Cultura
¿Pintaba gordos Botero?
Fernando Botero convirtió la voluptuosidad del volumen en sello inconfundible de sus cuadros y esculturas. Sus figuras exuberantes son, posiblemente, las más reconocibles para el gran público del arte contemporáneo. Sin embargo, él mismo decía que no pintaba personas gordas.
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Pocas pinturas o esculturas del figurativismo reciente son tan reconocibles como las de Fernando Botero, fallecido este año. Los volúmenes corpulentos y redondeados de todas las figuras que representó, así como el colorido naif de sus lienzos, difícilmente podrían pasar desapercibidos. Durante los años en que se impuso el sello estético de la delgadez a las personas, para aparentar mejor en esta sociedad de la imagen, el artista colombiano convirtió su carrera en una muestra desaforada de humanos y animales que bien podríamos denominar como gordos. Pero es que los objetos que pintó también contaban con esa voluptuosidad excesiva y redondeada en las formas. Y un objeto puede ser voluminoso, pero nunca gordo.
Nacido en Medellín en 1932, desde joven se dedicó a los estudios artísticos, recorriendo en su deambular académico, instituciones del calibre de la madrileña Real Academia de San Fernando o la florentina Academia de San Marco. Precoz, por tanto, en sus querencias artísticas, hasta el punto de ver sus ilustraciones de desnudos, con tan solo 16 años, impresas en las páginas del suplemento dominical de El Colombiano, uno de los más importantes rotativos de su ciudad natal. Ilustraciones que fueron consideradas obscenas, por no pocos, y que le otorgaron desde tan joven una inusual popularidad.
En 1951 tuvo sus dos primeras exposiciones individuales y ganó un importante premio que, junto a la venta de algunos lienzos, le proporcionó el capital suficiente para viajar a Europa y establecerse en Madrid para continuar estudiando. De Madrid viajó a París y se domicilió, posteriormente, en Florencia, donde caería rendido ante el influjo del arte renacentista. Pocos años después regresaría a su país y viajaría a México, donde, fuertemente influenciado por el muralismo de aquel país, emergió su estilo propio. Un estilo que, reinterpretando el figurativismo, le valdría el reconocimiento mundial. A pesar de ello, siguió empapándose de corrientes pictóricas como el expresionismo en Nueva York.
Botero: «Yo no pinto personas gordas, sino que expreso el volumen como parte de la sensualidad»
Sus pinturas y esculturas no se detienen ante ningún tipo de representación, desde la reinterpretación de obras famosas como La Gioconda de Leonardo da Vinci o La cámara de los esposos de Mantegna, a las escenas puramente costumbristas, pasando por temas históricos, políticos o de crítica social. Pero en todas ellas lo que le hizo único y distinguible de cualquier otro artista, fueron las formas voluptuosas, redondeadas y exageradas hasta el punto de, en muchos casos, ocupar prácticamente todo el espacio delimitado por el lienzo. Las gordas y gordos de Botero son inconfundibles.
Pero, ¿qué opinaba el artista colombiano de ese término grueso con se popularizó su técnica hasta el punto de llegar a denominarse boterismo? Él afirmó, en varias ocasiones, que jamás había pintado personas gordas.
Coincidiendo con su 80 aniversario, el Museo de Bellas Artes de Bilbao le homenajeó con la exposición antológica Celebración. Durante la presentación de la misma, Botero afirmó, rotundo: «Yo no pinto personas gordas, sino que expreso el volumen como parte de la sensualidad». De esta manera intentaba explicar que sus intenciones creativas, más allá de convertirse en el pintor de gordas y gordos como muchos le conocen, se enfocaban en exaltar las formas para dotarlas de mayor plasticidad y monumental extravagancia, hasta el punto de lograr que aparentasen incluso ser comestibles.
La citada exposición fue para el artista un acierto, por recorrer las temáticas que más le habían marcado: las representaciones religiosas, la tauromaquia, el mundo circense, la naturaleza muerta o la crítica social más afilada, como en su famoso Tríptico de Abu Ghraib, dedicado a los aborrecibles acontecimientos ocurridos en la tristemente célebre prisión iraquí.
Su técnica logró que se acuñase el término ‘boterismo’
Fuese o no su intención, logró hacer de su exaltación del volumen un estilo propio y reconocible a unos niveles que bien desearían para sí las estrellas del pop. El artista más pop después de Warhol, se atreven a asegurar algunos críticos. Pueda ser. Pero lo que posiblemente no alcancen a ver los millones de personas que saben reconocer sus lienzos es que, más allá de la voluptuosidad de las formas, anida en cada una de sus composiciones una fina ironía exaltada por el uso predominante de colores cálidos que logran la cercanía del espectador hacia lo representado. El magistral uso del óleo y el pastel más vivos, en su gama cromática, son sin duda responsables de dicha cercanía.
En tiempos en que la delgadez es norma y deseo para la mayor parte de la población, Botero logró que el gran público se sintiese identificado y cercano a esas figuras de gordas y gordos que desafían la estética imperante.
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