Sociedad
Jean-François Revel, cien años de polemismo impertérrito
La huella del filósofo, escritor y polemista francés sigue presente en la cultura francesa. Su polimatía le condujo de la resistencia contra los nazis en su juventud a convertirse en una figura imprescindible de la prensa cultural francoparlante.
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Prolífico, inquieto, amante de la vida en su esplendor. Jean-François Revel recorrió el mundo terrenal y el de las ideas en busca de un «más allá» de las apariencias. Y, en ese proceso, dotó a la cultura francesa de un legado que fue clave durante la segunda mitad del siglo pasado.
El filósofo, escritor, profesor y periodista nació en 1924 en una familia acomodada en Marsella. Su infancia junto a las serenas aguas del mediterráneo forjó el carácter vibrante y multidisciplinar que le acabaría caracterizando. En la Escuela Normal Superior de París estudió Filosofía y, durante la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, formó parte de la Resistencia.
No obstante, su futuro esplendor llegó con el final de la guerra. Revel dedicó un primer periodo de su vida a ser profesor de filosofía en distintos países y regiones del mundo. Primero, en Argelia, cuando todavía era colonia francesa; más tarde en países como México e Italia, en este último en la prestigiosa Universidad de Florencia. Eran los años cincuenta y aquel joven profesor, apasionado y vibrante, se sumó a la militancia socialista que afloraba en la Europa de aquellos años. En este tiempo, junto con su labor docente, se inició en el periodismo y en sus primeras publicaciones con tres libros que se explican muy bien a partir de su recorrido biográfico: ¿Para qué los filósofos?, Por Italia y Sobre Proust. Pese a ser sus primeras tres obras editadas, la semilla del éxito ya podía entreverse entre sus páginas. El estilo de Revel, literario y cálido para la lectura, es una constante, también el ánimo discusivo que le caracterizó décadas más adelante.
Años setenta: la llegada del éxito
La inquietud intelectual de Jean-François Revel fue recogida por el escritor Mario Vargas Llosa, quien en su ensayo La llamada de la tribu dedicó un capítulo al polímata francés. El libro de Vargas Llosa está dedicado a aquellas lecturas y autores que han marcado su vida en una oda al liberalismo. No en vano, el autor peruano vivió una experiencia ideológica equivalente a la de Revel: el paso de una juventud con expectativas marxistas al convencimiento del liberalismo como el único sistema político–económico viable. «Optar por el liberalismo fue un proceso sobre todo intelectual de varios años», defiende Vargas Llosa en el ensayo.
La experiencia de Revel debió resultar semejante. En 1966, el francés publicó Contracensuras y, cuatro años más tarde, después de las protestas de Mayo del 68, mostró su descontento definitivo con el socialismo con Ni Marx ni Jesús, donde adquirió una postura más próxima al liberalismo y a los movimientos de la derecha ideológica, hecho que se evidenció con la obra La nueva censura (1976).
Ambos libros tuvieron una gran acogida entre los lectores franceses, situando al autor en la línea de interés público para la prensa y la sociedad general. A su recorrido como periodista empezó a sumarse cargos de mayor responsabilidad como editor y como director de medios como L’Express, Europe 1 y Le Point, entre otros. Además, en su motivación interdisciplinar, Revel fue editor y consejero en numerosas editoriales francesas.
«La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira», sentenció Jean-François Revel en El conocimiento inútil (1988). Y es que, a partir de los años setenta, el escritor se entregó al análisis del devenir político. En las últimas etapas de la Guerra Fría, cuando al bloque comunista comenzaban a averiguársele las costuras, la preocupación del filósofo francés se centró en dos líneas: la primera, el sistema político más estable para la prosperidad y la paz social; la segunda, el devenir de la democracia.
A partir de los años setenta, el escritor se entregó al análisis del devenir político
Para la primera cuestión, Revel determinó que el liberalismo se revela como el único sistema político y económico que transige con unos principios éticos capaces de incentivar la prosperidad de la sociedad. La justificación fue sencilla: permite una variedad de ideas entre los individuos, su pugna dentro de la libertad de partidos de la democracia representativa y mantiene unos valores tanto morales como religiosos aperturistas. Por ejemplo, al situar la riqueza como medio principal para el ascenso en el escalafón social, o al resultar intrascendente el credo y el comportamiento moral frente al imperio de las leyes civiles y el concepto de «ciudadano».
Pero respecto de la segunda preocupación de la filosofía política de Revel, el futuro de la democracia, el pensador francés se mostró menos optimista. De hecho, sus últimas décadas de vida estuvieron marcadas por el análisis de la inclinación que la democracia occidental estaba tomando. De esta época hay varios ensayos en los que Revel profundiza con claridad en estas vicisitudes: Fin del siglo de las sombras (1999) y, antes, Cómo terminan las democracias (1985). En este último, el filósofo llegó a escribir que «la democracia está menos amenazada que nunca en el interior [del país] y más que nunca desde el exterior». La preocupación de Revel era sencilla: consideraba a la Unión Soviética, que aún existía cuando se publicó el libro, el mayor peligro para el modelo democrático liberal, que consideraba óptimo. El peligro, por tanto, no lo asumió desde el interior del propio país porque, planteado el liberalismo como un sistema que permite un paulatino progreso desde una meritocracia (idealizada por el autor), resultaba una contradicción lógica pensar que pudiesen formarse grupos politizados en contra de un modelo que les ofrece prosperidad sin impedimentos de clase tajantes.
Para Revel, el liberalismo permite una variedad de ideas entre los individuos y mantiene unos valores tanto morales como religiosos aperturistas
Sin embargo, con la caída de la URSS, Jean-François Revel comenzó a cuestionar su propia percepción del origen de los peligros para la democracia occidental. En La gran mascarada: Ensayo sobre la supervivencia de la utopía socialista (2000) relaciona el riesgo de que el totalitarismo que observa en las ideas socialistas pueda poner en jaque el modelo liberal.
Al margen de su filosofía política, Jean-François Revel también fue un hombre abierto a la libertad religiosa. Ateo confeso, escribió el libro El monje y el filósofo (1997) junto con su hijo, el conocido monje budista Matthieu Ricard, a modo de enriquecedor diálogo entre dos miradas del mundo en apariencia tan opuestas.
En 2006, la muerte llamó a la puerta de Revel. En su nutrido recorrido por la vida durante ochenta y dos años, el filósofo abrazó la vida en plenitud y fue ampliamente reconocido por su trabajo con numerosos premios, entre ellos algunas de las distinciones más prestigiosas de Francia y de Europa, como son el caso de la pertenencia a la Académie Française, la Legión de Honor y la Gran Cruz de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, otorgada esta última por el rey y el gobierno español en 2003.
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