El arte de perdonar (y de pedir perdón)
Más allá de un simple gesto, perdonar es una habilidad que se puede aprender y entrenar, con beneficios profundos para la salud emocional y la vida en sociedad.
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«Todo el mundo cree que el perdón es una idea encantadora hasta que les toca perdonar algo de verdad», reflexionaba C.S. Lewis, revelando así la compleja naturaleza del acto mismo de perdonar. El perdón es una de esas cosas que todo ser humano necesita y que, a la vez, le cuesta dar. Por eso, pedir perdón y perdonar es algo que debe ser aprendido y en lo que uno puede –y, según afirman los expertos, debe– entrenarse.
Tal y como explica el psiquiatra Javier Schlatter en Heridas en el corazón: El poder curativo del perdón, este es, «junto con la confianza, una de las dos fuerzas que el hombre necesita para vivir, entendiendo por «vivir» el «vivir en sociedad«. El hombre necesita del perdón y de la confianza en su calidad de animal-relacional, de ser-para-el-otro. Lo necesita para su estabilidad y su convivir diario».
El perdón ha sido el protagonista de grandes momentos de la historia, como la visita de Juan Pablo II al hombre que intentó asesinarlo, las palabras de Nelson Mandela tras salir de la cárcel después de 27 años encerrado o los procesos de reconciliación en Ruanda tras el genocidio.
Sin embargo, para que se dé esta dinámica, es necesario recuperar el sentido sano de la culpa, advierte Schlatter. «Soy una persona buena que a veces hace cosas malas; y cuando las hago entiendo que esos actos son fruto de mi libertad; acepto mi responsabilidad, mi culpa, y mediante el arrepentimiento me libero de ella. Y vuelvo a empezar». Así, el psiquiatra divide el proceso de pedir perdón en diferentes pasos.
- Reconocer que lo que he hecho ha causado un daño, o pudo haber ofendido a la otra persona. Este reconocimiento inicialmente interno tendré que manifestarlo.
- Hacer un esfuerzo, atendiendo a mis recursos emocionales, por comprender y/o sentir el daño y el dolor del otro, y mencionarlo en mi solicitud de perdón.
- Reconocer el papel de las circunstancias tanto en la agresión como en el ofendido, sin despreciar lo fundamental, que es el daño causado.
- Pedir perdón de forma expresa; que se pueda reconocer sin lugar a dudas cuándo pedí perdón.
- Puede ayudar que, como forma de dejar clara hasta el final mi situación de «acreedor», de querer compadecerme con el que sufre y de darle la libertad propia de su dignificación como persona, decir que entendería que no quisiera perdonarme.
- Restituir o reparar en la medida de lo posible el daño causado. En este punto también cabe que, cuando pida perdón, me interese por el ofendido preguntándole, por ejemplo, «¿puedo hacer algo por ti?».
- Plantear y compartir un plan para que ese hecho no se repita.
- Dejar que la persona que me ha perdonado ocupe posteriormente «su sitio» en la relación, sin forzarle; esto es compatible con que manifieste mi interés, si es real, de salvar al máximo nuestra relación previa.
A veces, perdonar el daño recibido puede ser más complicado que asumir la responsabilidad del daño provocado. Pero los estudios indican que merece la pena intentarlo. El director del Proyecto del Perdón de la Universidad de Stanford y psicólogo clínico Frederic Luskin, señala que «las personas que aprenden a perdonar se enfadan menos, tienen más esperanza, están menos deprimidas, menos ansiosas, menos estresadas, tienen más confianza en sí mismas y aprenden a quererse más».
El primer obstáculo es la tendencia a confundir una ofensa imperdonable con una incapacidad para perdonar
Sin embargo, persiste la gran pregunta: ¿cómo perdonar? En su libro Forgive for good, Luskin explica que el primer obstáculo para perdonar es la tendencia a confundir una ofensa imperdonable con una incapacidad para perdonar. El psicólogo clínico asegura que el perdón no depende de lo que a uno le hayan hecho, sino que solo necesita una motivación lo suficientemente grande como para poner en marcha el deseo de perdonar. Es decir, incluso aunque la persona que ha causado la ofensa no mostrara arrepentimiento o el acto cometido haya causado un dolor que no parece merecer perdón, uno puede decidir perdonar para vivir en paz o para recuperar el control sobre la propia vida.
Aunque cada circunstancia es diferente y el tiempo juega un papel importante a la hora de enquistar o aliviar el dolor provocado, Luskin ofrece una guía general para aprender a perdonar:
- Saber exactamente cómo se siente uno respecto a lo sucedido y ser capaz de articular qué es lo que no está bien es el primer paso para sanar. Compartir la experiencia con personas de confianza puede ayudar a procesarla.
- Perdonar es un acto que le pertenece solo a uno. No se necesita la aprobación de nadie ni compartir la decisión. Hacer un compromiso con uno mismo: elegir hacer lo que sea necesario para sentirse mejor.
- Es fundamental entender qué se busca al perdonar. No significa necesariamente reconciliarse con quien ha hecho el daño ni justificar sus acciones.
- Es necesario renunciar a las expectativas que depositamos en los demás y en la vida. Se puede anhelar bienestar, amor, amistad y prosperidad. Sin embargo, se sufrirá si se exige que estas cosas ocurran cuando no se tiene el control absoluto sobre ellas.
- Recordar que una vida plena y bien vivida es la mejor forma de superar el daño. En vez de centrarse en el dolor, aprender a reconocer la belleza, el amor y la bondad que nos rodean.
«Desarrollar la capacidad de afrontar lo que la vida nos trae sin perdernos en la culpa y el sufrimiento genera una gran confianza. No sabemos qué nos deparará el futuro, pero sí sabemos que el perdón nos da la fortaleza para volver al juego y seguir adelante», concluye Luskin.
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