La fuerza implacable del «pensamiento débil»
Una ciudadanía cada vez más perpleja observa, expectante, las páginas vacías de los programas, esperando que se llenen de sentido, de contenido real. Que las promesas dejen de ser solo promesas, oportunistas e ilusorias. Que quienes toman decisiones las tomen. No pasa nada. ¿Es que estamos condenados a este presente?
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Pasa de todo y, al mismo tiempo, no pasa nada. Quien esté dispuesto a descifrar este presente, que arroje la primera piedra. Elecciones autonómicas, generales, europeas. Giros inesperados en las estrategias políticas. Amigos, enemigos, nuevos amigos que antes eran enemigos. Partidos políticos congelados en otro tiempo; nuevas marcas emergentes como el autotune, y otros que resurgen. Convulsión política, imprevisibilidad e inestabilidad. Pasa de todo.
A la par, una ciudadanía cada vez más perpleja que observa, expectante, las páginas vacías de los programas, esperando que se llenen de sentido, de contenido real. Que las promesas dejen de ser solo promesas, oportunistas e ilusorias. Que quienes toman decisiones las tomen. No pasa nada.
¿Es que estamos condenados a este presente?
Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres y de la asociación Yo No Renuncio, y Antonio García Allut, director ejecutivo de la Fundación Lonxanet, lo ven como una oportunidad.
Con proyectos y objetivos de naturaleza disímiles –la primera trabaja por la instauración de un nuevo modelo social que culmine con el desarrollo de un Plan Nacional de Conciliación, y el segundo, por la creación de nuevas estructuras de gobernanza para preservar nuestros océanos–, Laura y Antonio pertenecen al ecosistema del emprendimiento social, una fuerza renovadora que, consciente del poder de las políticas –las leyes– como palancas de cambio, se presenta como un movimiento capaz de romper con las inercias de siempre para revitalizar la conversación pública y nuestra agenda-país, aportar soluciones concretas para construir un nuevo sistema. Como nos recordaba hace no tanto Eduardo Madina, a este proceso de descentralización –necesaria– de la conversación política, el filósofo y político italiano Gianni Vattimo lo llama «pensamiento débil».
El concepto, sin embargo, es más fuerte de lo que parece: entendiendo por metafísica la idea de que existe un saber total, este se postula como anti –y no es para débiles posicionarse–. Con un afán de mermar las rigideces y pretensiones totalizadoras de las supuestas verdades absolutas, el pensamiento débil abraza las experiencias de la verdad contada y dominante, y hace verdad el reconocimiento de muchas verdades. Las que quieren romper con el orden establecido. Las que saben que hay algo por cambiar.
«Incidencia para el Cambio», una comunidad impulsada por Ashoka y The Good Lobby en España, gracias al apoyo del Plan Allen de Ikea, es un programa débil (en el sentido provocador que nos plantea el filósofo italiano) y eso, al mismo tiempo, es lo que lo hace fuerte. Con el fin de incrementar el impacto de las soluciones propuestas por los fellows de Ashoka ante distintos retos sociales, el programa se ha propuesto ofrecer herramientas, capacitación y acompañamiento a los emprendedores y emprendedoras sociales en sus estrategias de influencia pública para poder cambiar las cosas, para construir nuevas verdades.
El pensamiento débil abraza las experiencias de la verdad contada y dominante, y hace verdad el reconocimiento de muchas verdades
Y como una buena idea, aislada, no alcanza para cambiar la realidad, y como necesitamos el apoyo y las mentes de muchas personas para hacerlo, se vuelve necesario acudir, a veces, a esas estructuras hoy no tan férreas: las instituciones.
Irene Milleiro, directora de Ashoka para España y Portugal, reflexiona sobre la importancia de las políticas públicas para que los cambios que promueven los emprendedores sociales sean permanentes. Y, más aún, sobre la capacidad de participar en su definición: «La incidencia es una herramienta muy poderosa que permite movilizar recursos, generar alianzas, sensibilizar a la ciudadanía, y, sobre todo, influir en los poderes públicos para promover cambios en leyes, regulaciones y políticas públicas que apoyen las causas sociales de estos emprendedores y beneficien a las personas a las que sirven».
Qué es lo que se quiere cambiar, a quién hay que dirigirse, cuándo hacerlo, dónde, cómo y con quién impulsarlo son algunas de las preguntas que todo emprendedor y emprendedora social deberían hacerse para avanzar con sus objetivos que, casi siempre, requieren cambios en las políticas públicas. Esto es lo que diferencia a los emprendedores sociales de la red Ashoka, que quieren solucionar los problemas de manera sistémica, cambiando leyes, haciendo que las reglas del juego cambien, así como la mentalidad de la sociedad al respecto de ciertos temas. Estas preguntas son la base del lobby.
Laura y Antonio se las formulan constantemente. Pero no por haber entendido el proceso significa que hayan tenido éxito: dieron con la clave, pero no triunfaron en el ring (las realidades impuestas dan pelea). Las «promesas políticas que se quedan en el limbo», reclama Laura, y la lentitud a la hora de ver materializadas las demandas son el pan de cada día en el camino del emprendedor social. «Es cierto, el mundo del lobby es mucho menos transaccional y más largoplacista que otros y los tiempos de espera no distan mucho de lo que parece ser una eternidad». Pero –reflexiona Alfredo Gazpio, director de The Good Lobby España–, «una vez que consigues que algo ocurra, estás transformando la realidad de un universo de personas enorme».
Se trata de conciliar lo estratégico con lo táctico. De ganar pequeñas batallas que te llevan a luego a la gran victoria. De desencriptar la realidad política al punto tal que se vuelva maleable, y que el trabajo de los emprendedores sociales pueda, con mucha debilidad, sacudir las estructuras implacables de una realidad injusta.
«Por contraintuitivo que parezca, y, pese a esa sensación de distancia entre las promesas por cumplir y las realidades cumplidas, la posibilidad de meter asuntos en el debate institucional está más abierta que nunca», medita Madina. Según el exdirigente político, las vulnerabilidades manifiestas en esta legislatura propician espacios de conversación y reflexión entre la sociedad y las instituciones, hoy permeables y dependientes de la opinión y el saber descentralizado de las calles. La agenda pública está en espera de que el diálogo la compete y fortalezca –¿o la debilite?–.
«Es un tiempo de inestabilidad y de oportunidad, y hay que saber jugarlo». En Incidencia para el Cambio, aprendimos a hacerlo. Al final, somos más fuertes de lo que parecía.
Regina Ghisi es Policy Manager en The Good Lobb, Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres y de la asociación Yo No Renuncio [Ashoka Fellow 2023], y Antonio García Allut, director ejecutivo de la Fundación Lonxanet [Ashoka Fellow 2006].
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