Descifrando el mapa de la sostenibilidad
Si las expediciones científicas del pasado necesitaban crear mejores mapas, las empresas del presente también deben trabajar para establecer sus mejores rutas. El viaje es, ahora, hacia la sostenibilidad.
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Fue a mediados del siglo XVIII. Dos grupos de científicos partieron a una sorprendente aventura desde Francia. Unos se fueron hacia Laponia, decididos a alcanzar el Polo Norte. Otros lo hicieron hacia Quito, para llegar al ecuador. El objetivo final de ambas expediciones era lograr establecer cuál era la forma real de la Tierra, una cuestión clave para entender la propia naturaleza del planeta y que serviría para hacer mapas más exactos y medidas mucho más precisas.
La experiencia puede parecer ahora lejana y hasta remota, pero es un ejemplo claro de cómo se han necesitado a lo largo de la historia mapas, mediciones y hojas de ruta que ayuden a establecer el mejor camino hacia el destino. Esto ha funcionado tanto de forma literal (tras la Ilustración llegó el gran boom de la geografía y los mapas) como de forma figurada (porque a veces los viajes no ocurren en el plano físico). Las exploraciones ayudan a determinar el estado de las cosas y a señalar las mejores vías para ir de un punto A a un punto B.
Esto ocurre también con cuestiones como la sostenibilidad. De hecho, se podría decir incluso que encontrar esas hojas de ruta resulta aún más fundamental. La sostenibilidad no es un fin fácil. Esto es, alcanzarla requiere objetivos ambiciosos, cambios profundos y un conocimiento sincero y profundo de lo que falla, las vías para resolverlo y las metas que se desea lograr. También es importante asumir que esta es una cuestión holística, que impacta de forma transversal en la actividad de las empresas y de las organizaciones y no solo afecta a temas concretos. No se trata solo de hacer cosas verdes, sino de una transformación más profunda y que no solo generará beneficios verdes. También lo hará en otras áreas, como la economía o lo social.
Las empresas deben diseñar hojas de ruta claras y eficaces para alcanzar los complejos objetivos de sostenibilidad
Por tanto, las compañías deben hacer un trabajo profundo y completo para diseñar sus estrategias de sostenibilidad y para encontrar esa hoja de ruta que les permitirá alcanzarlas. Son las exploradoras del presente y sus mapas son sus estrategias de sostenibilidad. Por ejemplo, desde la multinacional Unilever explican que, aunque la sostenibilidad ha estado en el corazón de la empresa desde sus orígenes, han dedicado la última década a trabajar en ella de forma clara y a encontrar esas cuestiones fundamentales, tanto sociales como medioambientales, que les permitirán alcanzar los objetivos.
De ese trabajo ha salido una nueva hoja de ruta, ese mapa casi del tesoro, que acaban de presentar. «Hemos evolucionado manteniéndonos líderes y relevantes y siendo, con mucha humildad, ejemplo de modelos de RSC de otras empresas», explica al presentarla Ana Palencia, directora de sostenibilidad y comunicación en Unilever España. «Ahora entramos en una nueva era de liderazgo empresarial sostenible centrando la atención en generar impacto positivo con objetivos a corto plazo, pero igualmente ambiciosos y realistas», apunta.
¿Qué significa todo esto? La clave está en comprender los retos a los que se enfrentan, lo que implica un análisis realista de las cosas. Como explica Unilever en su estrategia global, se debe comprender que esto es «un reto enorme» y que el camino «no será lineal».
También lo está en aplicar cambios y mejoras tanto en las operaciones como en la cadena de valor. Esto es, es necesario ver las cosas de forma transversal, comprendiendo las múltiples ramificaciones que pueden tener más allá del ámbito directo de un producto concreto.
No va a ser un camino rápido, pero sí uno que dará resultados a medio y largo plazo. Unilever confirma que ya están empezando a ver buenos datos. Igualmente, la estrategia debe ser capaz de ajustarse y actualizarse para afinar bien y lograr una base sólida para ejecutar la hoja de ruta.
Desde esta compañía, apuntan que han hecho tres cambios clave para conseguirlo. Así, han optado por «poner más foco en la asignación de los recursos hacia las principales prioridades de sostenibilidad de la compañía» y ser más realistas y ambiciosos, por ser más rápidos a la hora de impulsar acciones a largo plazo, sin olvidar aquello que se puede ver en el corto y medio plazo, y por «ser más sistémicos» a la hora de abordar los factores fuera del control directo de la compañía.
Ana Palencia: «Somos conscientes de que somos parte del problema, por eso debemos ser parte de la solución»
Las cuatro prioridades
Ahora mismo, desde la compañía explican que trabajan en cuatro prioridades fundamentales. La primera es el clima, para lo que están apostando por un mayor uso de renovables y por intentar lograr cero emisiones netas de GEI para 2039.
En esta misma línea, y con una mirada holística de la cuestión, la compañía comprende la importancia reducir el declive de la biodiversidad para conseguir más eficiencia en el uso del agua, cuestiones básicas para la segunda de sus prioridades, la de la naturaleza. Quieren recuperar ecosistemas naturales y luchar contra la deforestación, para mejorar la salud de la naturaleza. La compañía se ha marcado el objetivo de trabajar con agricultura regenerativa 1 millón de hectáreas de terreno y de restaurar otro millón de hectáreas, esta vez de ecosistemas naturales, antes de 2030.
La tercera prioridad es el plástico, que es, reconocen, el mayor desafío. Antes de 2026 quieren bajar la huella de plástico virgen en un 30% en comparación con 2019 (un 40% para 2028) y usar ya en este 2025 un 25% de plástico reciclado en los envases. «Sabemos que el reto es complicado, pues existen una gran cantidad de envases de plástico que no se gestionan bien y terminan en entornos naturales», apunta Palencia. «Somos conscientes de que somos parte del problema, por eso debemos ser parte de la solución», añade.
Por último, pero no menos importante, Unilever señala como prioridad la calidad de vida de las personas, por lo que trabajan para apoyar a pequeños agricultores y pymes o crear programas de empleo juvenil y de colectivos en riesgo de exclusión social. La sostenibilidad debe ser también, al fin y al cabo, una cuestión social.
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