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Medio Ambiente

ChatGPT y la huella hídrica

Los centros de datos crecen al ritmo de nuestras demandas digitales. Pero, ¿cuánta agua consumen nuestras conversaciones con la inteligencia artificial?

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01
octubre
2025

Sabemos que la fabricación y el uso de los dispositivos electrónicos tienen una huella ambiental. Somos conscientes del coste ambiental que implica la extracción de materiales y la energía que consume un móvil o un portátil, pero suele pasarnos más desapercibido el impacto específico de algunas acciones tan simples como enviar un correo, ver un vídeo o almacenar fotos. Todo lo que subimos a la nube parece ser etéreo, como si no ocupara espacio. Sin embargo, la realidad es bien distinta.

Mike Berners-Lee, profesor en la Universidad de Lancaster y autor de libros de referencia sobre sostenibilidad como There Is No Planet B, ha hecho varias estimaciones del CO₂ que generan los correos electrónicos, dependiendo de diferentes factores como el envío de archivos adjuntos, el número de personas al que va destinado o el tiempo dedicado a escribirlos. Por ejemplo, un solo correo electrónico extenso, redactado en 10 minutos, leído en 3 minutos, enviado y recibido en un portátil generaría unos 17 gramos de CO2. Si bien de forma aislada puede parecer poco, Mike Berners-Lee estimó que, en 2019, solo los correos electrónicos podrían haber generado hasta 150 millones de toneladas de CO₂, lo que equivale a cerca del 0,3 % de la huella de carbono mundial.

Hoy, la popularización de la IA generativa hace que estas estimaciones puedan ser muy diferentes, pero resulta muy difícil calcularlo. Por ejemplo, ¿cuántas personas habrán utilizado hoy la IA para redactar un simple correo electrónico?

Según el estudio Greening Digital Companies 2025, elaborado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU) y la World Benchmarking Alliance (WBA), el consumo eléctrico de los centros de datos experimentó un aumento anual del 12% de 2017 a 2023. Estos centros son enormes instalaciones que albergan servidores y sistemas de almacenamiento, diseñados para procesar, gestionar y resguardar grandes volúmenes de información digital de manera continua. No todos son iguales: los que soportan inteligencia artificial generativa requieren mucha más energía que los convencionales. De hecho, este informe señala que cuatro de las principales empresas centradas en IA han incrementado, de media, un 150 % sus emisiones operacionales desde 2020.

Entrenar a GPT-3 en centros de datos de Microsoft utilizó 700.000 litros de agua en Estados Unidos

Pero además del consumo eléctrico y de las emisiones de CO2, hay algo que está preocupando cada vez más: el consumo de agua que los centros de datos utilizan para refrigerar sus equipos. Aunque en internet circulan muchas estimaciones, es bastante complejo hacer un cálculo preciso del agua que podemos consumir con una simple conversación con ChatGPT. Para calcular la huella, deberíamos considerar toda la energía que alimenta la IA, desde la fabricación de los componentes de los equipos hasta la generación de la respuesta, algo que, además, depende de las características de cada centro de datos.

Según un artículo reciente de investigadores de la Universidad de California y la Universidad de Texas, entrenar a GPT-3 en los centros de datos de Microsoft en Estados Unidos evaporó directamente 700.000 litros de agua dulce. El mismo estudio advierte que, si la tendencia continúa, la demanda global de IA podría implicar el consumo de entre 4.200 y 6.600 millones de m³ de agua en 2027. Esto equivale a más del consumo anual de agua de cuatro a seis países como Dinamarca o la mitad del consumo de Reino Unido. Esta investigación también estima que cada 10 a 50 respuestas de extensión media de ChatGPT-3 equivalen al consumo de medio litro de agua. Quizás, deberíamos pensárnoslo dos veces antes de pedir algo a ChatGPT.

Aunque los centros de datos no son algo nuevo, el problema es que ahora la industria requiere más recursos para realizar operaciones más complejas, como las de la IA generativa, que necesitan procesar enormes volúmenes de datos. Así, los nuevos centros de datos de hiperescala «son mucho más grandes, necesitan más energía, más agua y más elementos materiales, por lo que su impacto medioambiental es mucho mayor», explica Aurora Gómez, responsable del colectivo Tu nube seca mi río, en una entrevista reciente donde hablaba sobre la huella ambiental de estos data centers.

La demanda global de IA podría implicar el consumo de entre 4.200 y 6.600 millones de m³ de agua en 2027

Este colectivo nació cuando se anunció la creación del centro de datos de Meta en Talavera de la Reina: «Cuando vimos que se instalaba un centro de datos que gastaría tantísima agua en un territorio tan seco como Castilla-La Mancha, nos preocupó». La Declaración de Impacto Ambiental de este centro estima un consumo total de 40.600 m³ anuales de agua, distribuidos en tres usos principales: aproximadamente 600 m³ de agua industrial al año para los equipos de refrigeración, unos 40.000 m³ anuales de agua potable para el funcionamiento de las instalaciones y menos de 1 m³ al año para el sistema de protección contra incendios.

No obstante, la opacidad con la que operan muchos centros de datos ha generado que, en todo el mundo, surjan colectivos en los territorios donde se han instalado o planea instalar este tipo de infraestructuras, muchos de ellos en zonas rurales donde podría tener serios impactos la huella hídrica.

Ahora, el Ministerio para la Transición Ecológica ha abierto un trámite de audiencia para un proyecto de real decreto que obligue a los centros de datos a ofrecer información más completa y detallada, en línea con la Directiva europea sobre Eficiencia Energética. Entre otras cosas, este real decreto obliga a informar sobre su consumo de energía y agua, el origen de la energía (incluidas las renovables), el tipo de refrigerantes, la eficacia en el uso de recursos y su impacto socioeconómico, como el empleo generado o su contribución a la economía local.

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