Pensamiento
Edipo vagabundo
La historia del héroe griego muestra su lado más existencialista en ‘Edipo en Colono’, donde el rey errante cuestiona su responsabilidad en lo sucedido.
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Edipo es un perfecto ejemplo del héroe trágico. Condenado por los dioses a llegar a lo más alto (derrotar a la Esfinge y convertirse en rey de Tebas) para luego caer a lo más bajo (descubrir que ha asesinado a su padre y se ha acostado con su madre), el personaje fue objeto de varias tragedias ya durante la Antigüedad y ha sido revisado por escritores, compositores y directores de cine en numerosas ocasiones.
La historia de Edipo es la siguiente. El joven Edipo, príncipe de Corinto, huye de su ciudad cuando un oráculo le vaticina que él será asesino de su padre y esposo de su madre. En su huida mata a un desconocido por una pelea en un cruce de caminos, poco antes de llegar a la entrada de Tebas. Allí se encuentra con que la ciudad está asediada por la Esfinge, a la que Edipo consigue vencer resolviendo un acertijo. Los tebanos le premian entonces dándole en matrimonio a la reina Yocasta, recientemente enviudada del rey Layo. La tragedia vendrá años después, cuando se descubra que Edipo es hijo de Layo y Yocasta. Décadas antes, el oráculo les había dicho que el hijo que tuvieran sería su asesino y su amante, respectivamente. Decidieron por ello no tener hijos, pero un pequeño desliz se convirtió en el niño Edipo, que fue abandonado en el monte por sus padres en un intento de rehuir la profecía. Cuando la verdad sale a la luz, Yocasta se ahorca con sus sábanas conyugales y Edipo se arranca los ojos.
A partir de este mito surge el «complejo de Edipo», desarrollado por Sigmund Freud, que explica el deseo inconsciente que, según el psicoanálisis, los niños tienen de cometer incesto con el progenitor del sexo opuesto y deshacerse del progenitor del mismo sexo. Pero más allá de teorías y complejos, y regresando a la esencia misma del mito, hay una cuestión que perturbó a los antiguos: ¿cuán responsable es Edipo de sus acciones?
El dramaturgo trágico Sófocles dejó escrito el mito principal en su obra Edipo Rey, uno de los grandes clásicos de la literatura universal. Menos conocida es una segunda tragedia compuesta hacia el final de la vida del dramaturgo, Edipo en Colono, donde nos reencontramos con el rey de Tebas algunos años después de los hechos de Edipo Rey. Después de descubrir la horrible verdad y arrancarse los ojos, Polinices, hijo mayor de Edipo y Yocasta, había desterrado a su padre de Tebas, condenándolo a errar vagabundo por Grecia con su hija Antígona ejerciendo de lazarillo. La extraña pareja va a parar a Colono, un barrio de las afueras de Atenas, donde el oráculo había profetizado que Edipo encontraría su muerte. Allí, acogido por la hospitalidad de los atenienses, reflexionará sobre su trágico destino y sobre su papel en él.
El Edipo vagabundo consigue recuperar toda la dignidad que había perdido como el Edipo rey
Aunque Edipo Rey se centraba en ver a Edipo como responsable de su sino, pues huyendo de él se lo había acabado encontrando de bruces, en Edipo en Colono encontramos una reflexión más madura sobre hasta qué punto puede ser responsable alguien a quien la existencia le ha pautado un camino previo. «Pues está claro que no tenéis miedo de mi persona ni de mis actos, actos de los que he sido antes víctima que ejecutor», afirma el héroe, en traducción de Antonio Guzmán Guerra.
La verdadera tragedia de Edipo no está en las acciones atroces cometidas por él, sino precisamente en que él no es quien las comete, en tanto que su voluntad no tiene parte en ello. Es una premisa puramente existencialista: la vida de Edipo existe antes que él mismo. El héroe no escoge vivir las circunstancias en las que nace, y se pasa la vida intentando lidiar con ellas sin mucho éxito. Continuamente Edipo huye: primero del oráculo, luego de Corinto, luego de la propia Tebas cuando su hijo lo destierra. Su historia es la de alguien que, haga lo que haga, fracasa, una circunstancia trágica que el héroe termina de asumir en su madurez. Entonces Sófocles nos presenta a un Edipo vagabundo, a un Edipo más prudente, más sereno, que ha decidido aceptar al fin la profecía del oráculo que le decía que moriría en tierras atenienses. Esta templanza, este aceptar que su vida no es suya sino de los dioses, es lo que le permite finalmente convertirse en un héroe total y, sobre todo, vivir y morir en paz consigo mismo. Como lo hizo sin saberlo, no es culpable: «yY ante la ley soy hombre inocente pues llegué a esto sin saber nada».
En la segunda mitad de la obra, los tebanos llegan a Colono a intentar llevarse a Edipo a la fuerza, ya que la ciudad se ha sumido en el desastre después de haber desterrado al monarca y creen que su regreso puede ser la solución. Sin embargo, este se niega. Ser presa y juguete del destino es una cosa, ser arma y muñeco de otros hombres es otra bien distinta.
Su última dignidad es acomodarse ante las profecías y cumplir con su destino sin permitir que ningún otro ser humano le zarandee. Asumiendo que no puede hacer nada contra su destino, se convierte en su dueño, y su muerte es indolora y agraciada por los dioses. El Edipo vagabundo consigue recuperar toda la dignidad que había perdido como el Edipo rey. Superando la angustia de la existencia y del destino impuesto por una fuerza superior, el rey consigue sobrevivir a las atrocidades del pasado. Y ahí está la auténtica parábola del héroe: al dejar de luchar contra lo que le ha sido impuesto antes de nacer, Edipo toma al fin su propia decisión, la de perdonarse, y así encuentra la paz.
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