Podrías hacer de esto algo bonito
Maggie Smith traza una reflexión sobre el final de un matrimonio y el comienzo de una vida nueva en ‘Podrías hacer de esto algo bonito’ (Libros del Asteroide, 2024).
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Antes de que emprendamos esta travesía juntas, yo con mis candiles, tú siguiéndome de cerca, una luz parpadeante alumbrando nuestras caras, quiero dejar clara una cosa: esto no es una revelación total. Una revelación total requeriría una narradora omnisciente, deiforme, que planease por encima del escenario, escudriñase el interior de las casas, escuchara conversaciones y llamadas telefónicas y leyera mensajes y correos electrónicos. Tengo celos de esa narradora que todo lo sabe, a pesar de que no existe. Yo quiero saber lo que sabe ella.
No es una revelación total porque el todo es algo a lo que no tenemos acceso. Nunca obtenemos el todo. Una parte, sí. Gran parte, con suerte. El todo, no. La revelación total no existe, existe solamente la revelación parcial; la revelación semitotal, a lo sumo. Esto es una revelación de lo mío, y lo mío cambia sin cesar porque yo cambio sin cesar. Así de escurridizo es lo mío.
Nunca obtenemos el todo: una parte, sí; gran parte, con suerte
Esto no es una revelación total porque una parte de lo que voy a contarte es aquello que no sé. Ofrezco también las ausencias, esos espacios que sé que no están vacíos, pero cuyo contenido ignoro. Como los espacios en blanco entre los versos de un poema; ¿qué es lo que no se dice, lo que no se escribe ahí? ¿Cómo leemos esos silencios?
El libro que tienes en tus manos fue muchos libros antes de ser este. Dentro de esta versión anidan las otras: la versión que empecé, desde la tristeza más profunda, tecleándola con los pulgares en el teléfono, en la cama, en noches insomnes; la que garabateé echando chispas. Verás fragmentos de esos libros dentro de este. ¿Por qué? Porque trato de llegar a la verdad, y no lo conseguiré a menos que observe el conjunto, incluso las partes que no quiero ver. Quizás, especialmente, esas partes. He tenido que adentrarme en la oscuridad, atravesarla, para hallar la belleza.
Spoiler: está ahí. La belleza está ahí.
Sé que es posible que las personas que forman parte de esta historia, la historia de mi vida, lean el libro. Y lo que es más importante, puede que mis hijos lo lean algún día (hola, hija, hijo, os quiero). Comparto esta historia con ellos porque compartimos la vida. Pero esta revelación de lo mío no es más que eso: mi experiencia. No existe revelación total porque solo podemos hablar por nosotros mismos.
¿Por dónde empiezo? Podría empezar por mi niñez. Podría empezar en el aula universitaria donde me senté frente al hombre con el que más tarde me casaría; o en el Denny’s de la carretera estatal 23, donde escribimos chascarrillos privados en los sobres del azúcar; o en nuestro primer piso, en Grandview, donde un rayo me atravesó la noche en que nos mudamos; o en el hospital donde nacieron mis hijos y donde nací yo y donde nació mi madre; o en nuestras últimas vacaciones en familia, cuando metí mi tristeza en la maleta y me la llevé a la playa; o en el despacho de mi abogado, tocando un cuarzo rosa pequeño y afilado por debajo de la mesa de reuniones; o al final de todo, que fue también, en cierto modo, el principio; o en este momento en que te escribo a ti y contemplo la niebla rozando los tejados de las casas del otro lado de la calle, como si las nubes se hubieran hartado de surcar el aire y se hubieran dejado caer; o… o… o…
Esta historia podría empezar en cualquiera de esos lugares. Yo empiezo aquí.
Este texto es un fragmento de ‘Podrías hacer de esto algo bonito’ (Libros del Asteroide, 2024), de Maggie Smith.
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