platón, Spinoza, Hegel, pero lo que no puedo hacer es enseñarles a leer. Eso hay que hacerlo en la primera enseñanza. El destrozo en España no viene de la universidad, sino de primaria y secundaria, porque los chavales que llegan a la universidad no saben leer.
Por ende tampoco hablar…
No hablan, repiten. No hay capacidad de construir, sino exclusivamente de repetir y eso da una pena tremenda. En los últimos diez años de docencia he tenido alumnos brillantísimos, pero el porcentaje es tan irrisorio que la rentabilidad de la institución aparece como absurda. El problema es que cuando un alumno llega hoy a la universidad no tiene capacidad de leer más de dos páginas seguidas; el hábito de lectura que ha generado es el de la pantalla y ni siquiera la pantalla del ordenador, sino del móvil. Es imposible leer más de tres párrafos seguidos en la pantalla del móvil. Cada vez más, la idea del alumno es que esa lectura más larga de dos o tres páginas es irrelevante. Cuando tú le pedías a un alumno que leyera la Fenomenología del espíritu de Hegel, uno no tenía más que entrar en Google y escribir en el buscador «fenomenología del espíritu conceptos clave». Eso planteaba problemas gravísimos, porque hace casi imposible saber qué ha leído o no un alumno. Yo tomé mi jubilación anticipada a los 60 años, entre otras cosas, por este motivo: me parecía que estaba haciendo un trabajo imposible de realizar de un modo riguroso.
El título de su libro sugiere el derrumbe de la autoridad existente. ¿Qué implica acabar con el orden imperante?
Implica la descodificación. Como apuntaba antes, Lacan dice que el padre es la sintaxis. La pérdida de la sintaxis en una sociedad significa la entrada en el caos. La subjetividad o es codificada matemáticamente –y por tanto, despóticamente– o no tiene posibilidad de establecer la rejilla de orientación con la cual organizar el mundo. Los que venimos de tradición espinosiana, sabemos que el sentido no existe, ni en los humanos ni en la realidad. Que el sentido es una red de códigos a través de la cual tú puedes fijarte vías de acceso a la realidad, moverte y sobrevivir dentro de ellas. Toda cosa está permanentemente confrontada a redes de cosas con las cuales entra en conflicto y cuya composición de fuerza es más alta que la suya y que, por lo tanto, acabarán destruyéndola. Todos acabamos muriendo. Lo que tratamos a lo largo de ese proceso que acaba con la muerte es construir el máximo de potenciación posible, estructurar un mundo que nosotros seamos capaces de manejar. Sin esa estructuración matemática no hay nada, [solo] extravío y, en última instancia, aniquilación.
«El querer no es autodeterminación, no es nunca libre»
Hablando de aniquilación, ¿cree que asistimos al derrumbe de la institución familiar, tal y como la habíamos concebido hasta ahora?
Habría que distinguir los distintos usos del término familia, que a partir de Lévi-Strauss [quedan] claros. En su libro, Los tristes trópicos, describe su primer encuentro con las tribus amazónicas y hay un momento en que está completamente fascinado con la tribu de los Nambikwara. Estos no establecen relación entre la cópula y la reproducción, lo que implica que todos los sistemas de tabú de incesto que existen en nuestras sociedades no funcionan. Eso plantea un problema mayor para Lévi-Strauss –que está ya trabajando en las estructuras elementales del parentesco– y su tesis básica es que la constante de las sociedades humanas es el tabú del incesto. Cuando hablamos de familia, estamos hablando exclusivamente de tabú del incesto. Pero, ¿qué significa en una sociedad en la que no existe el vínculo entre la cópula y la reproducción? El peso de esa relación con aquello que te funda como hablante, y que al fundarte como hablante te hace intocable, es la constante de lo humano, dice Levi-Strauss. Y creo que tiene razón: es lo que diferencia a los humanos de las bestias. Quien ejerza la función padre o madre es secundario, carece de relevancia, del mismo modo que especificar si masculino es identificable con una peculiaridad genital o con otra. Lo que sí es relevante es entender que, configurada la construcción sexual de un individuo, esta no es elegible ni modificable a voluntad. No somos lo que queremos, queremos lo que somos. El querer no es autodeterminación, no es nunca libre; el querer está siempre determinado por los factores que construyen el deseo.
