Josefina de la Torre
La poeta de la isla
Josefina de la Torre es una de las poetas borradas de la Generación del 27. La canaria se ganó la vida como escritora, pero también como dobladora de cine, locutora, actriz y cantante de ópera y zarzuela.
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Si pensamos en la Generación del 27, a todos se nos viene a la cabeza la icónica fotografía de los asistentes al tricentenario de Góngora en el Ateneo de Sevilla. Lorca, Alberti, Dámaso, Guillén… Aunque a esa imagen se le puede aplicar la frase «son todos los que están, pero no están todos los que son», solo los poetas varones ausentes han sido posteriormente reclamados en las distintas listas y antologías que recogen los textos del grupo literario. Al menos hasta hace unos años, las mujeres que convivieron y escribieron con ellos han sido relegadas a un olvido popular, marcadas como excepción y nunca como norma.
En 2015, la documentalista Tània Balló publicó primero un documental y después un libro, Las Sinsombrero, en el que reivindicaba a estas creadoras a las que aún hoy se ve como poetas de segunda, excepciones, una casilla de «¿Sabías qué…?» en el libro de texto. El boom de las Sinsombrero generalizó el conocimiento de muchas de estas autoras, y algunas editoriales e investigadoras han continuado el trabajo de Balló, profundizando en cada una de las figuras que compuso esta estampa de creadoras. Es el caso de Josefina de la Torre, cuya poesía completa fue editada en Torremozas por Garcerá y cuya biografía rescata ahora Marina Patrón en Josefina de la Torre. Una biografía, publicado por Renacimiento.
Ha nacido una estrella
Josefina de la Torre Millares nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1907. De familia acaudalada y artística, desde la cuna la artista tuvo pleno acceso a la vida cultural de las islas. Josefina había nacido para ser una estrella: escribía, actuaba, tocaba el piano, cantaba y organizaba eventos culturales a nivel local. De todas sus facetas, la poesía es en la que más destacaba. Publicó su primera composición a los siete años, y sus poemas adolescentes consiguieron hacerse un hueco en el bullicioso Madrid de la época. Su poesía luminosa, siempre arraigada a la isla, la playa y el mar, empezó a ser tenida en cuenta junto a la de poetas como Rafael Alberti, Concha Méndez o Rosa Chacel. Publicó Versos y estampas en 1927, y Poemas de la isla en 1930. Pedro Salinas fue uno de sus mayores admiradores y maestros, y el que le otorgó el sobrenombre «muchacha-isla», que Josefina llevó con orgullo toda su vida. La canaria fue, junto a Ernestina de Champourcin, la única mujer incluida por Gerardo Diego en la Antología de la poesía española de 1934.
Paralelamente a su carrera como poeta, Josefina buscó profesionalizarse en la escena. Participó en numerosos conciertos y representaciones amateur y, durante la primera mitad de los años 30, pasó a formar parte de la plantilla de los estudios de Paramount de Joinville (Francia), donde trabajó como actriz, traductora y adaptadora de guiones, dobladora (puso su voz en numerosas películas a Marlene Dietrich) y ayudante de dirección. Este deseo de trabajar no era bien visto por su familia, que la presionó para que limitara sus ambiciones artísticas a lo casero, pero finalmente el empeño de la artista fue más fuerte, y consiguió ir consolidándose como animal escénico profesional.
La guerra y la precariedad
La prometedora carrera de Josefina de la Torre se vio truncada por el estallido de la Guerra Civil. La escritora no se exilió y, durante la guerra y los primeros años de la posguerra, se mantuvo de perfil, acercándose en ocasiones a la ideología pública del régimen más por supervivencia que por afinidad. Durante el conflicto y en los años posteriores, la en otro tiempo bien posicionada familia De la Torre Millares perdió su estrella y su fortuna, y Josefina continuó buscándose la vida como pudo en los distintos ámbitos artísticos que cultivaba. En 1938 creó junto a su hermano Claudio de la Torre la serie La Novela Ideal, una pequeña editorial de novelas comerciales en la que Josefina escribía, siempre bajo seudónimo, historias amorosas o policiacas.
Durante la posguerra la artista siguió trabajando en el teatro, primero en la Compañía de Teatro María Guerrero y después en su propio grupo, la Compañía de Comedias Josefina de la Torre. Trabajó como actriz y cantante con personalidades como Pablo Sorozábal, Nuria Espert o Amparo Soler Leal, y representó obras tan dispares como Casa de Muñecas de Ibsen o el estreno español de Sonrisas y lágrimas, en el que interpretó a la madre abadesa. Siguió trabajando en la radio como locutora y actriz y, cuando llegó Televisión Española, participó como secundaria en numerosas de sus producciones. Entre medias, Josefina encontró tiempo para seguir escribiendo, aunque apenas pudo publicar. Su novela Memorias de una estrella, uno de los pocos testimonios de la Josefina escritora que se publicaron en esos años, sirvió como traslación a la ficción de las vivencias cinematográficas de la canaria.
Un nuevo 27
En 1968, Josefina de la Torre publicó su tercer poemario, Marzo incompleto. El silencio poético de más de 30 años no había sido voluntario, pues Josefina había intentado publicar el libro en numerosas ocasiones. «Han sido varios los autores que han considerado que el polifacetismo de la autora es la principal causa del abandono de su vertiente poética», explica Marina Patrón en su biografía de la artista, «pues como afirma Martín Padilla “no se podía ser poeta del 27 en la posguerra española”». Precisamente una de sus últimas apariciones en televisión fue en el programa Rincón Literario, en 1997, donde Josefina fue invitada para hablar de la Generación del 27. Durante sus últimos años, Josefina comenzó a recibir el reconocimiento como poeta y miembro de derecho del 27 que nunca había disfrutado en vida. Falleció en Madrid en el verano de 2022.
La obra de Josefina, así como la de muchas otras de sus compañeras, ha sido recientemente recuperada por editoriales como Renacimiento o Torremozas, y también aparece en la antología Las Sinsombrero y un nuevo 27, seleccionada por Ana Fernández-Cebrián y en la que se propone reconfigurar de una vez por todas esa imagen mental de una Generación del 27 únicamente masculina. Es cuestión de tiempo que Josefina de la Torre, junto a sus compañeras, aparezca fuera de la excepción y de lleno en la norma.
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