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Walt Disney: cuando la fábrica de sueños tenía nombre propio

El misterio que sigue rodeando su figura es casi tan grande como la magia de sus creaciones: desde que no inventó al ratón más famoso del mundo hasta que sigue criogenizado, pasando por que fue un inmigrante europeo que falseó su pasado. ¿Quién fue en verdad Walt Disney?

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01
agosto
2024

Quién sabe, tal vez la envidia por su innegable gran éxito como creador, guionista, animador, productor y, ante todo, empresario y visionario sea el motivo de tantos dimes y diretes. «¡Su cuerpo sigue congelado!», dicen unos; «no es el creador de Mickey Mouse», sentencian otros; «¿no era español?», preguntan algunos. Leyendas aparte, la realidad es que Walter Elias Disney nació en Chicago en 1901, fue el cuarto de cinco hermanos, murió en California en 1966 y fue el padre del ratón más icónico del mundo.

Creció junto a su familia en una granja de Missouri a la que su padre, carpintero de profesión, se mudó en busca de nuevas oportunidades cuando Walter contaba apenas con 5 años. De poco sirvió, pues las penurias económicas les siguieron rodeando, lo que empeoraba el carácter de un patriarca severo y autoritario que, además, siempre le menospreció. Walt vivió más cerca de su madre, Flora, descendiente de alemanes y maestra en su día, y de su hermano Roy. Tenía otros dos más mayores, Herbert y Raymond, que, empujados por las escaseces económicas, abandonaron el hogar familiar y volvieron a Chicago para probar mejor suerte. Por debajo de él quedaba la única chica, Ruth, a quien le unía su interés por el dibujo.

Desde pequeño desarrolló una pasión por las ilustraciones y enseguida mostró gran destreza. También para la de empresario, pues con tan solo 7 años se lanzó a vender unos bocetos de la granja a unos vecinos. Cuentan que los compraron. Mas la vida en estos lares duró poco y, debido a una enfermedad del padre, la familia Disney se mudó de nuevo, estaba vez a Kansas City. Ahí el pater familias trabajó como repartidor de periódicos del diario Kansas City Star y, esporádicamente, Walt y su hermano Roy le ayudaban en la tarea.

En 1923, con la industria del cine en ciernes, Disney decidió probar suerte en Hollywood

Aunque Walt nunca fue un destacado estudiante en la escuela, sí lo fue en la revista del instituto, donde contribuía como historietista. Entonces decidió que el dibujo era lo suyo y con lo que había ahorrado repartiendo periódicos se matriculó en el Instituto de Arte de Kansas City, donde aprendió las nociones técnicas sobre esta disciplina. Pero estalló la Primera Guerra Mundial, se enroló como soldado en la Cruz Roja (falsificando su fecha de nacimiento) y cruzó el charco para terminar como conductor de ambulancias.

De la guerra a los estudios

De vuelta en Estados Unidos, trabajó como aprendiz en la agencia de publicidad Pesmen-Rubin Commercial Art Studio y fue precisamente allí donde conoció a Ubbe ‘Ub’ Iwerks, animador y técnico de efectos especiales con grandes dotes para el dibujo, con quien trabó una gran amistad y fundó su primera empresa: Iwerks-Disney Commercial Artists. La precariedad de este proyecto, que arrancaron cuando se quedaron sin trabajo, hizo que apenas un mes después Walt lo abandonara y fichara por la compañía Kansas City Film Ad, donde consiguió meter a Iwerks.

Durante un par de años realizó todo tipo de tareas para aprender lo máximo posible y, cuando alcanzó suficiente experiencia, montó otra nueva compañía junto a Iwerks: Laugh-O-Gram Films, donde hacían producciones animadas basadas en cuentos infantiles tradicionales.

Pero la quiebra de su principal cliente los obligó, una vez más, a cerrar la empresa. Corría el año 1923, la industria cinematográfica empezaba a florecer y Disney decidió probar suerte en Hollywood. Allí, junto a su hermano Roy, creó Disney Brothers Studio, llamó a su gran amigo Ub para que se sumara y este, sin dudarlo, accedió. Entonces Walt empezó a dar rienda suelta a su verdadera pasión: la creación de personajes, la composición de guiones y la producción.

Un ratón llamado Mickey

Fueron años de efervescencia creativa y felicidad (se casó con su mujer, Lillian Bounds, que también trabajaba en los estudios, y tuvieron dos hijas), pero que quedaron truncados cuando su principal cliente se quedó con los derechos del que empezaba a ser su personaje más famoso: el conejo Oswald. Este episodio le hizo plantearse varias cosas del negocio y de su carrera. La primera, que ya no quería más intermediarios entre sus creaciones; la segunda, que la empresa pasaría a llamarse Walt Disney Studio. Lo único que permaneció inalterable fue su relación con Ub, con quien siguió trabajando codo con codo.

Tan juntos trabajaron que, todavía hoy, continúa el debate sobre la autoría del personaje más épico de Disney: Mickey Mouse. A finales de los años 20, en un viaje a Nueva York, Walt volvió con la idea de este ratón (que llamó Mortimer, pero que su mujer obligó a cambiar por falta de carisma), compartió el proyecto con Ub y se pusieron manos a la obra. El resultado –Plane Crazy– vio la luz en 1928 y, cuando salió el cartel, los títulos de crédito rezaban: «Cómic de Walt Disney», «Dibujado por Ub Iwerks». Y los buscadores de polémicas plantaron la semilla de la duda.

Él mismo fue la voz a Mickey Mouse y su novia, Minnie, hasta 1947

Fue un corto mudo que no despertó gran interés entre el público y Mickey tuvo que esperar a su segunda aparición –Willi en el barco– ese mismo año para tener voz y convertirse en un éxito inmediato. Disney decidió entonces que todas sus películas serían sonoras; y por todas entendió hasta las anteriores, a las que también puso sonido. No solo eso, sino que él mismo fue la voz a Mickey Mouse y su novia, Minnie, hasta 1947.

Pero el verdadero despegue hacia el estrellato se produjo en 1930, cuando accedió a que varias compañías reprodujeran a Mickey en distintos productos. Entonces Walt y Ub empezaron a publicar viñetas del ratón en diferentes periódicos de Estados Unidos y lo demás es historia.

Walt Disney Studio

Trabajador incansable y empresario visionario, en 1932 creó una serie de cortometrajes donde aparecieron por primera vez el pato Donald y los perros Pluto y Goofy y, un año después, irrumpieron Los tres cerditos. ¿Una curiosidad? La canción que cantaban los cochinillos, ¿Quién teme al lobo feroz?, se hizo tan famosa que se convirtió en una especie de himno para los millones de víctimas de la Gran Depresión que perdieron todo menos la esperanza.

Enseguida llegaron Blancanieves y los siete enanitos (1937), Pinocho y Fantasía (ambas de 1940), Dumbo (1941) y Bambi (1942). Y mientras todas contaron con el éxito del público y la crítica, supusieron desastres comerciales para Walt, debido, entre otras cosas, a los ingentes préstamos que solicitaba para desarrollar esas producciones, insólitas hasta el momento. Pero a Disney nada le amedrentaba. Sabía que quien no arriesga, no gana. Y por aquel entonces era ya todo un personaje de éxito.

En los años 40, colaboró con el FBI para luchar contra el comunismo en suelo estadounidense

Tanto es así que, a finales de los años 40, el empresario multimillonario Howard Hughes le ofreció un crédito sin intereses de un millón de dólares de la época a cambio de que le ayudase a entrar en la industria. Disney aceptó, Hughes metió cabeza y, gracias al acuerdo, vieron la luz proyectos como Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas (1951), Peter Pan (1953) o 20.000 leguas de viaje submarino (1954).

Devaneos políticos

Ironías de la vida, en 1938 se adhirió a la asociación de productores y cineastas independientes Society of Independent Motion Picture Producers, que se oponía al dominio absoluto de los grandes estudios de Hollywood. De corte progresista, personajes como Orson Welles o Charlie Chaplin también formaron parte de ella. Pero, poco a poco, Disney se fue volviendo antimarxista y, en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial, empezó a colaborar con el FBI para luchar contra el comunismo en suelo estadounidense. (De hecho, es signatario de la Declaración Waldorf, firmada en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York en 1947, en la que varios productores cinematográficos se comprometieron a colaborar en la caza de brujas con la Comisión de Actividades Antiestadounidenses).

El imperio Disney seguía creciendo y sus planes multiplicándose. En esa época le rondaba la cabeza la creación de un pequeño parque temático donde los empleados de la compañía y sus familias pudieran divertirse. Disneylandia sería su nombre y Anaheim, en California, a media hora de Los Ángeles, el lugar elegido para hacer realidad otro de sus sueños. Con una extensión de 120 hectáreas y una inversión de 17 millones de dólares, Disneyland abrió sus puerta el verano de 1955. (En cambio, no llegó a ver Disney World, la misma idea pero más enfocado a adultos, que se inauguró en Orlando, Florida, en 1971).

Fumador empedernido, en 1966 le diagnosticaron un cáncer de pulmón que no le dio tiempo a tratarse, ya que escasos meses después sufrió un ataque al corazón. Pese a toda la leyenda que rodea a su muerte y su criogenización, su cuerpo fue incinerado y trasladado al panteón familiar en Forest Lawn Memorial Park de California, donde, a día de hoy, sus restos siguen descansando.

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