Siglo XXI

«En términos científicos, España es un país relevante»

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24
abril
2023

Eloisa del Pino es la presidenta del CSIC desde julio de 2022, en relevo de su compañera Rosa Menéndez. Del Pino habla con Ethic –a falta de unos meses para el primer aniversario de su llegada al cargo– sobre el estado de la prestigiosa institución, sus principales retos, su horizonte investigador y, por supuesto, los primeros meses de la gestión de su equipo de gobierno. 


¿Cuál es su proyecto de gobierno al frente de la institución?

En estos meses que llevo en el cargo, hemos hecho un diagnóstico de la situación de la institución y también hemos estado realizando un plan para abordar los principales retos que tenemos. Para resumir, son cuatro grandes retos. Uno es mejorar la gestión. Es necesario fortalecer la estructura de gestión, que está debilitada tras diez años de austeridad. Y, aunque es verdad que ahora existe una importante apuesta por la ciencia, por las convocatorias y por el personal científico, la estructura del CSIC necesita ser mejorada en diversos términos, y no solo de personal, sino la necesidad de desburocratización, la necesidad de fortalecer la gestión en general y, sobre todo, en la relacionada con las TIC.

Un segundo reto estratégico es mejorar la gobernanza, para tener una organización más fuerte. Esto implica adaptar el Estatuto del CSIC a la nueva ley de la Ciencia, ver hasta qué punto podemos dotar –y este es precisamente mi proyecto– de un poco más de autonomía a los Institutos del CSIC. Estamos en todas las comunidades autónomas y en cada una de ellas hay al menos un centro. Un tercer objetivo estratégico es conseguir que la organización sea capaz de traer y retener talento en los tres planos de la institución: buenos gestores –algo fundamental–, buenos técnicos y buenos científicos. Para conseguirlo, hay que desburocratizar. Por ejemplo, con la atracción del talento científico, ofreciendo facilidades de carrera, ya que, en esta década de austeridad, desde 2011, ha habido muy pocas opciones de promoción para el personal científico.

¿Y el cuarto?

Y el cuarto, que es fundamental y que al mismo tiempo se descompone en tres, que es mejorar la relevancia científica, social e institucional del CSIC. Con «científica» quiero decir que sigamos siendo, que ya lo somos, una organización relevante en Europa a nivel científico (estamos en el G-6 de la ciencia) y debemos permanecer ahí. Tenemos que mirar, por tanto, por qué problemas científicos apostamos y algunos en los que el CSIC debería ser más fuerte como, por ejemplo, en computación cuántica, tecnologías digitales, inteligencia artificial, entre otros; fortalecer al CSIC en Ciencias Sociales, que en estos momentos está muy débil en esa área. Luego otro objetivo que me parece muy importante y al que este equipo quiere dar mucha importancia es a la relevancia institucional, que esté allí donde se tomen decisiones sobre política científica.

«España está en el G-6 de la ciencia»

¿Cómo ve el estado de la ciencia en España en estos momentos, en especial en relación con sus vecinos europeos y sin olvidar a las grandes potencias científicas de nuestro momento?

Prefiero responderle de dos maneras. Por un lado, la ciencia, y por el otro, la política científica. En términos científicos, España es un país bastante relevante, no solamente porque tengamos una generación de científicos que ha tenido acceso a muy buena formación. De hecho, muchos se han formado en el extranjero, o luego, después de leer sus tesis, han pasado años en el extranjero. Esta generación viene muy fuerte, participa con naturalidad en proyectos europeos –estamos entre los países de Europa que más dinero capta en Horizonte 2020–. Y luego tenemos «estrellas científicas». Algunos de nuestros científicos están sin duda alguna entre los mejores del mundo, y no solo hablo del CSIC, sino de los científicos y científicas españoles en general. Creo que la ciencia está bien, aunque hay mucho margen de mejora. Luego está la política científica. En este aspecto también estamos en un momento bueno. Hay un compromiso en la Ley de la Ciencia por alcanzar un mayor porcentaje de inversión del PIB en ciencia y que esta inversión sea creciente, pero todavía nos falta para igualarnos a otros países de nuestro entorno. Ojalá se pueda conseguir.

¿Qué cambios institucionales y políticos cree que deben realizarse para que mejore el estatus de los investigadores en nuestro país?

Pienso que sí que se pueden hacer todavía algunas cosas: la desburocratización es esencial, fortalecer las estructuras de los organismos que hacen ciencia tanto de las universidades como de los OPIs. El tema que ya se está tratando esta legislatura por corregir la precarización del sector –que era muy intensa y que todavía no se ha podido corregir del todo–, pero estamos en ese proceso de hacer un reconocimiento a los trabajadores de la ciencia para que no sean trabajadores en precario y que no cueste consolidarse la carrera hasta los cuarenta años. Mire, entre los científicos titulares, que es el primer escalón de la carrera científica, la edad de entrada ha sido hasta ahora de 45 años. Con las nuevas convocatorias, está bajando, pero el tapón en promociones es también intensísimo, y eso da lugar también a mucha desmotivación.

