El poder del carisma
¿Qué distingue a una persona en un mundo dominado por la tecnología y la inteligencia artificial? La periodista Raquel Roca señala que la cualidad invisible para resultar irremplazable e inolvidable es el carisma.
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Entre todas las historias famosas asociadas al carisma, hay una que particularmente me encanta. En una época de gran rivalidad política en el siglo XIX, dos titanes de la política británica se disputaban el liderazgo del país: William Gladstone y Benjamin Disraeli. Ambos eran figuras imponentes, conocidos por sus habilidades oratorias y su influencia en la sociedad de su tiempo. Sin embargo, sus estilos de liderazgo no podían ser más diferentes. Se acercaba la fecha de las elecciones cuando —cuenta la leyenda— una distinguida mujer de la sociedad londinense fue invitada a cenar con Gladstone.
El político, con su porte erguido y mirada intensa, despliega durante la cena su vasto conocimiento, abordando temas que abarcaban desde la economía hasta la filosofía con impresionante profundidad y detalle. Al final de la velada, la dama quedó convencida de que había estado en presencia del hombre más inteligente de Inglaterra.
Días después, la misma mujer recibe una invitación para cenar con Disraeli. La atmósfera de la cena era bien distinta. Él, con su encanto natural y sus ojos brillantes, centra su atención completamente en ella. En lugar de hablar de sí mismo o de exhibir todo el rato su conocimiento, intercala sus exposiciones con preguntas, escucha atentamente y responde con genuino interés las dudas y opiniones de su invitada. Al terminar la velada, la dama quedó convencida de ser la mujer más inteligente de Inglaterra.
Maravilla.
Mientras Gladstone impresionaba a través de su propia grandeza, Disraeli lo hacía destacando la grandeza de los demás. Esto es el resultado del carisma en estado puro, que ya adelanto que no se consigue solo a base de hablar bien, resultar encantadores o ser empáticos. Que también. Es algo más profundo y transformador. En su vertiente más técnica, el carisma es un conglomerado de superskills o conjunto de habilidades (porque se aprenden, y lo sé porque hace más de una década que lo enseño enseño) que en su versión más profunda, nos cambian la vida a mejor.
Entendemos el carisma como el atributo cautivador que otorga a un individuo el poder de inspirar e influir en otros
Entendemos el carisma como el atributo cautivador que otorga a un individuo el poder de inspirar e influir en otros y que asociamos a una personalidad atractiva, habilidades de comunicación efectiva y capacidad de atraer a las personas y guiarlas. Bien, es cierto. Una habilidad poderosa y muy preciada, que a menudo consideramos exclusiva de unos pocos e incluso inalcanzable, cuando en realidad es algo que todos poseemos. Somos carismáticos de manera innata, por la propia constitución de nuestra naturaleza humana. Otra cosa es que sean sorprendentemente pocas las personas que deciden activar su carisma y sacar provecho de su poder, aunque cierto es que requiere intención, práctica y consciencia.
A gustar –también a nosotros mismos– se aprende.
Así que sí. El carisma tiene que ver con mejorar la habilidad social, con el cómo te relacionas, la manera de comunicar, cómo se expresa y se mueve nuestro cuerpo; con la pasión, la integridad, la autenticidad, tu atractivo e incluso con llevar una camisa de palmeras (como suena). Pero nada de esto funciona sin tu energía vital, tu intención, tu presencia o tu compostura: el equilibrio está entre la paz y el poder que emanamos. Por eso el carisma es mucho más: es un potencial biológico y espiritual –todo lo que cuento está avalado por la ciencia– que, a menudo, nuestra sociedad moderna pasa por alto. El destello digital está siendo demasiado fuerte.
Y además, será tendencia. Cualquier profesional que quiera cuidar su empleabilidad lo va a necesitar. Hoy, en parte impulsados por la necesidad de contrarrestar tanta tecnología, inteligencias artificiales, bytes, megabytes, robots y bots, cada vez más personas empiezan a buscar esa conexión más profunda con nuestra propia humanidad (back to the basics), con la capacidad para crear relaciones significativas, vidas auténticas, con sentido y propósito. Pero es que mañana, además, esto nos permitirá diferenciarnos frente a cualquier tecnología o inteligencia artificial.
La tecnología nos ha cambiado el contexto, cierto. Eso nos obliga a los humanos a mejorarnos a nosotros mismos. Básicamente, ser «mejores» humanos. Por ejemplo, ya no se trata de hacer una buena redacción, sino de escribir con significado. Los avances tecnológicos impulsan la eficiencia y nos generan nuevas oportunidades, lo cual es fantástico y necesario (si no estás digitalizado, desapareces), pero al final todos operamos en un mercado humano. Por esto, las habilidades blandas y los poderes cognitivos aseguran que las organizaciones no pierdan de vista su propósito principal: servir a las personas.
La cualidad invisible para resultar irremplazable e inolvidable (igual de importante) es el carisma. Todos contamos con ese algo único y valioso que nos diferencia y que nos cataliza; tan solo hace falta comprenderla, desmitificarla y pulir los talentos y habilidades asociados. En cuanto nos abrimos a ella, la comprendemos, la sentimos y la irradiamos, se convierte en una cualidad tan poderosa que no solo nos permite incrementar lo que deseamos en todos los aspectos de la vida (ya sea una promoción en el trabajo, mejores relaciones personales o más reconocimiento en nuestra área de interés), sino que nos convierte en mejores personas.
Que tiemble la inteligencia artificial. A mí me cambió la vida. Si estás aquí, es porque es tu momento. A ti también te la cambiará. Bienvenido al Poder del Carisma.
Este texto es un fragmento de ‘El poder del carisma’ (Almuzara, 2024), de Raquel Roca.
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