Fenomenología de la ansiedad
Con el apoyo de las voces de pensadores como Kierkegaard, Freud, Heidegger o Derrida, Stefano Micali desarrolla nuevas categorías para comprender la ansiedad y ofrecer un análisis de sus rasgos principales.
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En su estudio monográfico La Peur en Occident (El miedo en Occidente), Jean Delumeau cuenta un interesante caso judicial que tuvo lugar en 1586: una persona se niega a pagar la renta completa de su vivienda porque está habitada por fantasmas (Delumeau, 1978). Podríamos decir irónicamente que esa cohabitación forzada justifica una compensación. Pierre Le Loyer, el consejero del tribunal presidencial en Angers en aquella época, decidió zanjar la disputa. Cito el pasaje de Le Loyer porque esta sentencia muestra de una manera vívida la ambigua naturaleza del miedo (y la ansiedad): «Solo si el miedo [peur] no es infundado y el inquilino ha tenido ocasión de estar asustado quedará exento de pagar la renta requerida y no de otro modo, cuando la causa del miedo no se haya considerado justa ni legítima» (Le Loyer, 1608, p. 658). La retorcida sintaxis de esta sentencia señala un problema fundamental: ¿cuándo está justificado el miedo (peur)? ¿Cuándo es «justo» y «legítimo»? ¿Cuándo, por el contrario, deja el miedo de funcionar como una señal efectiva y razonable que previene amenazas inminentes? En los términos de Freud: ¿cómo definir los límites entre el desarrollo de la ansiedad (Angstentwicklung) y la preparación de la ansiedad (Angstbereitschaft) (Freud, 1920/1998)? ¿Cuándo se convierte el miedo en una proyección invasiva de nuestros propios fantasmas? ¿Hasta qué punto son nuestros miedos introyecciones de los fantasmas de otro?
Estas preguntas tienen una evidente relevancia política. Nuestras respuestas o reacciones al miedo —la diferencia entre ellas es cualquier cosa menos marginal si consideramos que esos términos (respuesta y reacción) marcan los límites entre «lo humano» y el dominio de lo que se dice que es «lo animal»— tienen consecuencias cuyo alcance se nos escapa con mucha frecuencia. Incluso las medidas preventivas que parecen neutrales influyen profundamente en nuestra imagen del mundo. Si adoptamos medidas defensivas, el miedo y la ansiedad tienden a incrementarse. Los sistemas de vigilancia nos hacen sentir seguros; sin embargo, refuerzan la convicción de que el mundo es un lugar peligroso, como observa Altheide (Altheide, 2002). No es sorprendente, por tanto, que la percepción del miedo se haya convertido en una cuestión central en los debates de política nacional e internacional: una sensación de seguridad, incluso más que la propia seguridad, se ha convertido en la sede del conflicto político.
¿Cómo empezar una investigación sobre la ansiedad de un modo riguroso? ¿Es posible incluso tratar «rigurosamente» una afección tan sobredimensionada, caótica y aguda como la ansiedad? El camino que me parece menos inadecuado es el de introducir una diferenciación regulativa entre el miedo, la ansiedad y el terror.
Los sistemas de vigilancia nos hacen sentir seguros; sin embargo, refuerzan la convicción de que el mundo es un lugar peligroso
En el debate filosófico contemporáneo se ha dedicado, desde luego, una gran atención al análisis de la conexión entre el miedo y la ansiedad. En diversos marcos teóricos, la definición de la relación entre el miedo y la ansiedad sirve de criterio para establecer la diferencia entre los seres humanos y los animales. No es, por tanto, inadecuado resumir brevemente el status quaestionis al respecto.
Permítaseme, primero, una breve observación preliminar: establecer diferencias entre humanos y animales es tan difícil de evitar como imposible de lograr. Esa situación se debe en gran medida al concepto de animalidad. La noción de «lo» animal es inadecuada en sí misma porque es un concepto residual, como Derrida muestra en L’animal que donc je suis. Todas las especies animales se «coleccionan» y embuten violentamente en nombre de una privación: se califican mediante los aspectos comunes de no tener lenguaje, de no tener razón, de no ser capaces de sentir ansiedad, etc.; en última instancia, de no ser humanas. La raison d’être de la noción de «lo» animal reside en su exclusión del carácter único de los seres humanos (y, de hecho, es un problema secundario dónde debería y puede localizarse la unicidad de ese carácter). La principal dificultad de la cuestión sobre la «animalidad» consiste en reconciliar dos tendencias opuestas: aunque ha de hacerse justicia a la innegable continuidad entre los seres humanos y otros organismos vivos que se clasifican de acuerdo con órdenes y criterios específicos (las «especies»), es esencial también no pasar por alto las diferencias entre «nosotros, los seres humanos» y aquellos que están excluidos de «nuestra» comunidad humana.
La compleja (re-)definición de esas relaciones en términos de exclusión e inclusión es un proceso inestable y en curso. Se renegocia constantemente en épocas y culturas distintas con incalculables consecuencias políticas, jurídicas y económicas. La definición de esas relaciones involucra siempre presupuestos teológicos, filosóficos y metafísicos. Como ya se ha mencionado, la definición de la relación entre la ansiedad y el miedo desempeña un papel relevante en las investigaciones filosóficas sobre la condición humana.
Este texto es un fragmento de ‘Fenomenología de la ansiedad’ (Herder, 2024), de Stefano Micali.
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