Salud

«Los efectos escolares pueden amortiguarse si lo sabemos hacer bien»

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17
abril
2020

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El filósofo y humanista José Antonio Marina, una de las voces más acreditadas del pensamiento en España, ha dedicado su vida a investigar la inteligencia y el poder de la educación. En esta entrevista –que forma parte del ciclo ‘Reflexiones en mitad de la crisis’ impulsado por Ethic– analiza cómo la mayor emergencia sanitaria del último siglo va a transformar nuestras vidas.


¿Cómo nos va a transformar esta pandemia? ¿Hacia qué mundo vamos?

A corto y medio plazo, sin duda, nos afectará profundamente. Pero cuando se habla ahora del futuro no se habla de cambiar nada, sino de reconstruir, es decir, de intentar volver a donde estábamos. Las sociedades aprenden con dificultad, a no ser que hagan un esfuerzo explícito por hacerlo. Al igual que sucede con las personas, la simple experiencia no nos hace más sabios, salvo que decidamos aprovecharla para que nos haga más sabios. La experiencia de la Primera Guerra Mundial no evitó la segunda. Las fuerzas sociales, económicas, ideológicas y técnicas que dirigían la historia antes de la pandemia son las mismas que seguirán haciéndolo cuando termine. No creo que aparezcan fuerzas nuevas, y lo único que puede cambiar es su distribución. Por ejemplo, Annalena Baerbock, colíder de Los Verdes alemanes, ha dicho: «si Europa no está unida, las fuerzas antidemocráticas tratarán de llenar este vacío». Pero este movimiento estaba ya en marcha, con la aparición de las democracias iliberales. China va a ser más influyente. Eso se veía venir, porque ese gigante económico quiere ser también un gigante ideológico, y su «teoría de la democracia sin partidos, basada en el mérito, autoritaria y centrada no en la libertad sino en la armonía» –que es lo que se está defendiendo en los últimos congresos del Partido comunista chino–, puede resultar atractiva para muchos desengañados de las democracias liberales.

«Hay que conocer para comprender, y hay que comprender para tomar buenas decisiones»

Sí me parece importante que intentáramos aprender de la experiencia. A nivel social, siendo más conscientes de nuestra situación, informándonos mejor y exigiendo más a los políticos. Pero sobre todo creo que quienes deben aprender son los políticos, porque sus decisiones son definitivas. Por ejemplo, los políticos europeos no habían aprendido nada de la gran crisis de 1929 porque estaban obsesionados con la hiperinflación de la República de Weimar, pero los americanos sí. O, por lo menos, lo había hecho Ben Bernanke, un experto en la Gran Depresión: sus ideas económicas neokeynesianas hicieron que Estados Unidos salieran antes de la crisis, mientras que los europeos, empantanados en la lucha contra el déficit y el miedo a la inflación, implantaron políticas de recortes. Ahora, parecen haber aprendido y están dispuestos a cambiar sus dogmas.

Parece claro que no habíamos comprendido el riesgo. ¿Cómo se explica? ¿Por qué no veíamos lo que se avecinaba?

Porque hemos vivido una época de prosperidad sin precedentes y porque los alardes de la tecnología han sido tan fabulosos que nos parece que es todopoderosa. Si lees Homo Deus, de Harari, parte de la idea de que los grandes miedos que obsesionaron a la humanidad –el hambre, la guerra y la peste- han sido superados, y que nuestros próximos objetivos son la felicidad, la inmortalidad y el convertirnos en dioses. No es el mejor estado de ánimo para pensar en riesgos.

¿Qué papel puede jugar la innovación tecnológica a la hora de enfrentarnos a futuros crisis pandémicas? 

 Enorme. Las grandes tecnologías de tratamiento de datos masivos, la inteligencia artificial, la ingeniería genética, las tecnologías de la comunicación y del control de la comunicación serán las herramientas más poderosas para enfrentarse a estos problemas globales.

«Los alardes de la tecnología han sido tan fabulosos que nos parecía todopoderosa»

Muchos niños se encuentran en una fase de aprendizaje vital. ¿Qué impacto puede tener en la educación esta crisis sanitaria? 

Afortunadamente, los niños tienen una enorme capacidad de adaptación y aguante. Cuando hablamos de resiliencia, nos referimos a la capacidad de soportar la adversidad y también a la de recuperarse con rapidez. Lo que influirá más es la situación en casa, cómo lo está llevando la familia. No olvidemos que la escuela, además de una institución educadora, es una institución de protección de la infancia, un lugar seguro donde muchos niños reciben buena alimentación. Los efectos escolares pueden amortiguarse si lo sabemos hacer bien, los domésticos son más difíciles, sobre todo porque se van a ver agravados por un aumento del paro y de las dificultades económicas.

Detrás de cada crisis, hay una llamada a la ética del civismo y a la responsabilidad colectiva e individual. ¿Es el momento de reformular algunos planteamientos educativos? ¿Habría que impulsar una asignatura cívica sobre ese nuevo contrato social que es la Agenda 2030?

«Nuestros objetivos eran la felicidad y la inmortalidad. No era el mejor estado de ánimo para pensar en riesgos»

Creo que es fundamental y, para ello, mi propuesta educativa tiene dos objetivos. El primero es más general y es lo que se denomina Proyecto Centauro. Para gestionar una «realidad expandida» por la tecnología, en la que los sistemas de inteligencia artificial van a tener un protagonismo enorme, necesitamos educar una «inteligencia expandida», capaz de aprovechar los formidables sistemas de información digital, pero reservándose la toma de decisiones en los grandes temas. Eso supone una profunda revolución educativa que, si no la hace la escuela, la harán las grandes empresas tecnológicas.

La segunda propuesta es la inclusión a todos los niveles de una nueva asignatura, «Ciencia de la evolución de las culturas», que nos permita comprender nuestro presente, incluida la necesidad de tener sistemas normativos universales. Llamamos cultura al conjunto de soluciones que cada sociedad inventa para resolver problemas fundamentales –cómo sobrevivir, cómo convivir, cómo organizarse políticamente, cómo crear arte, ciencia, religiones, morales, cómo se han ido evaluando y seleccionando…–, pero esos problemas son los mismos en todas las culturas y lo que cambia es la forma de solucionarlos. Debemos comparar esas soluciones para saber cuáles son mas eficaces. Esta nueva asignatura absorbería la historia de la cultura, del arte, de la filosofía, de la religión, de la economía y del derecho. Por eso es viable, porque tiene un amplio nicho horario disponible. El lema es sencillo: hay que conocer para comprender, y hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar.

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