Opinión

La huella del turismo

El turismo es un fenómeno relativamente reciente. Si bien siempre ha existido la curiosidad por conocer otros lugares, no fue hasta el siglo XX cuando el turismo se convirtió en una industria a gran escala. ¿Qué supuso el boom turístico para la historia de España?

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10
septiembre
2024

Desde que el hombre dejó de ser nómada y plantó sus pies en un pedazo de tierra, la idea de buscar nuevos horizontes ha sido una constante. Arrastrando sus huesos por las estepas, ha sentido la comezón de cambiar de aires. Antaño, las migraciones obedecían a razones más elementales: la búsqueda de mejores tierras, el escape de conflictos, la necesidad de mano de obra. Hoy, a esas razones se suman otras, más sutiles y complejas: el deseo de conocer otras culturas, la búsqueda de nuevas experiencias, la necesidad de escapar de la rutina. La movilidad y sus motivos: migración o turismo.

Es precisamente esta mezcla de motivos, esta amalgama de necesidades y deseos, lo que genera tanta fascinación y, a la vez, tanto rechazo. La migración, vista por unos como una oportunidad, es considerada por otros como una amenaza. El turismo, celebrado como motor económico, es denostado como una invasión.

La movilidad humana pone en cuestión nuestras identidades, nuestras certezas, nuestros pequeños mundos. Al encontrarnos con otros, diferentes, nos vemos obligados a cuestionarnos a nosotros mismos, a salir de nuestra zona de confort. Los pueblos han migrado desde que el mundo es mundo, buscando mejores condiciones de vida, huyendo de conflictos o simplemente por curiosidad. Sin embargo, nunca antes la movilidad humana había sido tan masiva ni tan globalizada como en la actualidad.

«La movilidad humana pone en cuestión nuestras identidades, nuestras certezas, nuestros pequeños mundos»

El turismo es un fenómeno relativamente reciente. Si bien siempre ha existido la curiosidad por conocer otros lugares, no fue hasta el siglo XX cuando el turismo se convirtió en una industria a gran escala. El desarrollismo de los años sesenta, con su apertura al exterior y su apuesta por el turismo, supuso un punto de inflexión en la historia de España. El boom turístico, sin embargo, tuvo su lado oscuro. La masificación, la precariedad laboral, la dependencia del exterior y el impacto medioambiental son algunas de las consecuencias de un modelo económico que, si bien genera riqueza y empleo, también creó desigualdades y desequilibrios territoriales. La industria, relegada a un segundo plano, vio cómo el ladrillo y los servicios se erigían en los nuevos motores de la economía. Las fábricas se cerraron, los empleos industriales se perdieron y la economía se orientó hacia los servicios, especialmente hacia el turismo. Esta decisión, tomada en su momento para aprovechar nuestras ventajas competitivas, ha tenido consecuencias a largo plazo. La dependencia del turismo nos ha vuelto vulnerables a cualquier shock externo.

La huella del turismo no cesa, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), se espera que el turismo supere el 15% del PIB español en 2024, generando un volumen de negocio de alrededor de 225.000 millones de euros.

No podemos olvidar una de las tantas lecciones que nos mostró la pandemia de covid-19. El sol, la playa y la gastronomía han vendido al mundo una imagen de país exultante, un lugar donde la vida es más sencilla. Pero detrás de esa fachada se esconde una realidad más sombría, una economía cada vez más dependiente del monocultivo turístico. La pandemia fue un espejo que nos mostró sin adornos nuestra fragilidad económica. De la noche a la mañana, las costas se vaciaron, los hoteles cerraron y las ciudades se quedaron en silencio. El turismo, nuestro principal motor económico, se detuvo en seco. Y con él, se paralizó una gran parte del país. Aquel verano, con las playas solitarias y los bares cerrados, nos dimos cuenta de que habíamos construido un castillo de naipes sobre la arena.

«No podemos permitir que la vivienda, ese derecho básico, se convierta en un lujo inalcanzable para la mayoría»

La masificación turística y la especulación inmobiliaria han generado un aumento desorbitado de los precios de la vivienda, especialmente en las grandes ciudades y zonas costeras. Es como si el sol y la playa, otrora bendición, se hubieran convertido en una maldición que expulsa a los jóvenes y condena a los recién llegados a la precariedad. Es necesario implementar políticas que regulen el mercado del alquiler, fomenten la construcción de vivienda social y protejan a los inquilinos frente a los abusos. No podemos permitir que la vivienda, ese derecho básico, se convierta en un lujo inalcanzable para la mayoría.

Asimismo, es imprescindible avanzar hacia un modelo de turismo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. La diversificación de la oferta turística, la promoción de destinos menos masificados y la apuesta por un turismo de calidad son algunas de las claves para garantizar un futuro próspero y equilibrado para el sector. No podemos seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro hasta dejarla exhausta; es hora de cuidar el paisaje, la cultura y las tradiciones. Equilibrar la balanza y ser partícipes de las políticas públicas en distintas formas y fases para encontrar soluciones que respeten límites con la población nativa y quizá pensar en la redistribución del turismo, la promoción de ciertos destinos en los que la nula presencia de turistas hace que no haya una económica próspera en el lugar.

Todos, en algún momento, somos o hemos sido turistas, buscamos experiencias. Es el mapa de políticas el que puede trazar un turismo responsable, equilibrado y que podamos disfrutar de sus beneficios.

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