Sociedad

Las tres principales enseñanzas del oráculo de Delfos

El oráculo de Delfos fue un auténtico consultorio para los antiguos griegos. Algunas de sus enseñanzas nos han sido transmitidas en forma de máximas filosóficas que podemos aplicar a nuestra vida cotidiana.

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12
diciembre
2023

En la Antigüedad, los oráculos actuaban como centros neurálgicos de pensamiento y administración política y social. Los designios de los dioses, transmitidos a través de sus sacerdotes y sacerdotisas, eran escuchados y cumplidos a rajatabla, y los oráculos eran una parte fundamental del pensamiento y la cultura helenos.

De todos los emplazamientos de oráculos (Delos, Dídima, Dodona), sin duda hubo uno que destacó por encima de los demás: Delfos, situado en la ladera del monte Parnaso, en el norte de Grecia, y que se convirtió en un auténtico macroconsultorio de la época. Allí peregrinaban anualmente miles de griegos con la esperanza de ver resueltos sus anhelos y encontrar su camino. Reyes, campesinos y políticos consultaban todo tipo de cuitas a la Pitia, sacerdotisa de Apolo que recibía los mensajes del dios, lo que hizo que Delfos se convirtiera en un referente panhelénico mucho antes del panhelenismo. Allí se tomaron algunas de las decisiones más importantes de la historia de Grecia, y también formó parte fundamental de mitos tan importantes como el de Edipo.

El funcionamiento era sencillo: el suplicante hacía una ofrenda, consultaba (tratando de precisar la pregunta al máximo para que así la respuesta fuera precisa), y la Pitia recibía la respuesta del dios. La sacerdotisa no era siempre clara, y por ello estaba acompañada de una serie de intérpretes que ayudaban a descifrar su mensaje y que eran quienes finalmente formulaban la respuesta para el suplicante. A pesar de esta labor de interpretación, a menudo las respuestas del oráculo eran vagas y llenas de dobles significados.

Parte de estos comentarios y vaticinios nos han llegado a través de inscripciones y fuentes indirectas, como Heródoto o Tucídides. Algunos narran anécdotas históricas, pero otros funcionan como máximas morales y vitales, a medio camino entre la literatura, la historia y el pensamiento.

«Nada en demasía» o «conócete a ti mismo» son algunas de sus máximas

En el siglo V d.C., el escritor Estobeo recogió 150 máximas délficas en una antología asimilable a nuestro refranero, en la que leemos frases como «aprovecha la oportunidad», «habla bien de los demás», «observa lo que has escuchado» o «habla solo si sabes».

Aunque algunas de estas sentencias parecen pertenecer al acervo popular más que a designios divinos, sí sabemos con certeza que al menos tres de ellas estuvieron directamente relacionadas con el oráculo de Delfos, en tanto que, según afirman fuentes como Platón, habrían estado talladas en la parte delantera del templo de Apolo desde el que la Pitia realizaba sus vaticinios. El origen de estas sentencias es incierto, aunque se suelen atribuir a los Siete Sabios de Grecia o al propio Apolo.

La primera de estas tres grandes máximas es «conócete a ti mismo». Según Jenofonte, el rey Creso fue a preguntar al oráculo sobre cuál era el saber más importante, a lo que la Pitia respondió con el mentado aforismo. Tanto Platón como los estoicos consideraban el autoconocimiento dictado por el oráculo como un elemento fundamental en la vida, especialmente en lo que respecta a conocer las propias limitaciones y la posición que uno mismo tiene en el mundo. Afirmaban que el autoconocimiento es el principio básico de la sabiduría, y desde él se podrá llegar al resto del conocimiento. Ahora bien, no es tarea sencilla: y es que, según estos pensadores, conocerse a uno mismo es una de las tareas más difíciles a las que nos podemos enfrentar.

La segunda máxima délfica decía «nada en demasía». Es bueno disfrutar del ocio y de los placeres, pero sin excedernos, y lo mismo sucede con el duelo, la tristeza y los malos sentimientos, que son sanos con mesura pero pueden ser peligrosos si nos detenemos durante demasiado tiempo en ellos. Otros autores posteriores continuaron desarrollando la idea base de esta enseñanza, como Aristóteles u Horacio y su aurea mediocritas («dorada mediocridad»).

La tercera, quizá la menos conocida y la más difícil de interpretar de las tres, nos advierte «haz una promesa y la fatalidad estará cerca». Recuerda el oráculo en esta sentencia el peligro de aferrarse demasiado a todo cuanto creemos seguro: la vida siempre nos sorprende. Así, conviene no confiarse de más y andarse con cautela, pues en el momento en que creamos que todo está encauzado será cuando empiecen a venir las desgracias.

Estas sentencias morales del oráculo continúan estando de máxima actualidad, y muchos refranes o proverbios contemporáneos beben directamente de ellas. La razón es bien sencilla: como los griegos, seguimos buscando respuestas a nuestros anhelos y al porvenir, así como una literatura que nos haga las veces de guía para la vida.

Sin embargo, no hay que dejar de claro que una de las principales características del oráculo de Delfos era la vaguedad de sus respuestas y, más que la vaguedad, el múltiple significado. Así pues, conviene seguir las enseñanzas del oráculo de Delfos obedeciendo su mismo precepto de «nada en demasía», ni siquiera las reglas morales.

 

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