Sociedad

La filosofía del actor secundario

En ocasiones, el actor secundario es mejor que el protagonista. No nos fijamos en ellos, pero son fundamentales para que el producto final sea bueno.

Ilustración

Rawpixel
¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
01
septiembre
2023
Hollywood en un mural de John Decker

Ilustración

Rawpixel

Aunque algunos puedan sorprenderse, empezaré este artículo afirmando que los actores secundarios, en muchos casos, son mejores que aquellos que desempeñan papeles protagonistas. Estos últimos se llevan la gloria, pero sus secundarios tienen el oficio. Y esto ocurre, sobre todo, en las películas de Hollywood; pero aquellas producidas hace más de una o dos décadas, cuando los actores eran actores y no modelos de pasarela trasplantados a la gran pantalla.

Un ejemplo de ellos lo tenemos en El precio del poder (1983), película dirigida por Brian de Palma y escrita por Oliver Stone. En ella aparece Paul Shenar, quien interpreta al malvado traficante de drogas Alejandro Sosa. Este dice lo siguiente a Al Pacino, quien hace de Tony Montana: «Tú y yo podemos trabajar juntos, y hacer negocios durante mucho tiempo. Pero no olvides esto… Solo te lo diré una vez. A mí no me jodas, Tony. No intentes nunca joderme». Shenar parece aquí mucho más verosímil que Pacino, quien, de hecho, fue duramente criticado por histriónico cuando fue estrenada la película, que no fue bien recibida a pesar de convertirse con los años en un clásico de culto. Si uno se fija bien, en muchas de sus escenas Al Pacino parece emular a Charlie Chaplin. Shenar era un actor de teatro que hizo varias incursiones en el cine, siempre como secundario.

Nadie puede obviar la naturalidad de esos actores secundarios del cine hollywoodiense. Gracias a ellos, una película es provista de credibilidad y las estrellas pueden lucirse. Tales secundarios hacen las veces de background, ejerciendo una función que podríamos denominar como subliminal. La gente no suele fijarse en ellos, pero su función a la hora mejorar el producto final es decisiva.

En la vida, como en el cine, los actores que participan en ella son también fundamentales

Lo contrario puede ocurrir cuando el actor secundario es malo. Un caso llamativo es el del dramaturgo Fermín Cabal, quien hace del periodista sensacionalista Miguel Caballeo en El Pico II (1984), de Eloy de la Iglesia. Cabal sería dramaturgo en la vida real, pero no tenía ni idea de actuar, algo que queda claro al ver la película en cuestión; su actuación es verdaderamente cómica, aunque por los peores motivos. Como dijo al respecto el propio De la Iglesia en una entrevista: «Los errores de reparto afectan a la película, forman parte de ella. Fue una idea del propio Fermín Cabal, que se mostraba tan seguro de que podía hacer el papel que me convenció […] En aquel momento era un autor de éxito, estaba muy de moda…», como se lee en Conocer a Eloy de la Iglesia (Filmoteca Vasca).

En la vida, como en el cine, los actores que participan en ella son también fundamentales. Como dice De la Iglesia: «Los errores de reparto afectan a la película». Nunca hay que olvidar esto, puesto que se trata de la película de tu vida, y no hay segundas partes. En las relaciones personales, sentimentales, profesionales, los actores son esenciales. Naturalmente, nos sentimos –y somos– los protagonistas de nuestras propias vidas. En ellas, muchas veces, las personas que adoptan o son imbuidas de un papel protagonista acaban por resultar irrelevantes, al menos cuando vemos nuestro recorrido vital con perspectiva. Pongamos como ejemplo alguien de quien nos enamoremos. A menudo ocurre que cuando los enamorados o ex enamorados dejan de ejercer un papel, un rol, se rechazan o incluso odian entre sí. ¿Quién quiere otorgar protagonismo a aquellos que solo nos quieren cuando ejercemos para ellos una determinada función? Si la vida es un teatro, donde cada cual realiza un papel, es importante saber valorar a aquellos que quizás no parezcan tan relevantes a priori, pero cuyas acciones, a la larga, sean verdaderamente valiosas.

Lo mismo que en el amor –ese pequeño teatro inserto en un teatro más amplio– ocurre en el terreno profesional o social. Muchas veces, un actor secundario, como puede ser un agente, un mánager, un abogado, un juez, etc, puede ser verdaderamente determinante para nuestro bienestar. Como dijo Don Henley de los Eagles sobre su manager, Irving Azoff: «Quisiera dar las gracias a Irving Azoff, sin el cual hoy no estaríamos aquí». A lo que respondió Glenn Frey: «Bueno, quizás sí estaríamos aquí, pero no habríamos ganado tanto dinero». Henley: «Así es. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, será Satán, pero es nuestro Satán».

Por otra parte, hay que saber ejercer como actor secundario, aunque a veces ocurre que un secundario adopte el papel protagonista y se confundan los roles. Esto ocurre con aquella persona que siempre fue parte de tu vida, pero que en un momento dado aprendes a mirar con otros ojos, y es el caso –ya hablando de cine, otra vez– de actores como Humphrey Bogart, quien ejerció gran parte de su carrera como secundario y acabó mutando en un clásico actor protagonista. Dicho lo cual, hay que decir, que en la vida algo fundamental para mejor vivirla es saber ejercer el rol que a cada cual le toca en ella. Querer a toda costa ser lo que uno no es, es fuente de frustración, sufrimiento y enajenación constantes, la semilla de una vida de infelicidad y amargura.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME