Biodiversidad
Los hongos son la clave para la salud de los bosques
Además de un recurso gastronómico muy apreciado, las setas resultan fundamentales para preservar la diversidad de los ecosistemas.
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Champiñones, níscalos, boletus, shiitake… para la mayoría de las personas, las setas no son más que un delicioso ingrediente que incluir en sus recetas. Pero para el ecosistema, las setas son la parte externa y visible de un hongo. Y la importancia del reino fungi, compuesto por más de 140.000 especies diferentes, va mucho más allá de su potencial culinario.
Como podemos recordar de las clases escolares de biología sobre la cadena trófica y el ciclo de la vida, los hongos saprofitos son fundamentales para la descomposición y reciclaje de los nutrientes. Así, en compañía de bacterias y protozoos, aprovechan la materia en descomposición del suelo y la convierten en nuevos nutrientes que podrán servir de alimento de las plantas y, a través de ellas, de animales herbívoros y carnívoros. Cuando cualquiera de estos elementos muere, vuelve al suelo, donde los hongos los descomponen comenzando de nuevo el ciclo.
Los hongos y los bosques
Pero los hongos no solo «reciclan» nutrientes, sino que también ayudan a los árboles a obtenerlos. Los hongos ectomicorrícicos recubren sus raíces para obtener los carbohidratos de los que se alimentan, y a la vez incrementan la capacidad de absorción de agua y nutrientes de los árboles, contribuyendo a la vitalidad y diversidad de los bosques.
Los hongos saprofitos son fundamentales para la descomposición y reciclaje de los nutrientes
Y no hablamos de unos hongos diseminados por aquí y por allá, sino que estos organismos se extienden por todo el subsuelo, formando parte de una compleja red que conecta todo el ecosistema forestal y que se denomina Wood Wide Web. De hecho, se cree que estas redes micorrizadas subterráneas conectan hasta el 90% de las plantas terrestres, facilitando el intercambio de nutrientes entre las distintas especies y transmitiendo información útil como la presencia de organismos patógenos que puedan atacar a las plantas.
En definitiva, sin hongos, las plantas no resistirían las épocas de sequía y la falta de nutrientes en el suelo, y serían mucho más sensibles a los ataques de bacterias e insectos. Son fundamentales hoy en día para la vida en los bosques, y se sabe que la colonización de la tierra firme por las plantas no hubiera sido posible sin la presencia de hongos.
Sin embargo, su futuro puede estar en riesgo. En la actualidad se estima que hay alrededor de entre 20.000 y 1 millón de individuos fúngicos por cada gramo de suelo. Pero varias investigaciones plantean que el cambio climático podría alterar el equilibrio entre los hongos útiles y dañinos, disminuyendo la diversidad fúngica en las regiones más secas. Teniendo en cuenta que la mayoría de los árboles dependen de los hongos para desarrollarse, supondría una amenaza para los ecosistemas forestales.
Cuidar los hongos, cuidar la vida
Esto ya resulta patente para muchos recolectores de setas, que perciben una disminución constante de la producción micológica. Los datos respaldan esta sensación: un estudio del CTFC y la Universidad de Lleida (UdL), publicado en la revista científica Agricultural and Forest Meteorology evidencia que desde 1976 la producción de setas se ha reducido y prevé que esta tendencia se intensifique en los próximos años debido al calentamiento global.
Esta investigación, centrada en los bosques pirenaicos, apunta que se reducirán especialmente los hongos micorrícicos (que, como ya vimos, son los que establecen relaciones simbióticas con las raíces de los árboles), por lo que esto afectaría también al crecimiento de los árboles, lo que, unido a la escasez de agua, aumentaría su mortalidad. En el peor escenario, la producción de hongos micorrícicos podría verse reducida hasta en un 50% para 2100.
La producción de hongos micorrícicos podría verse reducida hasta en un 50% para 2100
Si a esto le sumamos el turismo micológico, la recolección descontrolada de setas silvestres para la comercialización, con prácticas abusivas sobre el terreno, o la disminución de los prados y bosques por cambios en los usos y gestión de los territorios, la situación puede volverse todavía más grave. Por todo ello, los expertos advierten que urge desarrollar normativas reguladoras y, sobre todo, una política forestal que trate de mitigar los efectos del cambio climático sobre los bosques y fomente la conservación de la diversidad micológica.
En otoño, cuando salir al bosque a por unos níscalos resulta un plan muy apetecible, conviene recordar la importancia de recolectar las setas de forma responsable. Si se recogen setas muy jóvenes, que aún no han lanzado sus esporas al viento, no se crearán nuevos micelios que permitan el nacimiento de nuevas setas, agotando este recurso natural. De la misma manera, si se remueve el suelo alrededor de la seta, se puede dañar el micelio subterráneo.
Como explica Sergio de Miguel Magaña, director del Global Forest Biodiversity Initiative Hub, en The Conversation:«De las setas depende, en buena medida, la vida del planeta tal y como la conocemos. Al fin y al cabo, nuestra vida. Por eso, valorar y conservar el recurso micológico es uno de los grandes favores que podemos hacernos como sociedad».
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