¿Observa, en este sentido, un escape de personal científico de España hacia otros países para quedarse a aportar su conocimiento fuera, en especial en las generaciones más jóvenes de profesionales? ¿O es una falsa impresión?

No, ahora, en esta etapa, estamos haciendo que el talento retorne. La ministra [de Ciencia e Innovación] anunció el programa ATRAE para este fin. Nosotros hemos anunciado convocatorias bastante generosas y preveo que la convocatoria de 2023 vaya a serlo también. Y esto nos va a permitir atraer a gente de fuera. Pero es normal que los científicos se marchen una temporada fuera, incluso aunque las organizaciones científicas españolas han mejorado mucho y algunas no tienen nada que envidiar a equivalentes extranjeras. Es fundamental que los científicos vayamos temporadas fuera para establecer vínculos con otros científicos, etc. Lo importante es que exista retorno. Es verdad que hay un riesgo, porque los científicos se suelen marchar en la etapa en la que cada cual hace su vida, pero yo creo que ahora hay más posibilidades de retorno. Sí debemos facilitarlo. No es posible que por cuestiones burocráticas se dificulte el retorno del talento nacional.

Usted procede del ámbito de las ciencias políticas y del derecho. ¿Cómo ve la situación política en España y en Europa? ¿Piensa que se producirá un fortalecimiento político de la Unión Europea o la beligerancia rusa podría amenazar la estabilidad de los países miembros?

Venimos de una etapa muy compleja. Políticamente ha habido una sucesión de crisis que han afectado a la estabilidad política en el sentido de que comenzamos con la crisis financiera de 2008 al 2011, que trajo aquella etapa tan dura de austeridad. Parece que hay bastante evidencia de que la manera en que atendimos esa crisis fue una forma errónea. Ahora estamos afrontando otras crisis: la energética, derivada del cambio climático, pero también de Ucrania; y, por supuesto, la crisis consecuencia de la pandemia. Ahora el enfoque es mucho más apropiado y se han puesto en marcha iniciativas políticas clave, como el incremento del gasto o el apoyo a la población más desfavorecida, por ejemplo. La evidencia así lo está demostrando. Sería muchísimo peor sin planes como el de Recuperación, Transformación y Resiliencia.

Pero es verdad que estamos atravesando un momento duro en Europa. Cierto es que la guerra de Ucrania ha generado un consenso entre los países miembros, además de haber tenido que afrontar la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Este proceso podría haber sido un elemento de desafío para la Unión, pero ha servido en cierto modo para generar consensos o, en cierto modo, para ser más discretos con los disensos entre países europeos, así que en cierto modo yo creo que la situación es menos mala de lo que podría ser, la mejor de las posibles en esta situación en términos de unión y de consenso entre los socios de la UE. De hecho, se están poniendo muchos recursos para que la crisis no sea tan dura como la anterior, que trajo consecuencias económicas terribles y consecuencias políticas desastrosas.

«Es fundamental que los científicos vayamos temporadas fuera para establecer vínculos, lo importante es que exista retorno»

Dos de sus líneas de investigación son la desigualdad social y la respuesta política a la pandemia de coronavirus. ¿Cómo vamos en igualdad social? 

En términos de igualdad, en España, así como en otros países, creció la desigualdad durante la década de austeridad. Si se miran datos de otros países, como por ejemplo de Suecia, comenzaron a recortar su estado de bienestar, a realizar un proceso que nosotros llamamos de cost containment, de «contención del gasto», a partir de la década de los noventa del pasado siglo. En España, durante la primera década de la democracia, con la puesta en marcha de la Ley General de Sanidad, de la Ley de Educación, del sistema de pensiones, etc., sí que hubo una disminución significativa de la desigualdad. Pero, a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, este proceso igualitario comienza a revertirse. Esto se agravó durante la época de la austeridad, de la «Gran Recesión», y España sigue teniendo graves problemas en este sentido. Es verdad que en un contexto como el actual –de tantas crisis que no son estrictamente españolas, sino que son globales y que no podemos manejar del todo desde la política nacional– es complicado hacer frente a estas situaciones. También es verdad que se están realizando muchas actuaciones. Por ejemplo, el Gobierno de España puso en marcha el Ingreso Mínimo Vital con consenso de todos los grupos políticos, lo cual es muy importante. Considero que la apuesta por tener servicios públicos de calidad. Aquí es clave que no se tengan servicios públicos únicamente para las personas más desfavorecidas, porque eso implicaría siempre su deterioro, como demuestra la evidencia científica.

¿Cree que se obró adecuadamente durante la crisis del coronavirus, tanto a nivel científico como político? ¿Cómo fue la coordinación entre órganos políticos y científicos?

Es un tema todavía complicado. Visto con distancia es posible que ahora nos demos cuenta de que la situación era muy difícil y que no lo hemos hecho tan mal en comparación con otros países. Lo que sí es para mí nítido y claro es que hay que estar más preparados. Otros países habían hecho ejercicios de preparación frente a crisis de este tipo. Nosotros no los habíamos realizado de manera sistemática, aunque estaba previsto uno para 2019. Luego llegó la pandemia y ya fue un «experimento natural», es decir, tuvimos que enfrentarnos al problema real.

