Félix Romero
«La transformación del territorio requiere diálogo y consenso»
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Félix Romero ha recorrido el camino desde el trabajo sobre el terreno hasta la alta dirección. Hoy, al frente de la Fundación Biodiversidad, es consciente del momento decisivo que vive la transición ecológica y fija el rumbo hasta 2029 entre fondos europeos, alianzas científicas y nuevas vías de conexión entre biodiversidad y empresa. Su objetivo: que la conservación deje huella real en el territorio.
Comenzó su carrera en WWF España gestionando programas forestales, luego pasó al FSC y en 2019 fue nombrado director general de Medio Natural en Castilla-La Mancha. ¿Qué aprendizajes aplica ahora en la Fundación?
Mi trayectoria me ha enseñado que las cosas solo funcionan si se hacen de manera colaborativa. Desde mis inicios como ingeniero forestal combatiendo incendios hasta mi paso por WWF y FSC, he aprendido que el diálogo con todos los actores es esencial. Ese mismo espíritu es el que aplica la Fundación Biodiversidad. Conozco el territorio, las necesidades y los mecanismos de financiación desde múltiples perspectivas.
También tengo que decir que la Fundación es un barco que funciona verdaderamente a una velocidad de crucero fantástica y con unos profesionales estupendos, o sea que es un sitio en el que es muy fácil trabajar.
¿Qué aspecto menos conocido de su perfil cree clave para liderar la Fundación?
Mi capacidad de escucha. Vengo de lo técnico, pero he aprendido que las soluciones surgen cuando todos participan. Ese diálogo, ese consenso, ese construir entre todos, no me gusta que haya gente que se quede fuera. Siempre creo que hay alguien que tiene algo que aportar a la solución. Entonces me gusta siempre dar esa segunda o tercera oportunidad, ver la manera de darle la vuelta a las cosas para que más o menos casi todo encaje.
¿Cuáles son las prioridades de la Fundación de aquí a 2029?
Lo más urgente es ejecutar con éxito los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), garantizando eficacia, transparencia y aprendizaje. También la intervención en proyectos estratégicos como Doñana, Mar Menor o la convivencia de la ganadería extensiva con el lobo ibérico, en todo caso, promoviendo el uso sostenible del territorio. Además, trabajar en la integración del sector empresarial en la conservación, alineando su acción con políticas públicas mediante la Iniciativa Española Empresa y Biodiversidad (IEEB) y contribuir al desarrollo de herramientas como el Sistema Integrado de Información de la Biodiversidad.
Los proyectos más exitosos son aquellos que integran al mayor número de actores posible: administraciones públicas, empresas, ONG, academia, ciencia y comunidades locales
Los proyectos financiados por el PRTR finalizan en diciembre de 2025. ¿Cómo valora su impacto?
Uno de los avances más significativos ha sido la transformación de las ciudades hacia modelos más sostenibles, mejorando su adaptación al cambio climático y su conectividad ecológica. También los avances en bioeconomía, ya que se ha reactivado el sector forestal, agrícola y ganadero, generando empleo y al mismo tiempo conservando hábitats. Estos proyectos han abordado problemas históricos con un enfoque integral, como los casos de Doñana y el Mar Menor, demostrando que es posible combinar sostenibilidad y desarrollo económico.
¿Qué lecciones ha extraído la Fundación respecto a la gestión y colaboración institucional?
Sobre todo que los proyectos más exitosos son aquellos que integran al mayor número de actores posible: administraciones públicas, empresas, ONG, universidades, sector científico y comunidades locales. Esta colaboración no solo mejora la eficacia de las intervenciones, sino que también facilita la adopción de soluciones consensuadas y con mayor impacto en el territorio. Ante desafíos complejos, el trabajo en alianza es esencial para evitar duplicidades y maximizar recursos.
De aquí a 2029, la Fundación gestionará programas con fondos FEDER, FSE+ y FEMPA. ¿Qué tipología de proyectos y territorios priorizarán?
