«La guerra en Ucrania nos obliga a abordar con mayor decisión la descarbonización de la economía»
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Carlos Torres Vila (Salamanca, 1966) preside BBVA desde el año 2019 y es uno de los habituales del Foro de Davos. Formado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), recibe a Ethic en una amplia y luminosa sala de la Ciudad BBVA, diseñada por los arquitectos Herzog y De Meuron. Durante esta entrevista, Torres Vila analiza algunos de los retos más acuciantes del presente y defiende que la guerra de Ucrania no desbarata el ‘Green Deal’ sino que, por el contrario, acelera la hoja de ruta de la descarbonización.
Es un invitado habitual de la cita mundial de Davos, donde la gente más influyente del mundo analiza los grandes retos globales. ¿Qué evaluación hace del contexto global?
La invasión de Ucrania es una tragedia. Lo más importante es que acabe cuanto antes, porque cada día que pasa significa más sufrimiento y destrucción, aunque la perspectiva no es que vaya a haber una solución rápida. Esta invasión puede implicar cambios muy importantes en el orden mundial. Los distintos bloques buscarán mucha más independencia en energía, claramente, pero también más autonomía estratégica en todo aquello que se considera relevante: tecnología y software, datos, alimentos, materias primas… Y eso va a implicar menos comercio mundial. Esta guerra nos obliga a abordar con mayor decisión y ambición la descarbonización de la economía en Europa.
Se habla de riesgo de recesión. ¿Cuáles son las previsiones sobre la marcha de la economía?
Es un contexto muy difícil. Quizá el más desafiante en los últimos años en todos los planos. Nos enfrentamos a cuestiones que añaden mucha incertidumbre; sobre todo por la inflación, que es muy elevada en materias primas y en energía. Llevamos mucho tiempo con una inflación muy alta, lo que está empujando a los bancos centrales a subir los tipos de interés de una manera muy agresiva. Es lo que tienen que hacer para anclar las expectativas de inflación, pero eso necesariamente va a tener un impacto en el crecimiento económico. Estamos viendo cómo se empieza a desacelerar y las previsiones son ahora mucho más bajas que las que teníamos hace unos meses, incluso con previsión de crecimiento negativo en algunos trimestres, tanto en Estados Unidos como en Europa. La incertidumbre tiene que ver con cuánto y durante cuánto tiempo deben subir los tipos para anclar las expectativas y con el parón económico que va a suponer. Caminamos hacia una desaceleración debido al impacto de la guerra.
Desde la crisis financiera se ha hablado mucho ya sobre la necesidad de transformar o reformar nuestro sistema económico. Sarkozy hablaba entonces de la necesidad de «refundar el capitalismo». Como presidente de un banco global, ¿hacia dónde cree que debe ir nuestro sistema económico?
La economía de mercado tiene muchas cosas muy buenas y por eso creo que tiene que ser la base sobre la que seguir construyendo futuro. El saldo positivo se relaciona con la asignación de recursos, la promoción del emprendimiento y de la innovación y la creación de riqueza. Debemos eliminar o reducir las imperfecciones de ese sistema de mercado, que tienen mucho que ver con el exceso de poder que pueden detentar algunos agentes en algunos momentos y en algunos sectores. La regulación y la actuación de los supervisores para evitar esas situaciones va evolucionando. Otro frente muy relevante que corregir es la desigualdad que la economía de mercado genera tanto dentro de cada sociedad como globalmente. Dentro de la sociedad hay que fomentar la igualdad de oportunidades para que el sistema sea justo y para que funcione el ascensor social. En ese sentido, la educación es clave porque es la puerta de las oportunidades. A nivel global, debemos trabajar para que no se queden atrás los países emergentes. El mundo desarrollado puede hacer mucho para financiar el avance; no solo con ayuda al desarrollo, también con movilización de capital para aprovechar el potencial, por ejemplo, que los países emergentes tienen en la descarbonización. Por último, tenemos que corregir las imperfecciones de la economía de mercado relacionadas con las externalidades, es decir, con el impacto negativo que puede tener la actividad económica, sobre el medio ambiente y la naturaleza: la emisión de gases efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad, por ejemplo. Ese sería el camino. Dentro de la economía de mercado hay que considerar a todos los agentes económicos con un objetivo que es plural, lo que el foro de Davos llama stakeholder capitalism. Creemos valor para los accionistas, los empleados y la sociedad en su conjunto, buscando prosperidad para la gente y preservando el planeta.
