Me aburro, tengo sueño
En situaciones monótonas o tediosas, los bostezos aparecen con rapidez. Y todo se debe a un mecanismo del cerebro. Sin embargo, hoy, constantemente distraídos y estimulados, cada vez nos aburrimos menos.
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Un bostezo. Otro. Y otro más. No importa que hayamos dormido relativamente bien. Ni que nos hayamos tomado un café antes de salir de casa. La monotonía y el tedio hacen que nos entre sueño. En un vuelo largo sin pantallas, en una sala de espera sin señal, en un curso poco didáctico, en una conferencia a la que asistimos por obligación… En todo tipo de situación en la que nos sentimos poco motivados o nos faltan estímulos, no es raro que aparezca la somnolencia. Y todo se debe a un mecanismo cerebral.
La ciencia ha encontrado que la somnolencia y el aburrimiento están estrechamente relacionados debido al núcleo accumbens. Se trata de una zona del cerebro asociada con el placer y la motivación, pero investigadores del Instituto Internacional de Medicina Integrativa del Sueño (WPI-IIIS) de la Universidad de Tsukuba y del Departamento de Farmacología de la Escuela de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de Fudan encontraron que también puede hacer que nos dé sueño.
A través de técnicas que lograban controlar de manera remota la actividad neuronal en el núcleo accumbens, el estudio, publicado en la revista Nature, descubrió que las neuronas presentes en esta parte del cerebro tienen una enorme capacidad para inducir el sueño. Y no cualquier tipo de sueño, sino aquel que se conoce como de ondas lentas.
La ciencia ha encontrado que la somnolencia y el aburrimiento están estrechamente relacionados
De acuerdo con los investigadores, esto se debe a la adenosina, una molécula que actúa como un neurotransmisor en el sistema nervioso central. De acuerdo con el NIH, mientras estamos despiertos, el nivel de adenosina en el cerebro va aumentando, lo cual luego genera una sensación de somnolencia que indica que necesitamos dormir. Y hay un subtipo específico de los receptores de adenosina (conocidos como receptores A2A) que se expresan en el núcleo accumbens de forma abundante. Es por ello que la cafeína, el psicoestimulante que más se consume en el mundo, activa el núcleo accumbens actuando como bloqueo de los receptores de adenosina.
En otras palabras, la ciencia ha demostrado que el control del sueño no solo se explica por sus dos procesos principales –el impulso homeostático y el ritmo circadiano–, sino que también puede responder a factores cognitivos y emocionales. Como una situación aburrida. Precisamente porque entra en funcionamiento la zona del cerebro que se relaciona con la motivación, la recompensa y el placer.
Más allá de lo que se ha hallado en los laboratorios, no hay que perder de vista el hecho de que las características de la situación que estemos viviendo repercuten sobre la percepción del tiempo. El aburrimiento parece alargar el tiempo, mientras que la alegría lo acorta. Como explica el físico Stefan Klein, nuestro estado de ánimo cambia la forma como el cerebro percibe el paso de las horas. Por eso cuando estamos aburridos los minutos parecen eternos y por eso también el camino de vuelta siempre se ve más corto.
Pero lo cierto es que cada vez nos aburrimos menos. Constantemente entretenidos, distraídos y estimulados, no queda mucho espacio para la monotonía. Ante pantallas con colores vibrantes y redes sociales que se precian de la rapidez y la novedad, siempre hay algo a que atender, siempre algo con qué entretenerse, con qué distraerse.
Nuestro estado de ánimo cambia la forma como el cerebro percibe el paso de las horas
De ahí la nomofobia, ese miedo a salir sin el teléfono celular, a que se acabe la batería, a estar desconectado. Cada vez más gente le teme al aburrimiento, cada vez es más raro ver a alguien sentado «haciendo nada», o en el transporte público solamente mirando por la ventana, o solo «estar». El fenómeno es tan generalizado que hasta se ha vuelto un meme: «Vi a un tipo hoy en la cafetería. Sin iPhone, sin tablet, sin laptop. Simplemente estaba sentado ahí. Bebiendo café. Como un psicópata».
Hemos hecho del aprovechamiento del tiempo casi un fetiche. Todo minuto es susceptible de «sacarle provecho». Así sea para eliminar correos electrónicos o hacer scroll en la galería de fotos. Lo que sea que nos saque del tedio. Lo que sea que nos salve del vacío.
Pero aburrirse también es productivo. (Igual habría que evaluar esa necesidad constante de que todo sea productivo, de que todo sea útil). Diversos estudios han encontrado que aburrirse de vez en cuando permite la divagación, la conexión de nuevas ideas, la mezcla de conceptos dispares. Esto sucede porque la disminución de la estimulación mental, la sensación de que se pierde el interés, lleva a que la red neuronal por defecto se active.
Así, abriendo camino hacia la introspección, el foco deja de estar afuera y la atención se desplaza hacia el mundo interno. A la autorreflexión. En lugar de estímulos externos y sobrecargas de información, la mente va hacia adentro. Pequeñas dosis de aburrimiento ayudan a la regulación emocional, a romper el ciclo de gratificación instantánea y a reequilibrar el sistema nervioso. Y, sobre todo, puede fomentar la creatividad y la imaginación –por eso es tan importante en la infancia–. Porque ayuda a imaginar nuevos mundos, dar a luz a ideas nuevas.
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