Opinión
Los Z, el último salto generacional
Iñaki Ortega, doctor en Economía, y Núria Vilanova, presidenta de Atrevia, presentan ‘Generación Z’ (Plataforma Actual), una radiografía de los jóvenes que han dejado viejos a los ‘millennials’.
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No sabes cómo configurar la radio de tu coche de alquiler porque el manual de instrucciones está en alemán y estás pensando ya en prescindir del acompañamiento de la música en tu largo viaje. Entonces tu sobrina de apenas quince años te lo resuelve en un minuto con un tutorial de Internet que se acaba de descargar en tu móvil. Para entender a los chicos y chicas de la generación Z, lo más parecido que hemos encontrado a esos tutoriales es una sencilla fórmula nemotécnica: las cuatro íes y las cuatro ces.
«La ciencia vive un esplendor como no se recordaba desde el Renacimiento y los matemáticos son las nuevas estrellas que todos miramos»
La mitología atribuyó a un templo dedicado al dios Apolo en Delfos, en la Grecia actual, la capacidad de conocer el futuro mediante unas sacerdotisas que hablaban por boca de Apolo y atendían el templo. Eran las llamadas pitonisas. Durante varios siglos antes de Cristo, miles de personas, reyes o plebeyos, acudían una vez al mes al oráculo para saber qué les depararía la vida; eso sí, después de pagar una generosa ofrenda. Muchas empresas hoy le consultarían si con la transformación digital sobrevivirán. No pocos trabajadores; alertados por los negros designios sobre la era de la inteligencia artificial; le preguntarían a Apolo si su empleo sobrevivirá. Y padres, profesores y empleadores harían cola para saber si sus hijos, alumnos o empleados de la generación Z tienen remedio o tienen que dejarlos ser así.
La palabra pitonisa ha llegado hasta nuestros días para referirnos a esas mujeres que te leen la mano o predicen el futuro usando artes ocultas. También al mundo de la empresa ha llegado la estela del famoso oráculo con el muy usado en sociología método Delphi, técnica que te permite hacer predicciones mediante un proceso iterativo de encuestas a expertos. Nosotros, después de estudiar científicamente a esta generación y de usar el método Delphi en varias ocasiones, nos atrevemos a convertirnos en las pitonisas de Delfos y darte las claves para entenderlos. Por la letra i empiezan cuatro rasgos que reconocerás rápidamente en tus alumnos o compañeros de oficina más jóvenes o en ti mismo, si naciste más tarde que Justin Bieber. Internet, irreverencia, inmediatez e incertidumbre es la fórmula secreta de los Z.
Estás en medio de un bosque perdido y solo tienes una brújula para poder encontrar, antes de que anochezca, el camino de vuelta a casa, no hay cobertura móvil ni Google Maps que pueda ayudarte. Cuando miras el viejo aparatito, la aguja no se mueve, la brújula no funciona. A partir de mediados del siglo XX, la brújula empezó a ser reemplazada por sistemas de navegación más avanzados como la tecnología láser o el GPS. Eso sí, en el polo norte y sin electricidad no funcionan ninguno de los dos, ni el GPS ni nuestra vieja amiga la brújula, por la convergencia de las líneas de fuerza de los campos magnéticos terrestres. Pero, aun así, todavía la brújula nos da algunas claves para entender el momento en el que vivimos. La conjunción de dos elementos ha provocado cambios profundos y rapidísimos que superan lo económico, y que están capilarizándose en todos los aspectos de nuestras vidas y que son consustanciales a la generación Z. Esos dos factores son la disrupción tecnológica y la permanencia de la crisis económica desde 2007.
Internet, quizás el invento que, además de la empresa, más ha hecho por la igualdad de oportunidades, está cambiando nuestro mundo. Hoy, la mayor tienda del planeta, Amazon, no dispone de un solo punto de venta a pie de calle. La mayor cadena de hoteles, Airbnb no tiene un solo establecimiento propio. La empresa de transportes más grande, Uber, no posee una flota en propiedad. La empresa líder en comercializar música, Spotify, no ha vendido un solo disco en su vida. La ciencia vive un esplendor como no se recordaba desde el Renacimiento y los matemáticos son las nuevas estrellas que todos miramos. La Red ha permitido que el poder haya dejado de ser intocable y estemos en un cambio de escala hacia los micropoderes ciudadanos.
Internet, irreverencia, inmediatez e incertidumbre es la fórmula secreta de los Z
Este nuevo enfoque ha traído un nuevo paradigma: de la búsqueda por la eficiencia y la obtención de la calidad total estamos pasando a la obsesión por el cambio continuo. De los laboratorios cerrados protegidos por la propiedad industrial a la innovación abierta propiciada por miles de emprendedores en todo el mundo. Pero, a la vez, convivimos con situaciones dramáticas, fruto de la persistencia de la crisis. En nuestro país, por desgracia, los jóvenes saben bien de lo que hablamos con la funesta tríada del paro juvenil, la precariedad y el fracaso escolar. Ese viento en contra ha hecho que los miembros de esa generación que hoy tienen menos de 25 años sepan que tienen que buscar sus propias soluciones a los problemas de su alrededor. Ejemplos de ello son las nuevas formas de comunicarse, de viajar, de estudiar o de mostrar la solidaridad, que están dentro de lo que se ha venido en llamar la «nueva economía colaborativa», con un importante peso del emprendimiento social.
Por todo lo anterior, nuestra brújula no funciona. Hemos perdido el norte. Seguimos mirándola para que nos indique por dónde encontrar la salida del bosque o hacia dónde dirigir nuestras vidas sin darnos cuenta de que ya está obsoleta, que el mundo ha cambiado y necesitamos nuevas coordenadas por las que guiarnos, nuevas herramientas de las que fiarnos. Las nuevas generaciones, con su regla de las cuatro ces, nos muestran las coordenadas del nuevo norte: la ciencia, la creatividad, la cooperación y el cambio continuo.
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