«En España tenemos el nuevo petróleo y podemos ser exportadores de energía a Europa»
¿Ha reforzado la guerra en Ucrania el peso que la geopolítica tiene en las salas de mando de las grandes empresas como BBVA?
Sin duda. Supone repercusiones importantes para cualquier empresa que, como BBVA, tiene presencia y ambiciones globales. Por ejemplo, en el comercio y en la búsqueda de autonomía o en dónde se pueden o no hacer inversiones en función del alineamiento de bloques. Las sanciones a Rusia, como sabemos, han tenido y tienen una repercusión directa. En definitiva, todos estos factores derivados de la invasión condicionan la estrategia de cualquier organización relevante a nivel global como BBVA. Dicho esto, lo cierto es que nuestra estrategia –que se basa en la digitalización, la innovación y la sostenibilidad– se ha visto reforzada. Si la pandemia reforzó la digitalización, la guerra evidencia la necesidad de avanzar de manera más decidida hacia la descarbonización. En ese sentido, nuestra apuesta por la financiación sostenible es cada día más ambiciosa. En 2018 anunciamos un objetivo de movilizar 100.000 millones de euros hasta 2025; el año pasado duplicamos esa cantidad inicial hasta los 200.000 millones; y ahora nos hemos propuesto llegar hasta los 300.000 millones de euros. Y para caminar junto con nuestros clientes en esa transición hacia la descarbonización también me gustaría añadir nuestro reciente compromiso de reducir en un 30% las emisiones de nuestra cartera de petróleo y gas antes de 2030.
La agresión de Rusia pone sobre la mesa un viejo problema no resuelto: la excesiva dependencia energética de Europa.
La situación actual nos lleva en el corto plazo a tener que recurrir a fuentes de energía de las que nos queremos desenganchar, que son las que emiten gases de efecto invernadero. Pero lo que está pasando nos ofrece la oportunidad de acelerar la descarbonización, que nos permite cumplir tres objetivos. En primer lugar, en relación con la seguridad de suministro y la independencia energética, tendríamos mucha mayor capacidad de respuesta ante las acciones de Rusia si Europa estuviera ya descarbonizada. Incluso podría decirse que Rusia no habría actuado de la misma manera. En segundo lugar, tanto la inversión en renovables como en eficiencia energética tienen sentido económico y nos hace ser más competitivos. Y el tercer eje es que estamos luchando contra el cambio climático en sí mismo. Las tres vertientes están alineadas: a través de la descarbonización vamos a conseguir independencia energética y seguridad de suministro, mayor competitividad y menores emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Y no cree que la situación actual puede retrasar o alterar la hoja de ruta que marca el Green Deal?
Al revés. Creo que va a acelerar el Green Deal. Soy optimista y pienso que los incentivos se están alineando para que eso sea así. La regulación también. El RepowerEU, el Fitfor55 y todas las iniciativas que están sobre la mesa en Europa se ven reforzadas. A corto plazo, es cierto que tenemos que tomar medidas que parecen pasos atrás, porque necesitamos atravesar esta coyuntura en estos meses. Pero ya se están tomando medidas y poniendo planes en marcha que aceleran la movilización masiva de capital hacia la eficiencia energética y la reducción de nuestro consumo, y para invertir en fuentes de energía que no tienen emisiones. Si miramos a España, encontramos una gran ventaja, el recurso energético renovable del futuro: el viento y el sol. Tenemos el nuevo petróleo y podemos ser exportadores de energía a Europa.
«Hay que compaginar la digitalización de la banca con medidas que no dejen a nadie atrás»
¿Está preparada nuestra economía para abordar la descarbonización en los plazos previstos? ¿Qué papel puede jugar el sistema financiero en este proceso?