La capacitación en sostenibilidad, a través de iniciativas como el Programa Empleaverde, seguirá siendo una prioridad para formar profesionales y emprendedores en este ámbito. Además, se reforzará la protección del medio marino, avanzando hacia el objetivo del 30% de áreas marinas protegidas para 2030. Otros focos incluyen la bioeconomía, la gestión sostenible de bosques y la lucha contra especies invasoras. Queremos ser un puente entre las políticas europeas y su implementación en el territorio, facilitando la financiación y asegurando que los proyectos contribuyan a los compromisos ambientales de España.
La Fundación ejerce un papel clave como multiplicador de financiación
Los proyectos LIFE son emblemáticos. ¿Qué novedades destacaría?
En un momento de incertidumbre por la continuidad de estos fondos, lo cierto es que la Fundación ha mantenido una sólida trayectoria en proyectos LIFE, como INTEMARES o LIFE Cerceta Pardilla, que han generado importantes transformaciones en la conservación de la biodiversidad, especialmente en áreas marinas protegidas. Hemos evolucionado hacia proyectos LIFE integrados, que no solo conservan especies o hábitats, sino que también implementan políticas ambientales de forma estructural. Un ejemplo más es el nuevo LIFE Integrado de Humedales —el mayor aprobado en la historia de la Unión Europea—, con 160 millones de euros de presupuesto para restaurar entorno a 22.000 hectáreas en 10 años y con participación de 12 comunidades autónomas, dos diputaciones y cuatro oenegés. La Fundación Biodiversidad, que coordinará este proyecto a partir de enero de 2026, ejerce un papel clave como multiplicador de financiación, no solo gestionando fondos, sino atrayendo recursos europeos adicionales que, sin su capacidad técnica y organizativa, muchas comunidades autónomas no podrían movilizar. Así, actúa como catalizador de grandes transformaciones ambientales en el territorio.
¿Qué áreas emergentes centrarán la atención de la Fundación en los próximos años?
Uno de los campos más innovadores es la valoración de los servicios ecosistémicos, cuantificando beneficios como la captación de CO2, la regulación hídrica o la prevención de la erosión. Este enfoque permite diseñar mecanismos económicos que compensen a quienes gestionan el territorio de manera sostenible. Ya estamos trabajando en proyectos piloto en esta línea y esperamos consolidar modelos escalables en colaboración con el sector privado y la academia.
¿Y qué papel juega la ciencia en vuestros proyectos?
Para abordar los retos ambientales actuales no basta con opiniones: hacen falta evidencias. Por ello, priorizamos que todos los proyectos estén avalados por criterios científicos sólidos y, siempre que sea posible, cuenten con la participación directa de entidades como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), universidades u otros centros de investigación. Desde 2020, por ejemplo, solo el CSIC ha participado en cerca de 50 proyectos financiados por la Fundación, a través de alguna de sus múltiples convocatorias de ayudas, lo que demuestra nuestro compromiso con el conocimiento riguroso. Además, el éxito de los proyectos se debe en gran parte a la capacidad de tejer alianzas sólidas entre el sector académico, la ciencia, las empresas, las administraciones y la sociedad civil. Esta colaboración transversal no solo legitima las acciones, sino que multiplica su impacto.
¿Qué marcará la diferencia en esta nueva etapa?
Next Generation ha sido un punto de inflexión. La pandemia aceleró la conciencia ambiental y la llegada de fondos para proyectos transformadores. Ahora, el reto es consolidar lo aprendido. Partiendo de la base de las alianzas que se han creado y de ese abanico de actores que hay en el territorio que nos conocen, que se han financiado con proyectos de la Fundación, lo que toca una vez que acabemos esta etapa es evaluar, seleccionar e ir tejiendo los mejores proyectos, los mejores resultados, las mejores ideas. El edificio de la sostenibilidad se construye con los mejores materiales: experiencia, financiación y sociedad consciente.

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