Cultura

‘No te preocupes, querida’: una malograda distopía feminista

A pesar de su interesante premisa, la película resulta más atractiva por los escándalos en los que se ha visto envuelta que por su calidad artística: despidos, rencillas y romances en el ‘set’ han marcado el estreno de un filme decepcionante.

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30
septiembre
2022
Fotograma de ‘No te preocupes, querida’ (2022).

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«Las jerarquías están en todos los animales y, principalmente, se basan en el elemento masculino ocupando el poder». Con esta inquietante reflexión, el psicólogo Jordan Peterson respondió a las acusaciones de machismo y defensa del patriarcado expresadas por una mujer. Es uno de los muchos exabruptos protagonizados por el canadiense, conocido por autorizarse tras la consigna de que «siempre digo la verdad y lo que pienso». Hace poco, a través de redes sociales, criticó a la modelo de talla grande Yumi Un por aparecer en la portada de la revista Sports Illustrated: a su juicio, la belleza es incompatible con un cuerpo con sobrepeso. Twitter congeló su cuenta. No fue la primera vez: también lo hizo cuando censuró que la actriz Ellen Page se practicara una mastectomía en su proceso de cambio de sexo. El suyo roza, cuando no rebasa, según sus críticos más acérrimos, el discurso del odio. Sus defensores, en cambio, lo abrazan como uno de los principales paladines contra una corrección política ampliamente extendida.

En este profesor de la Universidad de Toronto se ha inspirado la actriz Olivia Wilde para construir el personaje de Frank, interpretado por un ligeramente sobreactuado Chris Pine, en su primera película como directora, No te preocupes, querida; un misógino como aquel otro que encarnado por Tom Cruise en Magnolia, si bien con un temple mucho más pausado, astuto, elegante y menos frágil.

Frank es el ideólogo del Proyecto Victoria, un (aparentemente) idílico microcosmos ambientado en los años cincuenta, cuando el sueño americano era la Ítaca al alcance de cualquier mortal. La historia transcurre en un barrio residencial, con sus casitas replicadas, su (postiza y artificial) felicidad y sus rituales domésticos (ellos llegan a casa después de una larga y secreta jornada laboral para ser recibidos por unas esposas dóciles que han dedicado buena parte del día a cocinar y tener la casa impecable).

Wilde trata de ridiculizar en la película a Jordan Peterson, al que considera un «héroe pseudo-intelectual para la comunidad ‘incel’»

Frank es un tipo seductor con una esposa que, más que una mujer, resulta un objeto exquisito y exótico. Controla los pormenores de ese Proyecto Victoria del que tan solo sabemos que es un surtidor de dicha entre las parejas que lo habitan. Por supuesto, todos veneran (y temen) a Frank, y Frank ama el orden, el control, y a sí mismo.

Wilde trata de ridiculizar a través de este personaje a Peterson, al que considera un «héroe pseudo-intelectual para la comunidad incel [en castellano, ‘célibes involuntarios’]», ya que, a su juicio, el psicólogo legitima ciertos aspectos que propugna el movimiento.

Por su parte, Peterson, en una entrevista concedida al National Post, echó mano de la socarronería cuando fue preguntado al respecto: «Espero que Chris Pine al menos haga justicia al esplendor estilístico de mi muy formal vestuario público mientras me ridiculiza en el último episodio de propaganda difundido por los aburridos santurrones y fanfarrones que ahora dominan Hollywood».

Lo cierto es que la película ha ocupado numerosos titulares más por cuestiones secundarias que por sí misma: es un filme caótico en lo narrativo (ese caos que tanto teme Frank se hace síntoma en su directora), por momentos aburrido, con planteamientos de escaso recorrido, con giros de guion inexplicables, generoso en tópicos y sin una base sólida que aguante siquiera un tibio reparo. 

Es un filme caótico en lo narrativo, por momentos aburrido, con planteamientos de escaso recorrido y generoso en tópicos

Primero fue el bochorno de los chismes y escándalos durante el rodaje. El actor principal, Shia LaBeouf, abandonó el mismo (despedido o por voluntad propia, según las distintas versiones) y fue sustituido por Harry Styles, quien por lo visto protagonizó, además de la película, numerosas escenas tórridas con la directora en pleno set, según algunos de los que allí estuvieron. La propia Wilde, a mitad de la grabación, aprovechó para hacer público que llevaba separada de su pareja nueve años. La actriz Dakota Johnson también terminó por descolgarse del proyecto a causa de sus problemas de agenda. Dos exnovias de LaBeouf lo denunciaron además por agresión sexual, lo que unido a su confusa salida de la película pareció condenarlo de antemano en algunos mentideros. Y en el ínterin, una pandemia de por medio.

Aún hay más: en plena rueda de prensa de presentación de la película, un representante judicial entrega a Olivia Wilde los papeles de la custodia de los hijos que tiene con el protagonista de Ted Lasso, Jason Sudeikis. La realidad, como se suele decir, supera cualquier ficción. Y los escándalos no acaban aquí: la actriz principal, Florence Pugh, cuya actuación es de lo mejor de la película, declinó participar en la promoción, dejando claro con sutileza que, cuanto menos, ella y Wilde tuvieron ciertas desavenencias. Y lo último, el supuesto salivazo: durante la proyección de No te preocupes, querida en el Festival de Venecia, las redes sociales hablaban de un supuesto vídeo en el que se veía a Harry Styles escupir a Chris Pine en el patio de butacas. Ninguno de los aludidos hizo comentarios al respecto. 

A pesar de que la película resulte decepcionante, el asunto que aborda –los límites de la libertad, la línea que distingue lo que es real de lo que no– en un momento en el que el metaverso llega a las escuelas y comienza a golpear la aldaba de los hogares, es más actual que nunca. Pero lo que cuenta No te preocupes, querida lo contaron antes (y mejor) películas como Las mujeres de Stepford (y su versión Las mujeres perfectas), Pleasantville, Matrix, El show de Truman y el fantástico mediometraje que rodó en 1962 Chris Maker, La Jetée.

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