Algunas cosas estaban mejor previstas que otras, y una de las cosas que debemos esforzarnos en prever mejor es en cómo reaccionar ante situaciones de crisis, de toda clase de crisis. No solo frente a las económicas o ante un atentado terrorista, sino sobre cómo reaccionar ante una pandemia. Ahora lo importante es valorar qué hemos aprendido. Para mí, un aprendizaje muy claro es que debe haber científicos de diversas disciplinas en estos comités. Si es una crisis sanitaria no debe haber únicamente sanitarios, sino también de otras disciplinas, como de ciencias sociales; científicos que vienen directamente de la academia, pero también expertos en los sistemas, el perfil del «experto gris», alguien que sea experto en la gestión del sistema sanitario y que se lo conozca a la perfección. También debemos desarrollar una mayor coordinación entre los niveles de gobierno. Y otro problema sobre el que considero que no se ha reflexionado lo suficiente es el de la crisis de las residencias, que puso de manifiesto que la coordinación intersectorial (es decir, entre sectores o áreas de política) fue una cosa de la que solo nos dimos cuenta cuando la crisis estaba avanzada.

Como segunda directora al frente del CSIC, una institución con más de cien años de historia, ¿la mujer parte en desventaja en la ciencia española (y en general)? ¿Qué estrategias maneja el CSIC para en materia de igualdad?

Existe evidencia científica de ello. No solamente es ya el hecho de que sea la segunda mujer al frente del CSIC en su historia, es que voy a los institutos de la institución y la mayoría de los retratos que están colgados son de varones, apenas hay de mujeres. De los 124 institutos solo un 22% están dirigidos por una mujer. O el hecho de que cuanto más se avanza en la carrera científica, entre profesores de investigación, que es el equivalente a catedráticos, un 74% son hombres. Desde el CSIC y las distintas instituciones estamos buscando la manera de corregir esta desigualdad. Podemos hacer al respecto algunas cosas, pero no todas. Hablo sobre ello en muchas ocasiones con mis compañeras y llegamos a la conclusión de que muchos de nuestros problemas están también en la esfera privada, que tenemos demasiadas responsabilidades. Nosotros, en el CSIC, estamos trabajando en un nuevo Plan de Igualdad que estamos evaluando en su primera fase y que hace muchas apuestas por apoyar a las mujeres científicas. Tenemos un distintivo de igualdad en el CSIC que premia a los institutos que mejor lo están haciendo al respecto, una comisión delegada de igualdad y una comisión de mujeres y ciencia. Hacemos un gran esfuerzo por realizar acciones divulgativas. Vamos poniendo nuestro granito de arena, pero es un aspecto en el que debemos seguir trabajando muy intensamente. Tanto Rosa [Menéndez], mi antecesora, como yo, estamos muy sensibilizadas con el compromiso con la igualdad.

«El interés por la ciencia se ha incrementado en los últimos años, en especial con la pandemia»

Nos encontramos ante una crisis energética. ¿Posee la ciencia española compromisos institucionales en el desarrollo de nuevas fuentes de energía?

La ministra Teresa Ribera es muy sensible con todos los temas energéticos y también el Gobierno en general. En la Presidencia de la Unión Europea, quiere proponer a la UE que España y Europa analicen cuáles son sus capacidades en cuatro áreas. Una es la salud, otra es lo digital, otra es la alimentación y otra es, justamente, la energía. La pandemia puso de manifiesto las carencias en todos estos terrenos y a la propuesta española de analizar todas estas capacidades se han sumado numerosos países. España está más interesada porque estamos sufriendo de manera muy intensa el cambio climático. Entre las instituciones científicas hay una apuesta clara por el tema energético. Nosotros hemos hecho varias cosas.

Para finalizar, quisiera preguntarle sobre el fenómeno negacionista. ¿Considera que existe una desconfianza en la ciencia en la población en general? ¿Qué acciones deben realizarse desde las instituciones científicas para divulgar su rol en el devenir de la humanidad?

No creo que podamos decir que exista desconfianza hacia la ciencia, sino más bien sucede al contrario: el interés por la ciencia se ha incrementado en los últimos años, en especial con la pandemia. Es verdad que siempre hay grupos negacionistas. Si hablamos de medicina tenemos a los antivacunas, por ejemplo. Si hablamos de cambio climático tenemos a los negacionistas del cambio climático, entre ellos políticos como Trump o Bolsonaro. Es verdad que hay grupos que se dejan convencer por esta especie de líderes de opinión que también encuentran votos ahí. Pienso que en ocasiones los ciudadanos pueden tener la sensación de que los científicos no son sensibles en cómo les impacta a ellos todas estas propuestas científicas. Sobre esta percepción social de la ciencia hay muchos trabajos científicos realizados y la mayoría coinciden que, cuando los científicos muestran esta especie de empatía o receptividad –y se ponen en la piel de los ciudadanos y entienden los problemas que puedan tener al afrontar estos cambios necesarios–, entonces los ciudadanos reciben mejor estas propuestas. Creo que debemos trabajar en esta dirección.

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