La descarbonización es un reto mayúsculo, porque necesitamos pasar de 51.000 millones de toneladas de emisiones a cero en menos de 30 años si queremos limitar el incremento de la temperatura del planeta a un grado y medio. Es un reto enorme que requiere una inversión estimada de unos 275 millones de millones de dólares hasta 2050 para descarbonizar la economía del mundo, lo que supone aproximadamente un 8% del PIB mundial, una cantidad descomunal. Para que esa inversión se lleve a cabo debe tener sentido económico. La inversión en eficiencia energética, en renovables y la electrificación de muchas actividades productivas ya lo tiene. Podemos hacer las dos cosas a la vez: promover más riqueza y más desarrollo económico y, en paralelo, descarbonizar la economía. Estamos ante una gran oportunidad. El sector financiero es muy importante para movilizar ese capital necesario y también para asesorar a nuestros clientes. Así es como vemos el papel del banco. Los bancos apenas emitimos CO2 directamente, pero financiamos a clientes que sí lo hacen. En BBVA hemos asumido el compromiso de tener cero emisiones netas en 2050, incluyendo las emisiones de nuestros clientes y nos hemos sumado a la Net Zero Banking Alliance.
¿Y qué pasa con los países emergentes?
Su papel es crucial. Son los países que más se van a ver afectados por el cambio climático. Ya lo estamos viendo en algunos países donde el impacto es muy relevante y necesitan inversiones de adaptación. Por otro lado, su potencial es enorme: muchos no tienen que cambiar infraestructuras, sino que pueden desarrollar e invertir en infraestructuras para descarbonizar. También hay mucho potencial en proyectos naturales que pueden absorber carbono. El mundo desarrollado tiene una responsabilidad clave, la de movilizar capital hacia los países emergentes para ayudar simultáneamente a su desarrollo y a la descarbonización del planeta. No podemos descarbonizar el planeta sin contar con ellos porque se van a seguir desarrollando y tenemos que conseguir que lo hagan sin emisiones.
La digitalización de la banca ha supuesto el cierre de oficinas y ha generado una corriente de malestar entre los clientes, que piden un trato más humano.
La digitalización supone un desarrollo muy positivo y eso es compatible con asegurarnos –y en eso nos esforzamos– de atender a todos los clientes, sean cuales sean sus necesidades, sin que nadie se quede atrás. La digitalización es una realidad que con la pandemia se ha visto muy reforzada. En España, por ejemplo, se han multiplicado por cuatro en los últimos seis años los clientes que usan el móvil como canal principal en su relación con nosotros. La combinación de autoservicio a través de la aplicación móvil con la atención de una persona en remoto funciona muy bien. La oficina sigue teniendo un papel muy importante para aquellas interacciones que requieren presencia física. Todo esto es compatible con no dejar a nadie atrás, especialmente a aquellos colectivos que pueden tener mayores dificultades de adaptación a un mundo digital y remoto por distintas circunstancias. En definitiva, la digitalización es una fuerza positiva para nuestros clientes porque pueden tener mejor servicio, pero es muy importante compaginarlo con medidas que aseguren que aquellos colectivos con mayor dificultad de adaptación pueden seguir disfrutando del servicio que necesitan.
«El papel de los países emergentes es enorme: muchos pueden desarrollar e invertir en infraestructuras para descarbonizar»
En el sector bancario siempre ha habido predominio de hombres en puestos de dirección. ¿Esto va a cambiar en los próximos años en BBVA?
Debe cambiar en la sociedad y en BBVA también. Nosotros nos hemos puesto como objetivo que las mujeres ocupen un 35% de los puestos directivos en el año 2024. Supone una subida relevante frente a la situación actual (datos a cierre de 2021), en la que las mujeres representan el 31% de los puestos directivos del banco. Para ello, son importantes las medidas como el fomento de la promoción de mujeres en toda la organización desde la base, a través, por ejemplo, de garantizar que, en cualquier promoción, al menos la mitad de las candidatas finalistas sean mujeres. El año pasado un 52% fueron mujeres. Con el paso del tiempo, esto nos permite llevar la paridad a todos los niveles de la organización. En el Consejo ya hemos conseguido el objetivo de un 40% de mujeres y seguiremos trabajando para que haya paridad.
¿Qué efectos cree que van a tener los nuevos impuestos a la banca?
Un impuesto adicional a la banca es contraproducente. La evidencia internacional confirma que los impuestos a la banca acaban teniendo un efecto negativo sobre la inversión, conducen a un menor crecimiento económico y la recaudación de impuestos queda por debajo de lo esperado. En momentos de elevada incertidumbre como el actual, debemos remar todos en la misma dirección para que la economía crezca.
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