Precisamente, en el libro afirma que «voluntad (la máquina de querer) y libertad (la de poder) no siempre son compatibles».
Ahí está la tragedia de lo humano. La abolición es el efecto de una acción causal sobre mí, por tanto, es esencialmente una hetero-determinación: quiero aquello que me determina a ser querido. Yo puedo decir que quiero tomar este vaso en la mano y dar un sorbo y que eso es un acto libre, [pero] estoy diciendo una majadería, porque el verdadero problema es por qué quiero en estos momentos tomar este vaso en la mano. Cuando uno dice que quiere algo no está dando una respuesta, sino planteando una pregunta y la pregunta es por qué quiere eso y no otra cosa.
«Cuando uno dice que quiere algo no está dando una respuesta, sino planteando una pregunta»
En estos tiempos que corren, donde parece ser que hay tanta confusión entre la libertad y la voluntad, las redes sociales y plataformas digitales son un altavoz a través del cual todo el mundo puede decir lo que quiera sin filtro. ¿Todo vale?
Vale para idiotizarte, pero no para obtener conocimiento. Pascal dice que solo hay dos alternativas para la condición humana: la verdad o la diversión. Para él, la verdad es Dios, y por lo tanto entra en un ámbito de fusión ascética de otro orden, pero para la gente, si no hay verdad, lo que queda es la diversión. La verdad es trabajosa.
Hoy en día, parece que tenemos que hacer del trabajo una diversión y que el límite entre el ocio y el deber desaparece, pues todo pasa a formar parte de lo mismo. La gente solo quiere vivir bien y hacer dinero rápido, con el mínimo esfuerzo. ¿Qué implicaciones tiene esto?
Implica que se estrellarán contra la realidad más bien antes que después. El problema de la realidad es que es horriblemente testaruda. Tú puedes empeñarte en decir [que tu] mundo va a ser divertido y [que vas a hacer] de tu vida un universo divertido, pero la vida es la muerte, es las sucesivas muertes que van produciéndose en nosotros en el curso del tiempo. Tiempo es el eufemismo, la palabra respetable –o por lo menos no escalofriante– que utilizamos para decir muerte. Vivimos en la medida en que estamos muriéndonos en el tiempo, lo cual implica, en primer lugar, que todo lo que hacemos es irreversible y que la responsabilidad que contraemos no la rectificaremos jamás. La sociedad ha intentado convencer a los niños desde los jardines de infancia que venían a divertirse, a disfrutar, a ser felices, pero yo quiero que a mi criatura le enseñen a hacer un logaritmo. El término diversión no es inocente. Diversión, en su sentido inicial, es la maniobra de extravío, es lo que efectúa –por ejemplo– un cuerpo de Ejército cuando se desvía de la línea de batalla para entrar en línea oblicua al combate. En la medida en que uno se encuentra inmerso en el tiempo, se ve obligado a hacer maniobras de diversión para no chocar, pero tomar [dichas maniobras] como la línea de orientación es perder toda brújula y quedarse completamente perdido, divertido; esto es, extraviado y sin posibilidad de orientación.
¿Estamos extraviados como sociedad?
Tremendamente. Como indicábamos al principio, estamos extraviados por la pérdida completa de la lengua. La lengua es un déspota y es mucho más fuerte que nosotros. Hablábamos antes de la libertad y de la voluntad; el único ámbito de libertad que puede tener una cosa concreta, una cosa finita es el conocimiento. El conocimiento de esas estructuras lingüísticas que lo determina [es la clave para encontrarnos]. Mientras no restablezcamos la prioridad de la lectura y de la escritura en la primera enseñanza, todo lo demás está perdido.
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